'No soporto los círculos'
Cuando Pablo cuenta que le incomoda mirar todo aquello que tenga un conjunto de círculos o agujeros (como un panal de miel o un ladrillo de perfil) nadie entiende exactamente a qué se refiere, ni comprende qué pueden tener de malo los círculos. Una sensación de incomprensión que comparten muchas personas con una de esas fobias raras, la tripofobia.
De hecho, los propios especialistas no acaban de ponerse de acuerdo sobre si esa fobia a los círculos es tal; algo que trata de remediar desde hace años el profesor Arnold Wilkins, especialista en estrés visual de la universidad británica de Essex. Wilkins es el primer científico en estudiar las sensaciones que pueden desencadenar los conjuntos de círculos en algunos sujetos, y sus conclusiones están pendientes de revisión para ser publicadas en la revista 'Psychological Science'.
"El miedo a los agujeros es una fobia común pero poco reconocida", admite Wilkins a ELMUNDO.es; "los afectados generalmente no buscan ayuda profesional para este problema, incluso aunque llegue al extremo de interferir con su vida diaria", reconoce.
En los estudios que ha llevado a cabo hasta la fecha, hasta el 16% de los casi 300 sujetos entrevistados admite su fobia a los conjuntos de agujeros (como los troncos de árbol apilados o por donde sale el agua en la 'alcachofa' de la ducha). De momento, sin embargo, el trastorno no está 'oficialmente' reconocido en el manual DSM (la biblia de cabecera de los psiquiatras en todo el mundo) y son muchos sus colegas dubitativos al respecto.
¿Interfiere en su vida cotidiana?
Antonio Cano, presidente de la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés, reconoce que no ha visto un solo caso de tripofobia en sus 30 años de experiencia como psicólogo y duda de que se trate de una fobia propiamente dicha. "No basta con sentir algo raro, para que sea una verdadera fobia es necesario, además, buscar ayuda", puntualiza.
A su juicio, la tripofobia podría encuadrarse más en el mundo de las manías u obsesiones, pero no cree que pueda calificarse como un verdadero trastorno de ansiedad (que es lo que son las fobias). "Uno de los requisitos es que la fobia produzca un malestar clínicamente significativo (náuseas, sudores fríos...) y que, además, interfiera con nuestra vida diaria hasta el punto de que sea necesario buscar ayuda".
Pablo García (nombre ficticio), admite que en su caso no se producen dichos síntomas físicos, pero sí reconoce que le da "grima" ver conjuntos de círculos; "procuro mirar hacia otro lado porque me incomodan, y si me pilla en un día sensible noto hasta un escalofrío", relata. Wilkins admite que existen 'grados' de tripofobia, y en los casos más graves, algunas de las personas que comparten su tripofobia en foros de internet relatan incluso ataques de pánico, vómitos, sudores fríos, problemas de sueño, picores...
Un componente evolutivo
El profesor Wilkins explica que algunas fobias tienen su origen en una mala experiencia (por ejemplo, si te muerde un perro); otras tienen un carácter innato ("como en el caso de las serpientes, que pueden dar miedo por su coloración o movimiento, incluso aunque no hayamos tenido una mala experiencia previa", aclara).
En el caso de los agujeros, sin embargo, el origen parece ser un poco distinto: su teoría indica que esta fobia tiene un cierto carácter evolutivo, que predispone al ser humano a evitar ese tipo de círculos con textura porque nuestro sistema visual los identifica como potencialmente peligrosos. Una idea que comparte José Manuel Alemán, vocal de la junta directiva del Colegio de Psicólogos de Las Palmas: "Algunas fobias están relacionadas con la repulsión, la enfermedad, el daño físico... y es posible que por una cuestión evolutiva algunas personas sientan rechazo a este tipo de texturas", explica.
En los estudios que Wilkins ha realizado en Essex, junto a Geoffrey Cole y An Le, ha observado que las imágenes que despiertan una reacción de disgusto en el 2%-5% de la población suelen ser círculos con una cierta textura (no completamente planos) y con mucho contraste sobre el fondo. "Estas características permiten una identificación rápida de lo que puede ser peligroso (como el estampado de una serpiente o una planta venenosa)", aclara sobre su hipótesis evolutiva. Aunque el doctor Jesús de la Gándara, jefe del servicio de Psiquiatría del Complejo Asistencial de Burgos, sugiere la posibilidad de que algunos de estos patrones visuales, muy esquemáticos, produzcan la estimulación de ciertos grupos neuronales concretos; "estaríamos quizás más ante un fenómeno de neuropsicología, que ante una fobia específica", aclara.
En el caso de Pablo, recuerda bien el día que se dio cuenta de aquella 'rareza'; "creo que nunca me hicieron mucha gracia los círculos, pero recuerdo especialmente una vez que estaba esperando para entrar en clase en la Facultad. Mientras estaba apoyado en la pared me di cuenta de que se había caído un poco de pintura, por lo que se veía un trozo de una rejilla formada por pequeños agujeritos. Me dio mucha grima así que me alejé de la pared y procuré evitar mirarlo. Recuerdo que se lo comenté a algunos compañeros y nadie me entendía...".
Como otras personas con tripofobia, Pablo insiste en que no evita los círculos aislados, sólo si tienen relieve y están agrupados (como en el caso de los plásticos de burbujas). "Ni me podía imaginar que existiera una fobia de este tipo (aunque en mi caso no llegue a ese extremo)", reconoce, "pero [cuando lo cuento] todo el mundo lo achaca a una rareza y habrá quien crea que me lo invento". Una sensación que comparten otros afectados: "Nadie suele tomarme en serio, creo que los psicólogos incluso son escépticos sobre la influencia que esto puede tener en mi vida diaria", señalaba Tammy Swallow (de Carolina del Norte) en un reportaje sobre este tema publicado en el diario 'The Washington Post'. "Es posible que muchas personas lo sienta como algo 'normal' o como un rasgo de su personalidad, y puesto que en la mayoría de los casos no interfiere en su vida diaria, ni tiene mayores consecuencias, no buscan ayudan profesional", resume José Manuel Alemán.
http://www.elmundo.es/elmundosalud/2012/10/31/neurociencia/1351708780.html
“Dios es amor mejor con humor” trata de acercar El Antiguo Testamento a todos. La dosis de humor intenta facilitar la comprensión del Libro Santo. Siempre con respeto y con matices didácticos nunca pierde la parte espiritual y sensible de un conjunto de textos tan antiguos como actuales. Para traernos a un Dios que sigue con nosotros. Que nos perdona a pesar de las torpezas y debilidad del hombre. Que sigue con el pueblo elegido. Porque los elegidos somos los que nos dejamos elegir.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario