Neuronas a partir de células de la piel para ver la esquizofrenia
Un 1% de la población mundial vive etapas de desconexión de la
realidad, periodos caracterizados por paranoias y alucinaciones, tanto
visuales como auditivas. Son los síntomas característicos de la
esquizofrenia, un trastorno mental que, a pesar de que los
investigadores llevan más de un siglo estudiándolo, sigue siendo
bastante desconocido.
Un equipo del Instituto Salk de Estudios Biológicos (La Jolla,
California) ha logrado, gracias a la reprogramación celular, estar un
paso más cerca de comprender la biología que se esconde tras esta
enfermedad. Y ha constatado que, sin duda, la esquizofrenia es "un
trastorno genético".
Según explica a ELMUNDO.es Fred Gage, coordinador del trabajo, "hemos convertido por primera vez células de la piel de pacientes esquizofrénicos en neuronas, un modelo que nos ha permitido observar que existe un déficit
en la forma en que las neuronas de los afectados se conectan entre sí y
también nos ha revelado nuevos genes implicados en la enfermedad".
El equipo, que publica su investigación en la revista 'Nature', aisló células de la piel de cuatro esquizofrénicos. Utilizando las técnicas de reprogramación las convirtieron en células iPS (células pluripotenciales inducidas), que se caracterizan porque se pueden transformar en cualquier tipo celular
del organismo (ya sean neuronas, hepatocitos....) y las cultivaron para
que se transformaran en neuronas. Esta técnica permite retroceder en el
tiempo y llevar células adultas a un estado simliar al de las células
madre embrionarias.
Repitieron el mismo proceso con personas sanas y después, compararon
las neuronas conseguidas de unos y otros. "Encontramos que las neuronas
de los esquizofrénicos eran diferentes y se conectaban peor entre sí",
indica Kristen Brennand, otra de las autoras.
"Nadie sabe hasta
qué punto los factores ambientales pueden contribuir al desarrollo de
la esquizofrenia, pero al fabricar este modelo hemos podido sacar ese
aspecto de la ecuación y centrarnos sólo en las causas genéticas y biológicas", señala la investigadora.
Así, "identificamos casi 600 genes cuya actividad
estaba mal regulada en las neuronas aisladas de los pacientes
esquizofrénicos. El 25% de estos genes ya se habían relacionado con la
enfermedad anteriormente, pero los otros no", dice Brennand. Para Gage,
"esto demuestra claramente que la esquizofrenia es una enfermedad
genética, que existe una disfunción neuronal que es independiente del
ambiente".
Fármacos personalizados
También aprovecharon este modelo, que es la primera vez que se
consigue de una enfermedad mental compleja, para probar la eficacia de
los fármacos. Tras administrar diversos antipsicóticos
descubrieron que sólo loxapina aumentaba la capacidad de las neuronas
para establecer conexiones con sus vecinas y también afectaba a la
actividad de varios genes.
"Los fármacos para la esquizofrenia tienen más beneficios de los que
pensamos. Pero por primera vez tenemos un modelo que nos permite
estudiar cómo funcionan en vivo y empezar a correlacionar los efectos de
la medicación con los síntomas", explican los autores. "Esta
investigación da un paso más hacia la medicina personalizada. Nos permite examinar neuronas derivadas del propio paciente y ver
qué fármaco es el que le viene mejor. Los enfermos se convierten en sus
propias cobayas", afirma Gong Chen, profesor de Biología que también ha
colaborado en el trabajo.
Asimismo, este modelo, que es una de las principales aplicaciones de
las células iPS, se puede repetir con otras enfermedades mentales que
siguen siendo un misterio, como el autismo o el trastorno bipolar. Ya se hizo algo similar hace un mes para el Parkinson.
"La esquizofrenia ejemplifica muchos de los retos de investigación
que suponen las enfermedades mentales. Sin entender las causas y la
biología del trastorno perdemos la capacidad de desarrollar tratamientos
efectivos o de tomar medidas de prevención. Por eso este trabajo es tan
importante, porque abre una nueva puerta al estudio de la patología",
concluye Gag
http://www.elmundo.es/elmundosalud/2011/04/13/neurociencia/1302695846.html
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