Detrás del anuncio que hace llorar al mundo
Es el spot del año, visto por millones de personas a través
de YouTube y ensalzado incluso por directores de Hollywood. "El anuncio
que conmueve al mundo", dicen los titulares. De esos que no importa las
veces que lo veas, te sigue poniendo los pelos de punta. Esto es: salvo
que tengas que sufrir a la empresa que lo firma o sospeches que su
principal accionista, el magnate tailandés Dhanin Chearavanont, no ha seguido su mensaje solidario al amasar la mayor fortuna del sureste asiático.
El protagonista del anuncio de True Corporation, una empresa de telecomunicaciones tailandesa, es un niño al que sorprenden robando medicinas para su madre enferma. El dueño de un pequeño restaurante le salva del apuro, cubre lo hurtado y le ofrece comida gratis. Años después, cuando el hombre sufre un ataque al corazón y no puede pagar su operación, su hija recibe una factura ya satisfecha: aquel niño desamparado es ahora el médico que le salvará la vida. "Todos los gastos pagados hace 30 años...", se puede leer. ¿La moraleja publicitaria? "Dar es la mejor comunicación".
El mensaje resultaría más creíble si no me hubiera llevado cinco minutos subscribirse al servicio de televisión por cable de True Corporation y un mes darme de baja. Lo primero podía hacerse llamando por teléfono, pero para lo segundo había que cruzarse Bangkok, padecer su insufrible tráfico y descubrir que te faltaba otro documento. Por no hablar de su servicio de Internet, que rara vez ofrece la velocidad que contrataste, o los constantes problemas de cobertura de la red de telefonía móvil.
Uno está a favor de que las empresas vendan sus productos, pero empieza a resultar irritante su empeño en hacerlo insultando tu inteligencia con supuestos principios morales que rara vez siguen. Y así hay que soportar anuncios de bancos que aseguran pensar solo en tu futura vejez, mientras timan a ancianos con las preferentes; compañías petrolíferas cuya única preocupación es la preservación del oso polar, mientras hacen lobby por explotar el Ártico; o aseguradoras que te desean buena salud, por todas las razones menos la obvia de que no quieren pagar tu póliza. Disfrazadas de ONG, no tienen que explicar por qué el servicio no se corresponde con lo prometido.
El slogan compasivo de True Corporation tampoco casa con la imagen que uno tiene del dueño de la compañía. Dhanin Chearavanont, con una fortuna familiar que Forbes calcula en 9.000 millones de euros, es conocido por no hacer prisioneros a la hora de expandir sus negocios. Su imperio lleva décadas creciendo sin freno gracias a su olfato para el dinero, su habilidad para las conexiones políticas y las ventajas que ofrece pertenecer a la elite económica de un país con fuertes divisiones clasistas.
CP, el consorcio de empresas que incluye True Corporation, controla supermercados, restaurantes, sectores de la agricultura, fábricas de plástico, aseguradoras, bienes inmobiliarios, telecomunicaciones, cadenas de televisión o los más de 6.000 establecimientos 7Eleven repartidos por todo el país, dentro de una unidad de negocio que en la última década ha subido un 1.700% en bolsa. El millonario, cuya última gran adquisición fue una participación en la principal aseguradora china Ping An, alardeó años atrás de ser amigo de "la mitad" del Buró Político del régimen comunista, orgullo algo discutible tratándose de dictadores que violan sistemáticamente los Derechos Humanos de sus ciudadanos.
La influencia de Chearavanont en la política de los países en los que opera llevó al Congreso estadounidense a investigar sus movimientos en los años 90, entre acusaciones de financiación irregular y la contratación de personas del entorno de la familia Bush, supuestamente a cambio de favores políticos.
Lo mismo el magnate de origen chino, de 74 años, es a pesar de todo un hombre tan solidario y compasivo como los protagonistas del anuncio de su empresa. El spot, genialmente filmado, está cargado de emotividad. Pero uno se emociona aún más cuando su compañía de internet cumple lo pactado, su banco no intenta colarle cláusulas abusivas o la petrolera de turno resiste la tentación de amañar los precios de la gasolina, antes de desearte buen viaje. Es más: creo que se me saltarían las lágrimas si tuvieran la sensibilidad de venderme sus productos sin tomarme por idiota.
http://www.elmundo.es/elmundo/2013/10/16/comunicacion/1381905661.html?a=d2087677e36cb31e4f06785a369e370d&t=1381912785&numero=
El protagonista del anuncio de True Corporation, una empresa de telecomunicaciones tailandesa, es un niño al que sorprenden robando medicinas para su madre enferma. El dueño de un pequeño restaurante le salva del apuro, cubre lo hurtado y le ofrece comida gratis. Años después, cuando el hombre sufre un ataque al corazón y no puede pagar su operación, su hija recibe una factura ya satisfecha: aquel niño desamparado es ahora el médico que le salvará la vida. "Todos los gastos pagados hace 30 años...", se puede leer. ¿La moraleja publicitaria? "Dar es la mejor comunicación".
El mensaje resultaría más creíble si no me hubiera llevado cinco minutos subscribirse al servicio de televisión por cable de True Corporation y un mes darme de baja. Lo primero podía hacerse llamando por teléfono, pero para lo segundo había que cruzarse Bangkok, padecer su insufrible tráfico y descubrir que te faltaba otro documento. Por no hablar de su servicio de Internet, que rara vez ofrece la velocidad que contrataste, o los constantes problemas de cobertura de la red de telefonía móvil.
Uno está a favor de que las empresas vendan sus productos, pero empieza a resultar irritante su empeño en hacerlo insultando tu inteligencia con supuestos principios morales que rara vez siguen. Y así hay que soportar anuncios de bancos que aseguran pensar solo en tu futura vejez, mientras timan a ancianos con las preferentes; compañías petrolíferas cuya única preocupación es la preservación del oso polar, mientras hacen lobby por explotar el Ártico; o aseguradoras que te desean buena salud, por todas las razones menos la obvia de que no quieren pagar tu póliza. Disfrazadas de ONG, no tienen que explicar por qué el servicio no se corresponde con lo prometido.
El slogan compasivo de True Corporation tampoco casa con la imagen que uno tiene del dueño de la compañía. Dhanin Chearavanont, con una fortuna familiar que Forbes calcula en 9.000 millones de euros, es conocido por no hacer prisioneros a la hora de expandir sus negocios. Su imperio lleva décadas creciendo sin freno gracias a su olfato para el dinero, su habilidad para las conexiones políticas y las ventajas que ofrece pertenecer a la elite económica de un país con fuertes divisiones clasistas.
CP, el consorcio de empresas que incluye True Corporation, controla supermercados, restaurantes, sectores de la agricultura, fábricas de plástico, aseguradoras, bienes inmobiliarios, telecomunicaciones, cadenas de televisión o los más de 6.000 establecimientos 7Eleven repartidos por todo el país, dentro de una unidad de negocio que en la última década ha subido un 1.700% en bolsa. El millonario, cuya última gran adquisición fue una participación en la principal aseguradora china Ping An, alardeó años atrás de ser amigo de "la mitad" del Buró Político del régimen comunista, orgullo algo discutible tratándose de dictadores que violan sistemáticamente los Derechos Humanos de sus ciudadanos.
La influencia de Chearavanont en la política de los países en los que opera llevó al Congreso estadounidense a investigar sus movimientos en los años 90, entre acusaciones de financiación irregular y la contratación de personas del entorno de la familia Bush, supuestamente a cambio de favores políticos.
Lo mismo el magnate de origen chino, de 74 años, es a pesar de todo un hombre tan solidario y compasivo como los protagonistas del anuncio de su empresa. El spot, genialmente filmado, está cargado de emotividad. Pero uno se emociona aún más cuando su compañía de internet cumple lo pactado, su banco no intenta colarle cláusulas abusivas o la petrolera de turno resiste la tentación de amañar los precios de la gasolina, antes de desearte buen viaje. Es más: creo que se me saltarían las lágrimas si tuvieran la sensibilidad de venderme sus productos sin tomarme por idiota.
http://www.elmundo.es/elmundo/2013/10/16/comunicacion/1381905661.html?a=d2087677e36cb31e4f06785a369e370d&t=1381912785&numero=
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