Isidro Uzkudun, diez años después
La Delegación guipuzcoana de
Misiones Diocesanas recuerda al pasaitarra asesinado. Amaba el riesgo, a
los hombres, a los pobres, a África, a Jesús de Nazareth. Le mataron:
era peligroso
Era sábado. 10 de junio de 2000. En la Catedral del Buen
Pastor, el obispo Uriarte y mucha más gente preparaban la Vigilia de
Pentecostés. Alguien llamó por teléfono y la noticia, la sorpresa y el
dolor corrieron como la pólvora: ¡Habían matado a Isidro Uzkudun! En
Mugina, Ruanda, allí donde en 1992 había construido el Colegio San
Ignacio porque creía a pies juntillas que la cultura haría libres a los
hombres y a las mujeres, a los hutus y a los tutsis.
Una bala, unas alubias
Asesinado. Había regresado al atardecer a su casa, un
pequeño despacho y una habitación con una cama, una mesa y un lavabo.
Janvier Ndayambaje, el muchacho que cobraba a los vecinos la pequeña
cantidad que pagaban por el uso de la fuente pública para contribuir a
su mantenimiento, le acababa de entregar unos pocos francos ruandeses.
Entraron dos hombres. Le exigieron dinero. No se lo dio. 'Te mataremos'.
'¿A mí? ¿A un viejo? Janvier, al que habían encerrado en la alcoba, oyó
un disparo. Los sicarios quisieron huir en la furgoneta destartalada de
Isidro (había pedido a Donostia dinero para cambiarla, pero el hambre
era tal en la región que envió después un fax diciendo que prefería
gastarlo en alubias). No arrancó. Cogieron una moto. Desaparecieron.
Isidro, el pasaitarra que había enseñado a nadar a medio Pasaia, el que
iba a la pesca del bonito, el que había tenido que huir a Durango,
Santander y Asturias con su madre republicana y sus hermanos, cuando
estalló la Guerra, yacía muerto. Una bala le había entrado por la
comisura de la boca y se incrustó en su cerebro.
'Ten cuidado, van a por ti'
La hambruna roía Ruanda. Las autoridades tuvieron fácil
enmascarar su asesinato como un robo provocado por la miseria con
resultado de muerte. Pero todos supieron desde el primer momento que se
trataba de un asesinato político. Isidro era un hombre, un sacerdote, un
misionero, un pasaitarra, rotundamente, evangélicamente, antisistema,
entendiendo 'sistema' por 'poder'. Se posicionó siempre al lado del
débil, del que sufría, del oprimido. Había llegado a Ruanda en 1965,
conmocionado por la belleza exultante de África y sus gentes y conmovido
por un país que amaba pero para el cual no encontraba ni salida ni
esperanza. La masacre impensable de 1994, la guerra crudelísima,
provocada por extremistas tanto hutus como tutsis y sufrida por gentes
normales de todas las etnias, le había desgarrado por dentro. La
democracia instaurada a la manera occidental, manejada por imperios con
intereses económicos geopolíticos y estratégicos, no le complacía. Sus
homilías, extraídas de los evangelios, molestaban a las autoridades, a
los poderes ocultos. Misioneros, amigos, viajeros y muchos ruandeses le
habían advertido que le buscaban, le rondaban, que era molesto para los
poderosos, que iban a por él. Siguió adelante. No tenía madera de
mártir. Le gustaba ser feliz. No creía en la inmolación. Pero se crecía
ante el peligro. Ni siquiera lo veía. Le mataron. Aquella noche estaba
escribiendo el sermón de Pentecostés. España había enviado a un puñado
de guardias civiles a investigar la muerte de tres cooperantes de
Médicos del Mundo. Nada habían descubierto. No quisieron volver a
equivocarse...
El actual obispo emérito de Donostia, Juan Mari Uriarte,
amigo y compañero, asumió en complicidad con otros tantos, la
responsabilidad de que el Colegio de San Ignacio en Mugina, la obra que
él fundó porque sabía que los ruandeses son listos y bellos y,
cultivados, podrían ser libres, no se derrumbase. Hoy, gracias a la
lucha de muchos, estudian allá, en cuatro pabellones, 400 alumnos.
Agronomía, Veterinaria, Ciencias. El 70% son mujeres.
Arresto internacional
La lucha, tal vez imposible, por llevar ante los
tribunales a los responsables de su asesinato continúa, impulsada, desde
la fundación S´Oliver, por el pacifista mallorquín Joan Carrero
Saralegui, propuesto para el Nobel por su lucha por la paz en la región
de los Grandes Lagos. El ayuntamiento donostiarra apoya, desde una
plataforma que agrupa a otros municipios, la querella criminal
presentada en 2001 ante la Audiencia Nacional, competente para litigar
en crímenes contra la Humanidad cometidos sobre ciudadanos españoles. El
abogado catalán Jordi Palou, también en la lista negra de quienes
manejan los hilos y las armas en Ruanda, representa los derechos de
Isidro, su familia y las de otras víctimas catalanas, ruandesas y
congoleñas. Hoy hay cuarenta personas procesadas como responsables de la
muerte de Isidro y otros. La investigación judicial forzó una orden de
arresto internacional, dado que muchos de los imputados habían salido de
Ruanda... para ocupar cargos representativos en la ONU y en distintas
embajadas. Al tiempo, regresaron para protegerse en su país. Sólo uno se
mantiene huido en Suráfrica. Le buscan. Más información en la web
'veritasrwandaforum.org/intro.htm'.
Mataron a un hombre de Dios furiosamente humano. Le
recuerdan con charlas, cuadros y con un libro. Muchos, en su homenaje,
continúan en su misma lucha.
http://www.diariovasco.com/v/20100529/al-dia-local/isidro-uzkudun-diez-anos-20100529.html
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