Los problemas que causamos los médicos a petición del consumidor (sexual)
Negar categóricamente los efectos positivos que los anticonceptivos orales tuvieron en la historia inicial de la liberación sexual de la mujer resultaría poco sostenible. Sin embargo, en los últimos cuarenta años los estudios de seguimiento de mujeres que han tomado preparados hormonales desvelan una serie de efectos negativos para la salud física, psíquica y sexual de la mujer.
Por empezar por un aspecto que aparece aún con los anticonceptivos más modernos, es decir aquellos que evitan hormonas con potencial antiandrogénico, los anticonceptivos como grupo pueden producir una disminución del deseo y del placer erótico en un subgrupo de mujeres. De ahí que toda mujer en edad fértil y que toma anticonceptivos hormonales deba ser valorada desde una perspectiva global médica cuando se plantea una dificultad común como la disminución de sensaciones vaginales, una anorgasmia o el deseo sexual hipoactivo.
Es archisabido, por otro lado, el aumento del riesgo cardiovascular y especialmente de trombosis venosas profundas y tromboembolismos pulmonares en mujeres que junto a la toma de anticonceptivos presentan factores de riesgo cardiovascular añadidos (fumadoras, hipertensión arterial, diabetes, altos niveles de colesterol).
La píldora y el contagio de enfermedades graves
El avance tecnológico que supuso la “píldora” se vivió en los colectivos feministas como una posibilidad más hacia la emancipación, a través de poder evitar el riesgo de embarazo no deseado y de permitir a la mujer regir su placer y destino biológico por primera vez en la historia. Una lectura análoga se ha dado a la “píldora del día después”, un preparado hormonal capaz de revertir un embarazo reciente que no concuerda con los planes de procreación.
Sin embargo, a partir de los 80 la epidemia del VIH y la facilitación de otras enfermedades de transmisión genital que aquella traería como consecuencia, encontró en la relegación de los métodos de barrera (preservativos y diafragmas) y la preferencia por los anticonceptivos hormonales orales un excelente caldo de cultivo para el contagio genital de enfermedades graves, algunas de ellas incurables y no pocas mortales.
Los médicos antifeministas
Debe reseñarse en este punto que, aparte de las muertes causadas por SIDA y sus complicaciones, el cáncer de cuello de útero se ha relacionado con la infección por cepas concretas del papilomavirus (contraído a través del contacto genital), y que el cáncer de cuello uterino constituye el segundo cáncer más frecuente en la mujer entre 15 y 49 años.
La negativa a prescribir terapia hormonal era vista como parte de la violencia estructural contra la mujer
Hasta que este hecho fue “vox populi”, la ocasional negativa de prescribir anticonceptivos hormonales por parte de un facultativo en quienes no estaban indicados se interpretaba hace años de forma categórica y universal como una manifestación de antifeminismo.
Por si esta situación hubiese sido poco decisoria en la biografía de muchas mujeres, los años 90 vivieron la explosión de la terapia hormonal sustitutiva como la “panacea” contra complicaciones de la menopausia como la osteoporosis y los sofocos. Ciertamente en el caso de la osteoporosis parecía claramente justificado buscar una forma de evitar fracturas óseas futuras. No se tardó mucho en constatar, que junto a su pobre posibilidad de beneficiar a la mujer de forma permanente en la prevención de estas complicaciones, se corría el riesgo de estar aumentando el riesgo de cáncer de endometrio u ovario, a partir de los cinco y diez años de tratamiento respectivamente.
¿El cliente siempre tiene la razón?
Sin embargo, era común que mujeres acudiesen motivadas por el efecto llamada de otras mujeres, famosas o no, que ya habían recibido el tratamiento. La negativa a su prescripción, nuevamente era denunciada como una negación de un derecho inalienable y expresión de “violencia estructural” contra la mujer.
Los médicos tratamos cada vez más problemas causados por nosotros mismos a petición del consumidor
Los últimos meses estamos asistiendo al debate sobre las prótesis PIP mamarias y sus potenciales riesgos para la salud de las mujeres que han recibido dichos implantes. Como suele ser habitual se genera una alarma mediática y algunos sujetos sacan provecho del pánico generalizado. Y el debate se limita a eso: a un llevarse las manos a la cabeza unos y a los talonarios de cheques otros, sin que se produzca un verdadero aprendizaje de que el cuerpo humano no lo soporta todo, de que los quirófanos son lugares serios para realizar intervenciones serias y de que como médicos cada vez tratamos más problemas causados por nosotros mismos “a petición del consumidor”.
La pregunta que estos hechos suscita a quienes ejercen la medicina persiguiendo con honradez el bienestar individual y público, y que es urgente responder, abunda en hacia dónde está derivando nuestra práctica como consecuencia de las presiones socioculturales, políticas y de los intereses económicos de las diversas industrias que nos rodean. La convicción generalizada es que la imposición de la máxima “el cliente siempre tiene la razón” nos está abocando a terrenos movedizos, especialmente cuando se trata de terapias innecesarias cuyo único objetivo es concordar con un ideal superficial de belleza y juventud.entre poder elegir lo que los avances biológicos nos ofrecen en términos de libertad y posibilidades, y convertir a nuestras adolescentes en tributarias del pack “prótesis mamaria”, “anticonceptivos orales” y “píldora del día después”, hay una enorme distancia. Es la insalvable distancia que separa la honradez –tan a menudo menospreciada- de la codicia y su buen marketing.
http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2012/02/22/los-problemas-que-causamos-los-medicos-a-peticion-del-consumidor-sexual-93031/
Es archisabido, por otro lado, el aumento del riesgo cardiovascular y especialmente de trombosis venosas profundas y tromboembolismos pulmonares en mujeres que junto a la toma de anticonceptivos presentan factores de riesgo cardiovascular añadidos (fumadoras, hipertensión arterial, diabetes, altos niveles de colesterol).
La píldora y el contagio de enfermedades graves
El avance tecnológico que supuso la “píldora” se vivió en los colectivos feministas como una posibilidad más hacia la emancipación, a través de poder evitar el riesgo de embarazo no deseado y de permitir a la mujer regir su placer y destino biológico por primera vez en la historia. Una lectura análoga se ha dado a la “píldora del día después”, un preparado hormonal capaz de revertir un embarazo reciente que no concuerda con los planes de procreación.
Sin embargo, a partir de los 80 la epidemia del VIH y la facilitación de otras enfermedades de transmisión genital que aquella traería como consecuencia, encontró en la relegación de los métodos de barrera (preservativos y diafragmas) y la preferencia por los anticonceptivos hormonales orales un excelente caldo de cultivo para el contagio genital de enfermedades graves, algunas de ellas incurables y no pocas mortales.
Los médicos antifeministas
Debe reseñarse en este punto que, aparte de las muertes causadas por SIDA y sus complicaciones, el cáncer de cuello de útero se ha relacionado con la infección por cepas concretas del papilomavirus (contraído a través del contacto genital), y que el cáncer de cuello uterino constituye el segundo cáncer más frecuente en la mujer entre 15 y 49 años.
La negativa a prescribir terapia hormonal era vista como parte de la violencia estructural contra la mujer
Hasta que este hecho fue “vox populi”, la ocasional negativa de prescribir anticonceptivos hormonales por parte de un facultativo en quienes no estaban indicados se interpretaba hace años de forma categórica y universal como una manifestación de antifeminismo.
Por si esta situación hubiese sido poco decisoria en la biografía de muchas mujeres, los años 90 vivieron la explosión de la terapia hormonal sustitutiva como la “panacea” contra complicaciones de la menopausia como la osteoporosis y los sofocos. Ciertamente en el caso de la osteoporosis parecía claramente justificado buscar una forma de evitar fracturas óseas futuras. No se tardó mucho en constatar, que junto a su pobre posibilidad de beneficiar a la mujer de forma permanente en la prevención de estas complicaciones, se corría el riesgo de estar aumentando el riesgo de cáncer de endometrio u ovario, a partir de los cinco y diez años de tratamiento respectivamente.
¿El cliente siempre tiene la razón?
Sin embargo, era común que mujeres acudiesen motivadas por el efecto llamada de otras mujeres, famosas o no, que ya habían recibido el tratamiento. La negativa a su prescripción, nuevamente era denunciada como una negación de un derecho inalienable y expresión de “violencia estructural” contra la mujer.
Los médicos tratamos cada vez más problemas causados por nosotros mismos a petición del consumidor
Los últimos meses estamos asistiendo al debate sobre las prótesis PIP mamarias y sus potenciales riesgos para la salud de las mujeres que han recibido dichos implantes. Como suele ser habitual se genera una alarma mediática y algunos sujetos sacan provecho del pánico generalizado. Y el debate se limita a eso: a un llevarse las manos a la cabeza unos y a los talonarios de cheques otros, sin que se produzca un verdadero aprendizaje de que el cuerpo humano no lo soporta todo, de que los quirófanos son lugares serios para realizar intervenciones serias y de que como médicos cada vez tratamos más problemas causados por nosotros mismos “a petición del consumidor”.
La pregunta que estos hechos suscita a quienes ejercen la medicina persiguiendo con honradez el bienestar individual y público, y que es urgente responder, abunda en hacia dónde está derivando nuestra práctica como consecuencia de las presiones socioculturales, políticas y de los intereses económicos de las diversas industrias que nos rodean. La convicción generalizada es que la imposición de la máxima “el cliente siempre tiene la razón” nos está abocando a terrenos movedizos, especialmente cuando se trata de terapias innecesarias cuyo único objetivo es concordar con un ideal superficial de belleza y juventud.entre poder elegir lo que los avances biológicos nos ofrecen en términos de libertad y posibilidades, y convertir a nuestras adolescentes en tributarias del pack “prótesis mamaria”, “anticonceptivos orales” y “píldora del día después”, hay una enorme distancia. Es la insalvable distancia que separa la honradez –tan a menudo menospreciada- de la codicia y su buen marketing.
http://www.elconfidencial.com/alma-corazon-vida/2012/02/22/los-problemas-que-causamos-los-medicos-a-peticion-del-consumidor-sexual-93031/
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