Un vientre de quita y pon
¿Frivolidad o necesidad? ¿Avance significativo o pérdida de tiempo? El trasplante de útero despierta el recelo de algunos expertos que consideran que los riesgos de esta intervención no son compensados por sus beneficios: que una mujer con problemas para concebir tenga un embarazo y, por tanto, un hijo propio.
Sin embargo, un equipo de expertos suecos parece estar dispuesto a llevarlo a la realidad con garantías –sería el segundo que se hace en la Historia– en menos de un año. La noticia saltó a los medios británicos gracias al testimonio de una de las parejas seleccionadas hasta ahora por estos investigadores. Eva y Sara Ottoson, madre e hija, están dispuestas a someterse a esta operación.
Sara, de 25 años, sufre una rara enfermedad que impidió el correcto desarrollo de su aparato reproductor y hace imposible que geste a un feto. Eva lo tiene claro: "Ambas pensamos que es sólo un útero. Ella lo necesita más que yo", declaraba a la prensa del Reino Unido, país en el que reside.
Pero la intervención que salvaría estas dificultades para tener un hijo "es mucho más complicada que otros trasplantes de órganos sólidos", reconoce a ELMUNDO.es Mats Brännström, catedrático de Ginecología y Obstetricia en el Hospital Universitario Sahlgrenska, en Goteborg (Suecia) y director del proyecto que persigue realizar este trasplante.
Para Rafael Matesanz, director de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT), "cuando se habla de un beneficio más que dudoso, como en esta intervención, es necesario valorarlo cuidadosamente desde el punto de vista ético".
El trasplante de útero es una de las vías posibles para satisfacer los deseos de maternidad y de gestación de aquellas mujeres que no pueden concebir y desean un embarazo. Como Sara, que descubrió en su adolescencia que sufría el síndrome de Rokitansky-Küster-Hauser, también conocido como agenesia vaginal.
Se trata de una anomalía del crecimiento de los conductos de Müller que causa malformaciones en la vagina, el cérvix y el útero, en los casos más graves. Una de cada 5.000 mujeres sufre este trastorno y no puede tener hijos, aunque técnicamente son fértiles, ya que los ovarios no están afectados.
"El diagnóstico se hace cuando las niñas acuden a la consulta porque no tienen menstruación", explica Javier de Santiago, jefe del Servicio de Ginecología del Hospital de La Paz (Madrid). "Cuando las pacientes tienen deseos de mantener relaciones, se les hace una reconstrucción de la vagina", añade. Pero siguen siendo estériles.
Éste es, precisamente, uno de los mayores obstáculos de la operación. "La cirugía se hace a nivel muy profundo en la pelvis y es difícil obtener vasos largos [para conectar bien el órgano]", explica Mats Brännström, que asegura que a su favor está más de una década de estudios sobre la materia.
"Empezamos a trabajar con animales en 1999 y hemos demostrado por primera vez que es posible lograr una descendencia normal después de un trasplante alogénico [genéticamente incompatible] de útero", subraya el ginecólogo sueco. "También hemos conseguido la supervivencia a largo plazo de este órgano en trasplantes en babuinos y otros animales".
El fracaso del precedente saudí se podría explicar por la falta de entrenamiento de los médicos que lo llevaron a cabo. "El problema es que no habían hecho muchos estudios. Nosotros llevamos 10 años investigando sobre los tratamientos inmunosupresores, la conservación del tejido, la fertilidad después del trasplante, las técnicas quirúrgicas, etc.", señala César Díaz García, del Hospital La Fe de Valencia, que colabora con Brännström en este proyecto y está aprendiendo la técnica.
Sin embargo, sólo se han logrado embarazos en ratas, así que no hay datos suficientes sobre la respuesta del órgano ante los grandes cambios que deberá experimentar durante la gestación, un punto de preocupación para algunos médicos. "El riesgo de rotura uterina no se puede descartar", recuerda Rafael Matesanz. Para De Santiago, las esperanzas de que salga bien son "escasas".
A pesar de todo, Brännström y su equipo han iniciado una fase de screening en la cual han identificado ya a 10 parejas que son potenciales candidatas a este trasplante. "Nos hemos reunido con ellas y les hemos informado acerca de la intervención", indica Díaz García.
"Eva y Sara Ottoson forman parte de este grupo seleccionado", confirma el director del proyecto. "Pero tienen que someterse a todas las pruebas necesarias para ver si avanzan como pareja viable".
Una vez que estos análisis se vayan completando, el equipo sueco pretende dar el siguiente y definitivo paso. La idea es "pedir en otoño el permiso a las autoridades" –confirma el médico sueco– "y realizar el trasplante, esperamos, el año que viene".
El proceso completo, ya que el objetivo último es lograr que la mujer tenga descendencia, "sería implantar el útero, esperar un año antes de buscar el embarazo y si éste se consigue y llega a término, extraer el útero en el mismo momento de la cesárea", señala el médico español. La idea de retirar el órgano una vez que la mujer haya dado a luz evitaría los problemas que generan los inmunosupresores a largo plazo.
Estos fármacos, imprescindibles para la supervivencia de cualquier trasplante, son otro de los puntos calientes de esta intervención. Sobre todo porque su efecto sobre el feto no está bien determinado, aunque, según Brännström, "hay un estudio con 500.000 pacientes que habían tenido un trasplante de órgano sólido que señala que son seguros".
La técnica, como recuerda el director de la Organización Nacional de Trasplantes, es experimental y los avances deberán alcanzarse mediante ensayo-error, igual que en los trasplantes de extremidades y cara. Del mismo modo, deberán recibir el visto bueno de Sanidad para llevarse a cabo.
A pesar de todas las dificultades, expertos como Pellicer creen que "va a existir demanda. De hecho, desde que se sabe que estamos interesados en el tema, unas cuantas mujeres me han preguntado", asegura. La opinión de las afectadas es un factor decisivo para el equipo valenciano. "Es muy complicado evaluar la importancia de ser madre para un mujer", asegura.
Su colega, César Díaz, coincide: "Es muy importante saber que hay mujeres que necesitan este trasplante. Hay gente muy crítica porque la intervención no salvaría vidas pero hay muchas personas que no pueden cumplir sus deseos de gestar y tener un hijo propio", añade.
Pero no todo el mundo es partidario de seguir adelante con esta vía. ¿Es ético poner en riesgo la vida de una mujer para satisfacer sus deseos de maternidad?
Para Matesanz, la respuesta está clara: "Trasplantar órganos en patologías que ni son vitales ni representan un riesgo grande para el paciente, para conseguir un embarazo propio cuando existen alternativas racionales es traspasar un límite que en la medicina no se debe sobrepasar".
De Santiago, sin embargo, cree que "si la mujer está bien informada y muy motivada, no es éticamente reprobable". La polémica, si un día se llega a discutir oficialmente sobre el trasplante de útero, será sin duda intensa.
http://www.elmundo.es/elmundosalud/2011/06/17/mujer/1308330131.html
Sin embargo, un equipo de expertos suecos parece estar dispuesto a llevarlo a la realidad con garantías –sería el segundo que se hace en la Historia– en menos de un año. La noticia saltó a los medios británicos gracias al testimonio de una de las parejas seleccionadas hasta ahora por estos investigadores. Eva y Sara Ottoson, madre e hija, están dispuestas a someterse a esta operación.
Sara, de 25 años, sufre una rara enfermedad que impidió el correcto desarrollo de su aparato reproductor y hace imposible que geste a un feto. Eva lo tiene claro: "Ambas pensamos que es sólo un útero. Ella lo necesita más que yo", declaraba a la prensa del Reino Unido, país en el que reside.
Pero la intervención que salvaría estas dificultades para tener un hijo "es mucho más complicada que otros trasplantes de órganos sólidos", reconoce a ELMUNDO.es Mats Brännström, catedrático de Ginecología y Obstetricia en el Hospital Universitario Sahlgrenska, en Goteborg (Suecia) y director del proyecto que persigue realizar este trasplante.
Para Rafael Matesanz, director de la Organización Nacional de Trasplantes (ONT), "cuando se habla de un beneficio más que dudoso, como en esta intervención, es necesario valorarlo cuidadosamente desde el punto de vista ético".
El trasplante de útero es una de las vías posibles para satisfacer los deseos de maternidad y de gestación de aquellas mujeres que no pueden concebir y desean un embarazo. Como Sara, que descubrió en su adolescencia que sufría el síndrome de Rokitansky-Küster-Hauser, también conocido como agenesia vaginal.
Se trata de una anomalía del crecimiento de los conductos de Müller que causa malformaciones en la vagina, el cérvix y el útero, en los casos más graves. Una de cada 5.000 mujeres sufre este trastorno y no puede tener hijos, aunque técnicamente son fértiles, ya que los ovarios no están afectados.
"El diagnóstico se hace cuando las niñas acuden a la consulta porque no tienen menstruación", explica Javier de Santiago, jefe del Servicio de Ginecología del Hospital de La Paz (Madrid). "Cuando las pacientes tienen deseos de mantener relaciones, se les hace una reconstrucción de la vagina", añade. Pero siguen siendo estériles.
Una intervención con solera
La idea de trasplantar el útero a mujeres que sufren éste u otros problemas viene de lejos. En 1918 se llevó a cabo el primer intento, aunque sin éxito. El siguiente se realizó en Arabia Saudí en el año 2000 y, aunque el resultado fue en principio satisfactorio, tres meses después los médicos tuvieron que extirpar el útero a la paciente por problemas de riego sanguíneo.Éste es, precisamente, uno de los mayores obstáculos de la operación. "La cirugía se hace a nivel muy profundo en la pelvis y es difícil obtener vasos largos [para conectar bien el órgano]", explica Mats Brännström, que asegura que a su favor está más de una década de estudios sobre la materia.
"Empezamos a trabajar con animales en 1999 y hemos demostrado por primera vez que es posible lograr una descendencia normal después de un trasplante alogénico [genéticamente incompatible] de útero", subraya el ginecólogo sueco. "También hemos conseguido la supervivencia a largo plazo de este órgano en trasplantes en babuinos y otros animales".
El fracaso del precedente saudí se podría explicar por la falta de entrenamiento de los médicos que lo llevaron a cabo. "El problema es que no habían hecho muchos estudios. Nosotros llevamos 10 años investigando sobre los tratamientos inmunosupresores, la conservación del tejido, la fertilidad después del trasplante, las técnicas quirúrgicas, etc.", señala César Díaz García, del Hospital La Fe de Valencia, que colabora con Brännström en este proyecto y está aprendiendo la técnica.
Sin embargo, sólo se han logrado embarazos en ratas, así que no hay datos suficientes sobre la respuesta del órgano ante los grandes cambios que deberá experimentar durante la gestación, un punto de preocupación para algunos médicos. "El riesgo de rotura uterina no se puede descartar", recuerda Rafael Matesanz. Para De Santiago, las esperanzas de que salga bien son "escasas".
A pesar de todo, Brännström y su equipo han iniciado una fase de screening en la cual han identificado ya a 10 parejas que son potenciales candidatas a este trasplante. "Nos hemos reunido con ellas y les hemos informado acerca de la intervención", indica Díaz García.
"Eva y Sara Ottoson forman parte de este grupo seleccionado", confirma el director del proyecto. "Pero tienen que someterse a todas las pruebas necesarias para ver si avanzan como pareja viable".
Una vez que estos análisis se vayan completando, el equipo sueco pretende dar el siguiente y definitivo paso. La idea es "pedir en otoño el permiso a las autoridades" –confirma el médico sueco– "y realizar el trasplante, esperamos, el año que viene".
El proceso completo, ya que el objetivo último es lograr que la mujer tenga descendencia, "sería implantar el útero, esperar un año antes de buscar el embarazo y si éste se consigue y llega a término, extraer el útero en el mismo momento de la cesárea", señala el médico español. La idea de retirar el órgano una vez que la mujer haya dado a luz evitaría los problemas que generan los inmunosupresores a largo plazo.
Estos fármacos, imprescindibles para la supervivencia de cualquier trasplante, son otro de los puntos calientes de esta intervención. Sobre todo porque su efecto sobre el feto no está bien determinado, aunque, según Brännström, "hay un estudio con 500.000 pacientes que habían tenido un trasplante de órgano sólido que señala que son seguros".
En España
En nuestro país también se está estudiando esta posibilidad como una solución más a los problemas de fertilidad. Hace poco más de un año, el Hospital La Fe y el Instituto Valenciano de Infertilidad (IVI) anunciaron su intención de realizar un trasplante de útero en un periodo de "dos o tres años", aunque aún no hay ningún avance significativo. "Primero tenemos que asegurarnos de que técnicamente es viable en primates y cuando tengamos esta certeza vendrá el momento de analizar si se puede acometer en humanos", explica Antonio Pellicer, director del Área de Salud de la Mujer de La Fe.La técnica, como recuerda el director de la Organización Nacional de Trasplantes, es experimental y los avances deberán alcanzarse mediante ensayo-error, igual que en los trasplantes de extremidades y cara. Del mismo modo, deberán recibir el visto bueno de Sanidad para llevarse a cabo.
A pesar de todas las dificultades, expertos como Pellicer creen que "va a existir demanda. De hecho, desde que se sabe que estamos interesados en el tema, unas cuantas mujeres me han preguntado", asegura. La opinión de las afectadas es un factor decisivo para el equipo valenciano. "Es muy complicado evaluar la importancia de ser madre para un mujer", asegura.
Su colega, César Díaz, coincide: "Es muy importante saber que hay mujeres que necesitan este trasplante. Hay gente muy crítica porque la intervención no salvaría vidas pero hay muchas personas que no pueden cumplir sus deseos de gestar y tener un hijo propio", añade.
Pero no todo el mundo es partidario de seguir adelante con esta vía. ¿Es ético poner en riesgo la vida de una mujer para satisfacer sus deseos de maternidad?
Para Matesanz, la respuesta está clara: "Trasplantar órganos en patologías que ni son vitales ni representan un riesgo grande para el paciente, para conseguir un embarazo propio cuando existen alternativas racionales es traspasar un límite que en la medicina no se debe sobrepasar".
De Santiago, sin embargo, cree que "si la mujer está bien informada y muy motivada, no es éticamente reprobable". La polémica, si un día se llega a discutir oficialmente sobre el trasplante de útero, será sin duda intensa.
http://www.elmundo.es/elmundosalud/2011/06/17/mujer/1308330131.html
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