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martes, 5 de febrero de 2013

Una nevera con EPO china

Una nevera con EPO china
 

Martes 5 de febrero. Quinto día de la Operación Puerto. Etapa de transición, corta y llana. Llegada al sprint. Desgaste mínimo. Jornada de recuperación tras la dureza del lunes, que les había dejado exhaustos y tocados.
  O eso creían ellos, algunos de los acusados: unas tachuelas de nada, unas dudas a destiempo, se les atragantaron. Seguramente sufrieron un problema de falta de preparación, o de exceso de confianza.
 Tocaba en los juzgados de Julián Camarillo, en Madrid, la visita de algunos testigos técnicos relacionados con el hematólogo y gran experto sanguíneo del grupo, el más sabio de los machacas (denominación extraída de los papeles de Fuentes), José Luis Merino Batres (exculpado por su Alzheimer): su exjefe en el hospital de la Princesa, un inspector farmacéutico que asistió al registro del botiquín-botín de Zurbano 92 (el laboratorio de Merino) y dos amigos del hematólogo, dos directores de centros autonómicos de transfusiones, el de Valencia y el de Sevilla. Los dos que amablemente le prestaron glicerol el 15 de mayo de 2006, un día en el que la falta de este líquido precioso para poder congelar los hematíes (la parte sólida de la sangre, los glóbulos rojos una vez ruidosamente centrifugado el líquido, el plasma, a 1.500 revoluciones por minuto) le hizo temer por el hundimiento del negocio.
O una parte del negocio, la que les había obligado a una fuerte inversión (dos máquinas congeladoras de sangre en circuito cerrado Haemonetics ACP-215 a 35.000 cada una, un arcón congelador) y provocado fricciones entre los amigos. Incluso, parte de la culpa de la caída de Manolo Saiz, según la Guardia Civil, la tuvo esta inversión: Fuentes le adeudaba su parte en la compra y le daba largas diciéndole que le pagaría cuando Saiz le pagara lo que le debía a él. Por videoconferencia los dos amigos de los centros de transfusiones de Valencia y Sevilla contaron cómo le enviaron el glicerol. Pero no por amistad, sino porque pensaban que lo necesitaba para su puesto de trabajo oficial, el de jefe de sección de hematología en La Princesa, y a un colega siempre se le echa una mano. Ambos testigos obviaron explicar, porque nadie se lo preguntó, que por qué pensaban que en La Princesa se pudieran congelar los hematíes, un método del que solo disponían entonces, primavera de 2006, una minoría de centros privilegiados.
 Pero dentro de estos plácidos, casi anodinos, testimonios, se escondía una pequeña emboscada. Muy seguro de su afirmación, dándola por sentada, el abogado de Eufemiano Fuentes —ayer en un papel secundario— se interesó por el funcionamiento de la ACP-215. “¿Verdad que si el congelado sale mal se aprecia a simple vista?”, le preguntó a la directora jubilada del centro de Sevilla. Y esta respondió: “Sí, pero solo al descongelarlo, que es cuando se produce hemolisis (rotura de glóbulos rojos) si está mal hecho el proceso”. El recuerdo llevó a alguno de los presentes al libro de Tyler Hamilton, al capítulo en el que el exciclista y cliente de Fuentes relata cómo una transfusión en Limoges en el Tour 2004 con una bolsa en no muy buen estado le tuvo toda la noche orinando rojo profundo, asustado.
 La segunda tachuela surgió también tras una pregunta del defensor de Fuentes al inspector farmacéutico y hacía referencia a una segunda supuesta pata del negocio de Fuentes: la venta de medicamentos a sus clientes, a los que cargaba, según algunos documentos, un 20% sobre los precios que le hacían su proveedor alemán, Markus Choina, o los que lograba comprando vía Internet otros productos ilegales.
 Le preguntó el letrado de la defensa si los medicamentos importados de Europa eran legales, y, como si fuera un elemento de la acusación, le respondió el testigo de la Agencia Española del Medicamento que si tienen el sello de la Agencia Europea del Medicamento, que garantiza su seguridad, su eficacia y su calidad (y el cartonaje llega en castellano), no hay ilegalidad en esos medicamentos; y continuó con un ejemplo duro de tragar: “Pero si llegan de China, por ejemplo, transportados en barco y sin garantías de su origen, no cumplen con esas condiciones, por lo que pueden ser un motivo de riesgo para la salud pública”.
 Justamente en la nevera de la calle madrileña Alonso Cano, compartiendo espacio con algunas bolsas de sangre a la espera de ser congeladas, la Guardia Civil halló decenas de medicamentos, entre ellos cuatro cajas de Eposino, EPO de origen chino, y otras de Jintropín, hormona de crecimiento china también.

http://deportes.elpais.com/deportes/2013/02/05/actualidad/1360092215_455197.html

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