Las mafias chinas que operan en España están cambiando de «negocio»: más prostitución y menos talleres clandestinos. Así lo reflejan las estadísticas policiales que apuntan a que la proporción entre los delitos de explotación laboral y sexual cometidos por chinos ha comenzado a invertirse en el último año.
Si en 2011, la Policía arrestó a 120 ciudadanos chinos por delitos contra los derechos de los trabajadores y solo 71 por prostitución, en los cinco primeros meses de este año el balance es justo el inverso y ya ha detenido a 43 personas por explotación sexual y solo a 34 por regentar talleres clandestinos.
Según estos datos, la Policía Nacional ha liberado de enero a mayo a 78 mujeres que habían caído en las garras de las redes de la prostitución china, frente a las 129 víctimas de todo el año pasado.
Los «pisos patera» en los que encierran a las víctimas son insalubres
Los talleres ilegales, en los que estas mafias han explotado tradicionalmente a sus compatriotas, parecen ya no ser tan rentables frente a la prostitución, que garantiza beneficios inmediatos. Un cambio de tendencia que no ha pasado desapercibido para las Fuerzas de Seguridad.
Analistas de la Unidad Central contra las Redes de Inmigración y Falsedades Documentales (UCRIF) de la Policía reconocen que la mafia china ha reorientado sus «negocios» hacia la prostitución forzada, las extorsiones, los secuestros y las falsificaciones, además de a la tradicional explotación laboral, que continúa con fuerza.
Mujeres chinas, mercancía sexual
Hasta hace poco tiempo, las mujeres chinas eran explotadas únicamente en el seno de su comunidad y con gran discreción, pero ahora son mercancía sexual que «se ofrece a todo el mundo», alertan los investigadores, como demuestran las decenas de anuncios que pueblan los periódicos e Internet.
El «modus operandi» de la prostitución china es idéntico al que ejecutan las mafias para atraer a trabajadores para sus talleres clandestinos, dedicados sobre todo a la confección textil.
Captan a las jóvenes chinas con promesas de trabajos bien remunerados
Generalmente entran en Europa a través de aeropuertos poco transitados de países como Polonia o Hungría y después por vía terrestre llegan a España.
Viajan con pasaportes falsos chinos o coreanos, aprovechando las dificultades para reconocer los auténticos, o con documentación «prestada» que corresponde a otras mujeres y que es utilizada una y otra vez para introducir a las víctimas en Europa.
Una vez llegan a España, las mujeres descubren el engaño y son obligadas a trabajar en burdeles clandestinos para saldar la deuda con la organización. Prostíbulos como los desmantelados a finales de 2011 en Barcelona, instalados en pisos y donde las mujeres eran forzadas a atender hasta ocho «servicios» consecutivos de una hora de duración.
Las chicas, algunas de ellas menores de edad, desconocían por completo el idioma y mantenían relaciones sexuales sin protección. Por si fuera poco, en los pisos se encontraron además sustancias abortivas.
Ninguna denuncia
El principal problema para erradicar estas mafias —reconocen los investigadores de la UCRIF— es que muchas de las víctimas no son conscientes de que están en unas condiciones degradantes porque piensan que es «lo normal» y que su obligación es saldar su deuda con las mafias.
«Casi ninguna denuncia», lamentan los agentes, que subrayan que una vez que quedan libres, muchas de ellas comienzan a ahorrar de nuevo para intentar dar el salto a Reino Unido o incluso a Estados Unidos, su destino final.
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