El papa Francisco y su próximo secretario de Estado, Pietro Parolin,
ya tienen una cosa en común. Hablan sin tapujos y lo que dicen, aunque
no se trate de una novedad aplastante, es analizado como indicio de los
tiempos que se avecinan. Las declaraciones de Jorge Mario Bergoglio durante el vuelo de regreso de Río de Janeiro
—“¿quién soy yo para juzgar a los gais?”— apuntaban a una Iglesia más
tolerante, menos inquisidora con quienes se salen del guion. Y ahora ha
sido Parolin, todavía nuncio del Vaticano en Venezuela, quien, al
abordar durante una entrevista un tema siempre polémico como el del
celibato obligatorio de los curas, ha dicho: “No es un dogma de la
Iglesia y se puede discutir porque es una tradición eclesiástica”.
En la primera parte de la frase no hay ninguna noticia. Efectivamente, el celibato no es un dogma —doctrina de Dios revelada por Jesucristo a los hombres y testificada por la Iglesia—. Lo que se las trae es que el nuevo número dos de la Iglesia, en su primera entrevista, concedida al diario El Universal de Venezuela, admita —para escozor de los sectores más conservadores del catolicismo— que es una cuestión sujeta a debate. ¿Abrirá la puerta el papa Francisco al matrimonio de los curas?
Monseñor Parolin matiza: “No se puede decir, sencillamente, que
pertenece al pasado. Es un gran desafío para el Papa porque él posee el
ministerio de la unidad y todas esas decisiones deben asumirse como una
forma de unir a la Iglesia, no de dividirla. Entonces se puede hablar,
reflexionar y profundizar sobre estos temas que no son de fe definida y
pensar en algunas modificaciones, pero siempre al servicio de la unidad y
todo según la voluntad de Dios. No es lo que me plazca sino de ser
fieles a lo que Dios quiere para su Iglesia”.
O sea, que sí. Que salvo que haya metido la pata en su primera entrevista como secretario de Estado in péctore, monseñor Pietro Parolin, diplomático vaticano de 58 años de edad, se sitúa en la línea dialogante de, entre otros, Claudio Hummes, el cardenal brasileño que en la Capilla Sixtina, justo en el momento de la elección del nuevo papa, abrazó a Jorge Mario Bergoglio y le susurró al oído: “No te olvides de los pobres”. Hummes fue prefecto para la Congregación para el Clero hasta 2010, momento en que fue sustituido por el cardenal italiano Mauro Piacenza, ferviente defensor del celibato obligatorio. “Desde los últimos cincuenta años”, declaro Piacenza el pasado año al portal Religión Digital, “es casi una moda agredir cíclicamente el celibato eclesiástico. En algunos ambientes es fácil intuir que se trata de una verdadera y propia estrategia. Contrariamente, la Iglesia es plenamente consciente de la extraordinaria riqueza de ese don, que Dios le ha hecho; ciertamente no es solo una ley eclesiástica”.
Hay partido, por tanto. Monseñor Piacenza, aún prefecto para la Congregación para el Clero, piensa que la escasez de vocaciones no puede ser la gatera por la que se cuele una relajación de las normas —“no debemos traicionar a los jóvenes bajando los ideales”—, mientras que monseñor Parolin, que tomará posesión de su cargo el próximo 15 de octubre, admite en su entrevista con el diario venezolano: “Dios habla de muchas maneras. Debemos estar atentos a esta voz que nos orienta sobre las causas y las soluciones, por ejemplo, de la escasez del clero. Entonces hay que tomar en cuenta, a la hora de adoptar decisiones, estos criterios (la voluntad de Dios, historia de la Iglesia), así como la apertura a los signos de los tiempos”.
Una Iglesia encerrada sobre sí misma, autocomplaciente, y otra que pone atenta el oído a lo que sucede a su alrededor, a las periferias del mundo. La revolución del papa Francisco, de la que aún solo se conocen gestos, aunque muy esperanzadores, se encontrará sin lugar a dudas con fuertes reticencias en el Vaticano. Para lograr vencerlas ha elegido curiosamente a un hombre, Pietro Parolin, formado en la Curia y con el que solo coincidió una vez en su vida. Fue hace algunos años, cuando el entonces arzobispo de Buenos Aires acudió al Vaticano para tratar sobre algunos asuntos de Argentina y fue recibido por el entonces subsecretario para las Relaciones con los Estados. Ahora serán el papa Francisco y el secretario de Estado. Juntos al frente de una Iglesia y un Estado que, según dice Parolin mientras hace las maletas en Caracas, tiene que caminar hacia “un espíritu más democrático”.
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/09/12/actualidad/1379015554_130045.html
En la primera parte de la frase no hay ninguna noticia. Efectivamente, el celibato no es un dogma —doctrina de Dios revelada por Jesucristo a los hombres y testificada por la Iglesia—. Lo que se las trae es que el nuevo número dos de la Iglesia, en su primera entrevista, concedida al diario El Universal de Venezuela, admita —para escozor de los sectores más conservadores del catolicismo— que es una cuestión sujeta a debate. ¿Abrirá la puerta el papa Francisco al matrimonio de los curas?
Es un desafío para el Papa. Tiene el ministerio de la unidad.Pietro Parolin, secretario de Estado vaticano
O sea, que sí. Que salvo que haya metido la pata en su primera entrevista como secretario de Estado in péctore, monseñor Pietro Parolin, diplomático vaticano de 58 años de edad, se sitúa en la línea dialogante de, entre otros, Claudio Hummes, el cardenal brasileño que en la Capilla Sixtina, justo en el momento de la elección del nuevo papa, abrazó a Jorge Mario Bergoglio y le susurró al oído: “No te olvides de los pobres”. Hummes fue prefecto para la Congregación para el Clero hasta 2010, momento en que fue sustituido por el cardenal italiano Mauro Piacenza, ferviente defensor del celibato obligatorio. “Desde los últimos cincuenta años”, declaro Piacenza el pasado año al portal Religión Digital, “es casi una moda agredir cíclicamente el celibato eclesiástico. En algunos ambientes es fácil intuir que se trata de una verdadera y propia estrategia. Contrariamente, la Iglesia es plenamente consciente de la extraordinaria riqueza de ese don, que Dios le ha hecho; ciertamente no es solo una ley eclesiástica”.
Hay partido, por tanto. Monseñor Piacenza, aún prefecto para la Congregación para el Clero, piensa que la escasez de vocaciones no puede ser la gatera por la que se cuele una relajación de las normas —“no debemos traicionar a los jóvenes bajando los ideales”—, mientras que monseñor Parolin, que tomará posesión de su cargo el próximo 15 de octubre, admite en su entrevista con el diario venezolano: “Dios habla de muchas maneras. Debemos estar atentos a esta voz que nos orienta sobre las causas y las soluciones, por ejemplo, de la escasez del clero. Entonces hay que tomar en cuenta, a la hora de adoptar decisiones, estos criterios (la voluntad de Dios, historia de la Iglesia), así como la apertura a los signos de los tiempos”.
Una Iglesia encerrada sobre sí misma, autocomplaciente, y otra que pone atenta el oído a lo que sucede a su alrededor, a las periferias del mundo. La revolución del papa Francisco, de la que aún solo se conocen gestos, aunque muy esperanzadores, se encontrará sin lugar a dudas con fuertes reticencias en el Vaticano. Para lograr vencerlas ha elegido curiosamente a un hombre, Pietro Parolin, formado en la Curia y con el que solo coincidió una vez en su vida. Fue hace algunos años, cuando el entonces arzobispo de Buenos Aires acudió al Vaticano para tratar sobre algunos asuntos de Argentina y fue recibido por el entonces subsecretario para las Relaciones con los Estados. Ahora serán el papa Francisco y el secretario de Estado. Juntos al frente de una Iglesia y un Estado que, según dice Parolin mientras hace las maletas en Caracas, tiene que caminar hacia “un espíritu más democrático”.
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/09/12/actualidad/1379015554_130045.html
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