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viernes, 11 de octubre de 2013

50 aniversario de su muerte Los amores de Édith Piaf

50 aniversario de su muerte Los amores de Édith Piaf


Cuentan que la pulsión amorosa latente en Édith Piaf era tan grande que, cuando dormía junto a sus amantes, tenía los puños cerrados. He aquí la clave de que ella y la gran Billie Holiday -tan autodestructiva en el amor y en todo lo demás como Édith- fueran las mejores intérpretes de 'Mon homme', una de las más bellas canciones del amado siglo XX. Era tanta la fuerza de la parisina al interpretarla que, apenas entonaba los primeros versos, ponía a las audiencias en pie. Y todavía es ahora, al cumplirse los cincuenta años de su muerte, cuando se sigue dando por sentado que esta inmortal pieza, original de André Willemetz, Jacques Charles y Maurice Yvain, popularizada por Fanny Brice en 1921, fue obra de Édith Piaf, quien empezó a cantarla en 1940.

Con todo, hay que disculpar el craso error pues, tanto el repertorio como la biografía de la mujer que simboliza como ninguna otra a París entendida como la ciudad del amor, gira única y exclusivamente en torno al amor. Hija de unos alcohólicos de vida turbia; hija, en fin, del abandono y la desgracia, la futura cantante buscó tan desesperadamente el amor hasta el final de su vida porque mientras crecía, entre el burdel de su abuela, el circo y la calle, le faltó.

Amó a Louis Dupont, el recadero que la dejó embarazada cuando sólo contaba 16 años. La niña que alumbró entonces murió cuando sólo tenía dos. Seguro que también amó a Louis Lepleé, el empresario que la descubrió cantando en la Place Pigalle y la puso a hacerlo en su cabaret con el nombre artístico de Édith Piaf. Aquel era el París mostrado en sus películas por Jean Renoir y Marcel Carné, el París del realismo poético francés, que asistía a una edad dorada de la 'chanson'. Todo era hermoso como una ilusión, que se truncó de pronto cuando Lepleé, a quien Édith llamaba 'papá', murió. Al punto, la joven Édith comenzó a beber.

Ajena a las servidumbres de la fama, Édith amó a cuantos hombres se le antojaron, dilapidando con todos su fortuna sin ser fiel a ninguno de ellos y sin el más mínimo pudor. "No me arrepiento de nada, barrí todos mis amores", proclamaría en su célebre 'Non, je ne regrette rien'. Entre aquellos amores de los años 30 destacó el compositor Raymond Asso, quien acabó de pulir su repertorio. Separados en el 39, cuando Asso fue movilizado durante la guerra, Édith se convirtió en la reina del music-hall y vivió un apasionado romance con Yves Montand, su compañero en los escenarios del Moulin Rouge.

Pero su gran amor fue el boxeador Marcel Cerdan. Se conocieron en el 45, en uno de los 'clubs' donde ella cantaba. El campeón estaba casado y el escándalo estalló en el 48. Édith precisaba tenerle siempre a su lado y Cerdan ya empezaba a descuidar su forma cuando el avión en que viajaba de París a Nueva York para ir al encuentro de la cantante, a la sazón reina del Carnegie Hall, se estrelló. Hundida por el dolor, empezó a consumir morfina. Fue a él a quien dedicó su versión más conmovedora de 'Hymne a l'amour'.

Ya al otro lado del juego del amor, comenzó a doblar la edad a sus amantes. Se dice que entre los hombres a los que amó después contaba Marlon Brando. Lo cierto es que tuvo romances con Charles Aznavour y el resto de los cantantes a los que catapultó. Con Georges Moustaki -quien escribió para ella 'Milord'- mantuvo una apasionada relación en el 58. El autor de 'Le métèque' la dejó cansado de sus borracheras. Lo que no fue óbice para que en 1981 la evocara emocionado en 'Si elle etendait ça'. Tras Moustaki llegó su último marido, el peluquero griego Theo Harapo, que la vio morir en 1963.


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