Epigenética, más allá de la genética
Hasta hace apenas unos años, la creencia más extendida
atribuía el cáncer únicamente a mutaciones genéticas irreversibles, es decir, a
alteraciones en la secuencia normal de ADN. Sin embargo, una nueva técnica que
estudia la influencia de factores externos, la epigenética, está permitiendo
atisbar la influencia que tienen también en la aparición de tumores otros
cambios del genoma que, aunque no alteran la secuencia genética fundamental, sí
son hereditarias y fundamentales en el normal funcionamiento de los genes.
La epigenética (del griego epi, 'en' o 'sobre'), por tanto, se refiere a los
cambios reversibles del ADN y las proteínas que se unen a él, y
que hace que unos genes se expresen o no en función de condiciones exteriores.
En términos más sencillos, esta nueva palabra, cada día más frecuente en las
investigaciones sobre cáncer, hace referencia a la 'memoria' de los genes.Quiere decir que el aire que respiraron nuestros abuelos, el agua que bebieron o el ambiente en el que vivieron afectan también a sus descendientes, incluso décadas después; de manera que los factores externos también puede influir en el complejo entramado de interruptores que hace falta conectar y desconectar para dar lugar a un cáncer. No se trata por tanto únicamente de qué genes heredamos de nuestros padres, sino de si están 'encendidos' o 'apagados'.
Mientras la mayor parte de trastornos hereditarios están causados por mutaciones, otras enfermedades, entre ellas el cáncer, están relacionadas con estas alteraciones epigenéticas que tienen un profundo impacto en el funcionamiento de los genes. De hecho, es frecuente que en los tumores de cualquier tipo estén 'silenciados' genes que normalmente se encargan de controlar la proliferación celular.
En esa línea ha avanzado María Domínguez, especialista en Biología del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), en el trabajo que acaba de publicar la revista 'Nature' en el que demuestra que ciertos factores epigenéticos son capaces de desencadenar la aparición de tumores altamente invasivos cuando se combinan con un oncogen activo.
Los trabajos de Domínguez y su equipo con la mosca del vinagre han permitido confirmar que el cáncer no es sólo cuestión de genética. Según sus conclusiones, cuando dos proteínas (bautizadas como Pipsqueak y Lola) se expresan de forma aberrante, se produce la desactivación de genes supresores tumorales que contribuye a la formación del tumor. "Ambas cosas deben darse a la vez", explica Domínguez a elmundo.es.
María Domínguez con su equipo (Foto: CSIC)
Y precisamente, a su juicio, esa es la parte más interesante de esta nueva ciencia: "La mutación de un gen, hoy por hoy, es difícil de reparar; sin embargo, cuando la alteración se debe a factores epigenéticos es posible revertir el proceso, buscar un fármaco que frene el proceso".
Como subraya otro especialista en el tema, David Rodenhiser, en el último número de la principal revista médica canadiense (CMAJ), "nuestra comprensión del papel de la epigenética está aún en su primera infancia. Los objetivos en la próxima década deben ser mejorar el entendimiento de la relación entre estos mecanismos, la expresión de los genes y el ambiente", señala.
http://www.elmundo.es/elmundosalud/2006/02/08/oncologia/1139421749.html
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