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sábado, 8 de diciembre de 2012

"¿Por qué no friegas tú?": los problemas que suelen acabar con la vida en pareja

"¿Por qué no friegas  tú?": los  problemas que suelen acabar con la vida en  pareja"¿Por qué no friegas tú?": los problemas que suelen acabar con la vida en pareja
Como todo el mundo sabe, mantener en buen estado una relación de pareja no es algo sencillo. Según pasan los años surgen problemas que, si no se solucionan de forma adecuada, pueden minar el amor y destruir la convivencia. Tal como advertía la psicóloga Carmen Loureiro en una reciente entrevista a este diario, solemos pensar que los problemas que atañen a nuestra relación son inevitables, imprevisibles y, en la mayoría de ocasiones, algo que solo nos ocurre a nosotros. La realidad, sin embargo, es muy distinta. Las situaciones de crisis que viven las parejas son siempre las mismas, se pueden identificar con bastante facilidad, y se pueden solucionar si se cuenta con las herramientas adecuadas.
En realidad, los problemas de una relación responden a unos patrones fijos que se pueden clasificar en tres grandes grupos. Estos problemas son cíclicos, y en alguna u otra ocasión, con mayor o menor intensidad, lo sufren todas las parejas. El éxito de una relación reside, precisamente, en saber identificar los patrones a tiempo, antes de que vayan a más y de que se entremezclen, lo que puede dinamitar sin remedio el noviazgo. La mala noticia es que es prácticamente inevitable sufrir alguno de estos ciclos en el transcurso de una relación, la buena, que con esfuerzo y actitud se pueden superar sin grandes trastornos.
Patrón 1: Jugar a enfadarse
¿Qué es?
Regañar a nuestro compañero porque ha hecho algo que creemos que no es correcto puede ser algo positivo, pero si se hace constantemente y sin valorar el por qué de nuestro enfado, puede hacer que entremos en una espiral negativa. Ésta empieza cuando las dos partes de la pareja se culpan mutuamente de fallos y errores en la convivencia, a veces insignificantes, sin parar a pensar que se puede hacer realmente por solucionar aquello que nos molesta.
El lingüista Sebastià Serrano, en una entrevista con El Confidencial, apuntó que jugar a enfadarse es una de las dinámicas que más daño hacen a las parejas: “Al final todo funciona mediante signos verbales y si no encuentras el tono de voz adecuado, si te mantienes en silencio, o si subes un poco el volumen, el otro empieza a decir que 'estás enfadado'. Jugar a enfadarse es muy fácil. A veces incluso nos insultamos un poco, o incluso nos menospreciamos. Un grupo de investigadores de EE.UU., que ha estudiado esto en profundidad, dicen que en el momento en que hay expresiones de menosprecio ya no hay prácticamente vuelta atrás”.
¿Por qué surge?
El culpar a otro cuando creemos que ha hecho algo mal es un mecanismo natural de defensa, en la medida en que esperamos que, gracias a nuestra intervención, el problema desaparezca. Esto en sí está muy bien, pero tiene muchas pegas, en la medida en que, en muchas ocasiones, la persona a la que culpamos no tiene nada que ver con el problema. Simplemente apuntamos con el dedo a quien tenemos más cerca. Esto puede llevar a situaciones muy desagradables, pues se trata de un mecanismo de control que puede acabar creando una situación de sometimiento en una pareja, en la que una de las partes tiene siempre la culpa. Y esto, por fuerza, acaba mal.
Todos hemos visto a parejas que se pasan el día discutiendo, y tarde o temprano acaban separándoseAunque en ocasiones tengamos razón, regañar a nuestra pareja no soluciona nunca los problemas. Todos hemos visto a parejas que se pasan el día discutiendo, y tarde o temprano acaban separándose. La psicóloga Sue Johnson acuñó la expresión “diálogos demoníacos” para referirse a este tipo de ciclos destructivos de la pareja, en la que las partes discuten por cosas insignificantes, echándose la culpa sin llegar a ninguna conclusión. –“¿Por qué no has fregado?” –“Llegué muy tarde de trabajar, ¿por qué no has fregado tú?” –“Estaba con los niños, ¿es que nadie va a pensar en los niños?” –“Yo les he llevado al colegio” –“Sabes perfectamente que a mí no me da tiempo”… Este tipo de conversaciones no tienen fin, y son enormemente destructivas.
¿Cómo podemos solucionarlo?
Lo primero que tenemos que hacer ante estas situaciones es no comportarnos de forma impulsiva. Para solucionar este patrón destructivo hay que pensar en frío, y meditar antes de enzarzarse en discusiones con la pareja. La mayoría de los problemas por los que surge este ciclo de regañinas son fácilmente solucionables si se discuten las cosas calmadamente y con lógica, sin entrar en valoraciones personales. Si realmente hay algo que hace tu pareja que te molesta debes decirlo, pero mostrando empatía y estando abierto al diálogo. En definitiva, hay que hacer peticiones, no demandas. A tu pareja no puedes pedirle el libro de reclamaciones.
Patrón 2: Perder la confianza
¿Qué es?
La falta de confianza en nuestra pareja es causante de muchos de los problemas que habitualmente sufren las relaciones. Los celos, la inseguridad y, la infidelidad –la muestra más evidente de falta de confianza– son frutos del mismo árbol. El problema se forja debido a la inhabilidad de una de ambas partes, o las dos al mismo tiempo, para confiar en el otro, lo que genera multitud de problemas. En cuanto la deshonestidad y la mentira entran en juego (y no sólo la suposición de que existen) el problema se puede considerar fatal.
¿Por qué surge?
La desconfianza en la pareja aparece siempre debido a una falta de comunicación. Por lo general, todas las situaciones de celos, o las sospechas de que la otra persona no está siendo del todo sincera, surgen por pequeños malentendidos que no se han atajado a tiempo.
Llega un momento en el que no se está del todo seguro del vínculo creado y se empieza a desconfiarEste problema es muy habitual en las parejas que se basan más en la pasión que en la amistad, y suele aparecer cuando comienza la convivencia: simplemente llega un momento en el que no se está del todo seguro del vínculo creado y se empieza a desconfiar, algo que no sucede, o al menos no tan rápido, en las relaciones donde las dos partes comparten gustos e inquietudes comunes.
A veces surge un problema de confianza cuando una de las partes es muy insegura, o ha tenido en el pasado relaciones traumáticas. Estas personas tienden a sentir miedo de que su pareja les abandone y se crean la ficción de que la otra parte no está siendo sincera, o tiene algo que ocultar. Esto crea grandes dificultades en la relación de pareja. La falta de confianza puede funcionar como una profecía autocumplida: acabamos actuando de forma alienante y agresiva y, acabamos consiguiendo lo que tanto temíamos, que la pareja se rompa.
¿Cómo podemos solucionarlo?
Si la falta de confianza surge por un problema de comunicación, la única forma de acabar con ella reside en establecer canales sólidos para contar a nuestra pareja lo que realmente sentimos. Para algunas parejas basta con esto, para otras hay que ir más allá. En ocasiones es una de las partes de la pareja la que puede tener un problema de adicción, depresión o falta de autoestima, que quizás es necesario solucionar con ayuda psicológica. Si la falta de confianza tiene una base real, debido a infidelidades, menosprecio o pasotismo, sólo hay dos opciones: o se trazan unas líneas rojas, se perdona y se vuelve a empezar, o se puede dar por acabada la relación (algo que no siempre es la peor de las opciones en estos casos).
Patrón 3: Distanciarse emocionalmente
¿Qué es?
Las parejas que fracasan al comunicar sus emociones acaban distanciándose irremediablemente. El problema es que, a diferencia de la falta de comunicación, la distancia emocional puede surgir casi sin que nos demos cuenta, en parejas que realmente se aman, pero que entran en una rutina que mina la pasión y les separa irremediablemente.
¿Por qué surge?
El distanciamiento emocional es el patrón más difícil de identificar, y el que surge en las parejas con mayor recorrido. A nadie le gusta que sus necesidades emocionales no sean satisfechas, pero es algo que es difícil de expresar. Y muchas veces, aunque una de las partes se de cuenta de que su pareja no está del todo feliz con la relación, no encuentra el modo de satisfacer sus demandas emocionales.
El distanciamiento es muy habitual cuando se tienen hijos o cuando se atraviesan etapas de mucho trabajo, y no se tiene tiempo para cuidar la relaciónEl problema, además, suele aparecer por terceras cuestiones. El distanciamiento es muy habitual cuando se tienen hijos –pues se dedica más tiempo a atender estos que a satisfacer a la pareja– o cuando se atraviesan etapas de mucho trabajo, y no se tiene tiempo para cuidar la relación. Cuando, además, se descuida la intimidad sexual y descienden las muestras de cariño, la pareja deja de ser una pareja, para parecer simples compañeros de piso. Y esto no trae nada bueno.
¿Cómo podemos solucionarlo?
Para reconstruir la intimidad emocional hay que trabajar la sinceridad y, sobre todo, luchar contra el aburrimiento y la rutina. Para lograr esto es necesario poder dedicar más tiempo a la pareja, aunque haya que renunciar a otras actividades, y restaurar la intimidad sexual, que es clave para lograr restablecer un vínculo emocional marchito. El sexo debe verse como una prioridad, pero no como una obligación o algo que hacemos para satisfacer a la otra parte, sino como una herramienta que realmente puede ayudarnos a tener una relación satisfactoria y sana.
 

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