Cómo combatir el estrés nutricional
Las situaciones difíciles y las preocupaciones del día a día influyen en nuestra alimentación, haciendo que aumenten nuestras ganas de consumir productos poco saludables
Ante una preocupación ocasional o un problema concreto, lo normal es que se nos cierre el estómago y perdamos el apetito. Sin embargo, ante situaciones de estrés más prolongadas o preocupaciones que se alargan más de lo normal, ocurre todo lo contrario, aumentan nuestras ganas de comer. Es lo que se llama estrés nutricional, una alteración en el funcionamiento de nuestro organismo ante el consumo excesivo o falto de algunos nutrientes. Esto se debe a que nuestro propio organismo quiere sustituir el malestar que nos produce una determinada situación por algún acto placentero como puede ser comer. Por eso, en estas ocasiones lo que nos pide el cuerpo son dulces, chucherías, comida rápida o, en definitiva, aquellos productos que más nos gustan.
En otoño es frecuente padecer este tipo de estrés. Acabamos de volver de las vacaciones, nos cuesta adaptarnos de nuevo a la rutina y cualquier problema sin importancia nos parece un mundo. En estos casos, seguro que más de una vez hemos atacado la nevera como si no hubiera un mañana o hemos bajado corriendo a los chinos a comprar un paquete de patatas o una tableta de chocolate. Por una vez no pasa nada, pero si esto se convierte en una costumbre puede constituir un serio problema.
Para evitarlo, lo más recomendable es llevar una dieta sana, variada y equilibrada. No se trata ni de comer mucho ni poco, sino lo necesario para que nos sintamos bien. También, aunque en ocasiones sea difícil y dispongamos de poco tiempo para ello, es recomendable hacer las comidas en casa o cocinar allí el almuerzo que nos llevaremos al trabajo al día siguiente, pues si comemos en la calle tendremos más facilidad de caer en la tentación de pedir un plato apetecible pero poco saludable.
Muchos médicos y nutricionistas recomiendan hacer varias comidas ligeras a lo largo del día, así nos será más fácil mantener una sensación de saciedad y nos permitirá aguantar mejor las horas entre comidas. Si aún así, no podemos evitar que nos "ruja" el estómago, siempre podemos optar por una pieza de fruta como una manzana o un plátano, un yogur desnatado o una barrita de cereales.
http://www.elpais.com/sociedad/salud/
En otoño es frecuente padecer este tipo de estrés. Acabamos de volver de las vacaciones, nos cuesta adaptarnos de nuevo a la rutina y cualquier problema sin importancia nos parece un mundo. En estos casos, seguro que más de una vez hemos atacado la nevera como si no hubiera un mañana o hemos bajado corriendo a los chinos a comprar un paquete de patatas o una tableta de chocolate. Por una vez no pasa nada, pero si esto se convierte en una costumbre puede constituir un serio problema.
Para evitarlo, lo más recomendable es llevar una dieta sana, variada y equilibrada. No se trata ni de comer mucho ni poco, sino lo necesario para que nos sintamos bien. También, aunque en ocasiones sea difícil y dispongamos de poco tiempo para ello, es recomendable hacer las comidas en casa o cocinar allí el almuerzo que nos llevaremos al trabajo al día siguiente, pues si comemos en la calle tendremos más facilidad de caer en la tentación de pedir un plato apetecible pero poco saludable.
Muchos médicos y nutricionistas recomiendan hacer varias comidas ligeras a lo largo del día, así nos será más fácil mantener una sensación de saciedad y nos permitirá aguantar mejor las horas entre comidas. Si aún así, no podemos evitar que nos "ruja" el estómago, siempre podemos optar por una pieza de fruta como una manzana o un plátano, un yogur desnatado o una barrita de cereales.
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