Ovación sin fin para Paco de Lucía
Centenares de personas, entre familiares, amigos, admiradores y
compañeros de profesión flamenca despiden al músico en el Auditorio
Nacional de Madrid
Nadie quería dejar de aplaudir “al más grande”. Después de una
capilla ardiente contenida y solemne, que se mantuvo ordenada y en
silencio en el Auditorio Nacional de Madrid durante más de cinco horas,
estalló la pena, la admiración y la rabia por la muerte de un infarto a los 66 años, de Paco de Lucía.
La gente, que había hecho colas de hasta hora y media, empezó a
agolparse en el patio de butacas de la sala sinfónica. Apenas unos
minutos de música, el concierto de Aranjuez, para cerrar el acto, los
molestos bedeles desalojando sin demasiado tacto, y un público que se
cansó de tanto recato. En pie, empezaron a gritar “¡Paco! ¡Paco!”. Así
arrancó una ovación larga, cerrada, con la familia del músico aguantando
la emoción frente a decenas de caras anónimas. Casilda, hija mayor del
guitarrista, abrazada a su prima Malú, rompió a llorar con tanto
desconsuelo que las palmas se volvieron puro sadismo. A su lado, el
féretro cubierto de claveles rojos y blancos y una corona enorme de
flores blancas y violetas que decía “Buen viaje, papá”.
La capilla ardiente había empezado a las 13.30. Por ella pasaron
desde el Príncipe Felipe a José Mercé, Vicente Amigo, Joaquín Cortés,
Rosario, Juan y Antonio Carmona, Pepe Habichuela, Antonio Serrano, el
Paquete, La Tana, Juan Manuel Cañizares, El Arcángel, Alejandro Sanz,
Marisa Paredes… Familias enteras de músicos y de gitanos, gente de todas
las edades que soportaron el frío en una cola que rodeó el edificio.
Desde primera hora estaba Raquel, mujer de guitarrista, y Manuel
Tachuela, guitarrista él mismo, que a las 9 de la mañana había llegado
desde Barcelona con tres músicos más. Todos ellos esperaron
pacientemente a una comitiva repartida en 10 coches negros después de
viajar, con escala en Nueva York, desde Cancún, donde falleció el martes
el artista después de sentirse indispuesto en la playa, mientras jugaba
con su hijo Diego.
Diego, de ocho años, con su pequeño traje de luto, tomó un sobrecogedor protagonismo en el primer homenaje público al artista
Fue precisamente este niño de ocho años, con su pequeño traje de
luto, el que tomó un sobrecogedor protagonismo en el primer homenaje
público al artista. Mientras los adultos se abrazaban y saludaban,
mientras el dolor y el cansancio se percibía en gestos y caras, el niño
empezó a reunir los claveles blancos y rojos que el público había
empezado a dejar sobre el escenario de manera desordenada e improvisada.
Uno a uno, los fue recogiendo todos, para colocarlos sobre el féretro
de su padre. Lo hacía de manera casi compulsiva, como si por un lado
matara el tiempo y por otro dejara su grano de arena en un acto fúnebre
que probablemente le desconcertaba. El niño pedía los claveles para
sorpresa de muchas personas que ni podían imaginar que era el hijo del
guitarrista, la última persona que jugó con él. Algunos, al descubrirlo,
le pedían hacerse fotos. Otros le daban cartas de despedida, para que
las llevara junto a las flores. La mayoría le repetían que su padre era
un genio. Él sonreía, amable pero distante, sin perder de vista los
claveles. Su prima Matilde, la mayor de los 16 sobrinos del músico, lo
vigilaba de cerca como una madre.
Entre los artistas y amigos que pasaron por la capilla ardiente,
algunos lamentaban que el acto no se hubiera celebrado en el Teatro
Real. Paco de Lucía fue el primer músico flamenco en tocar en aquel
escenario en 1975 y el tributo parecía lógico, pero no pudo ser por
cuestiones de agenda del coliseo madrileño. Tampoco se disimuló cierto
malestar porque no se habilitara un transporte oficial para la
repatriación del cadáver, que finalmente se hizo en una aerolínea
regular.
El chaparrón, como ya es habitual, le cayó al ministro de Educación y
Cultura, José Ignacio Wert, que se llevó otra sonada pitada y los
gritos de ministro de “anticultura”, apelativo que le dedicó en los Goya
Javier Bardem. Wert recordó que Paco de Lucía ha sido un embajador
excepcional de España. “No queda mucho por decir, salvo quizá lo que
hemos constatado aquí: el enorme el cariño que le profesaba la gente”.
El cuerpo de Paco de Lucía dejó Madrid para viajar a Algeciras, su
tierra, donde será enterrado hoy tras ser velado durante toda la noche
en el Ayuntamiento de la ciudad. A su paso quedará una ovación sin fin
para un hombre que, como recordó ayer el cantaor Arcángel, ha sido pura
“luz”. “Luz en la guitarra y luz en el flamenco. La luz que nos permite a
los demás seguir el camino”.
http://cultura.elpais.com/cultura/2014/02/28/actualidad/1393594438_737175.html
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