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viernes, 3 de mayo de 2013

Una mayor esperanza de vida y formación empujan al pensionista hacia una vejez activa

Una mayor esperanza de vida y formación empujan al pensionista hacia una vejez activa
 
Un día se acuestan trabajadores, profesores, enfermeras, empresarias o contables, sin distinción, y al siguiente se levantan jubilados. En España hay 7,9 millones de personas de más de 65 años, según el INE, de las que casi 5,5 millones son pensionistas. Angelina Fernández, encargada de una tienda de venta de alta costura, “estaba loca”, dice, por que llegara ese momento cuando alcanzó esa edad, pero no quería dejar de ser una mujer activa, postrarse en el sofá y ver la televisión todas esas horas que antes dedicaba al trabajo. Esa inquietud hizo que emprendiera “un montón de proyectos” personales, desde viajes a cursos de literatura. “Quería hacer esas cosas que no había podido hasta entonces. El horario de un comercio es muy esclavo”. Ahora, a sus 73 años, preside una asociación de pensionistas de Madrid, que le ocupa “27 de las 24 horas del día”, pero que consigue compaginar con su otro cargo: es abuela de seis nietos y tiene dos bisnietos. “Eso de que las personas mayores somos una carga es una fantasía de antaño. Nuestro nivel cultural, de participación y de actividad es cada vez mayor, y aportamos mucho a la sociedad”, defiende. “Ahora no le hables a una mujer de que se pase el día haciendo ganchillo cuando se jubile”, sentencia.
El cambio de los mayores de 65 años
Los empleos, la formación, el nivel económico, las posibilidades de viajar y el acceso a las nuevas tecnologías que han tenido un grupo creciente de las personas que ahora se jubilan, muy distintos de los trabajos o la formación, a veces ninguna, que tuvieron las generaciones anteriores, han propiciado un cambio en el estilo de vida de los mayores cuando dejan de trabajar. Algunos expertos distinguen ya entre “jubilados tradicionales” o pasivos, y “nuevos jubilados”, que como Fernández quieren seguir siendo una parte activa de la sociedad aunque haya finalizado su etapa laboral.

En la práctica, la tercera edad ha incrementado su participación en actividades de voluntariado, a veces relacionadas incluso con la ocupación profesional previa. Un fenómeno que ha suscitado reticencias entre los que opinan que su labor detrae el empleo juvenil. Con mejor aceptación, sobre todo desde el sector de la hostelería, cada vez son más los mayores que satisfacen su inquietud viajera, incluso en crisis, según datos de la Unión Democrática de Pensionistas y Jubilados (UDP). Y su papel como consumidores y sostén de maltrechas economías familiares es indiscutible a pesar de los recortes en sus propios ingresos: las pensiones.
 

Los pensionistas universitarios superaron a los analfabetos en 2011

“No me veo haciendo croché”. A punto de jubilarse, una compañera de Antonio Trinidad Requena, sociólogo de la Universidad de Granada, le dijo estas palabras hace pocas semanas. El profesor, autor de La realidad económica y social de las personas mayores (2005), recuerda la conversación con su colega para explicar el perfil de “nuevo jubilado” que detectaron en aquel estudio. “Y ha ido en aumento desde entonces”, apunta Trinidad. “La centralidad del trabajo en nuestra sociedad hace que cuando sales del mercado laboral, pareces un excluido. Pero esto está cambiando”, indica el experto. “Ellos [los encuestados] se definían como ‘jubilados laborales, pero no sociales”.

Los sociólogos coinciden en señalar que el colectivo de jubilados es muy heterogéneo y que factores como la edad, el estado de salud, el nivel económico y la trayectoria de vida que hayan tenido van a influir en su estilo de vida. Lourdes Pérez, socióloga especializada en el estudio de la vejez, distingue seis tipos de mayores. Desde los que disminuyen su actividad y se aíslan, o los “paseantes”, que permanecen el día en la calle “viendo las obras o sentados en un banco para charlar con la gente”, hasta los senior, de “aparición reciente y en aumento, que viajan, conducen, hacen voluntariado. Los que hacen cosas que no son de personas mayores”, explica la investigadora. “El fenómeno en España es muy nuevo, de apenas una década”, señala.

Luis Martín Pindado, presidente de la UDP, es un senior. No solo porque tiene 75 años, sino porque desde que se jubiló ha estado “siempre en la brecha”. “No podía quedarme parado jugando a la petanca o al mus”, dice. En sus tres mandatos de la UDP, para defender los derechos de la tercera edad, pero también impulsar su papel relevante en la sociedad, Martín ha comprobado que “las personas mayores quieren continuar siendo útiles”. “Esto antes no era así porque el bagaje cultural de nuestros padres no era el mismo”, afirma. Pero en los últimos seis años, dice, ha cambiado el estereotipo.

En este sentido, los datos del Instituto Nacional de Estadística reflejan ese incremento del nivel de instrucción de la tercera edad. Los mayores de 65 años con un título universitario (licenciatura o doctorado) superaron por primera vez en España en número a los analfabetos en 2011. Mientras que la cantidad de los primeros no ha dejado de crecer, los segundos son cada vez menos, aunque todavía demasiados en relación con los países del entorno.
 

Más de 100.000 ayudan en labores educativas o de formación
Las generaciones de “jóvenes jubilados”, como los define Martín Pindado, no solo se caracterizan por un nivel de instrucción medio-alto, sino que han podido disfrutar de tiempo libre en etapas anteriores y han madurado con el boom de las nuevas tecnologías. Los que hoy tienen 65 años y ya han dejado de trabajar o están a punto de hacerlo, tenían 35 cuando se comercializó el primer videojuego español (La Pulga) en 1983, y 46 cuando se liberalizó el mercado de teléfonos móviles o los cibercafés salpicaban las ciudades vendiendo conexión a Internet en 1994. Así, pese a que la brecha digital intergeneracional todavía es importante, el uso de los ordenadores, Internet o tecnología móvil no ha dejado de aumentar entre los mayores. “Y asimilan las novedades”, apunta la profesora de Sociología de la Universidad Autónoma de Madrid, Lourdes Pérez.

Las mujeres han experimentado un cambio, si cabe, mucho más profundo respecto a las generaciones anteriores. En las últimas cuatro décadas se han incorporado masivamente al mercado de trabajo. A diferencia de sus madres, que alcanzados los 65 eran, o habían sido hasta entonces, amas de casa, ahora se jubilan.

Una vida distinta supone una jubilación distinta de la que se concebía hasta hace unos años. Por eso, el informe Las Personas Mayores en España, elaborado por el Imserso, alerta de que para “las nuevas generaciones de mayores, el ocio actual enfocado a su edad se aleja considerablemente de su estilo de vida”. Los viajes a Benidorm y los clubes para jugar al dominó se han quedado obsoletos para los nuevos jubilados.

¿Y ahora qué? La respuesta a esta pregunta después de tres o cuatro décadas dedicadas a trabajar no es sencilla. El gerontólogo Ricardo Moragas, autor de Jubilación siglo XXI, cree que esta cuestión no se medita lo suficiente. Ni personal ni políticamente. “No hemos querido reflexionar sobre esta etapa porque al final de la misma viene la desaparición”, afirma. “Y los políticos han ido a lo fácil”, añade. Pero la esperanza de vida se alarga y tras la jubilación las personas viven de media en España unos 20 años más. “Dos décadas de interrogante”, alerta Moragas, que subraya la necesidad de que haya más orientadores y cursos de preparación para que esa incógnita tenga contestación “y no haya sorpresas”.
 

¿Están hurtando puestos de trabajo? “No, es solidaridad”, dice un retirado

A falta de asesores y una planificación estricta, los mayores optan por distintas actividades para llenar ese hueco que deja el trabajo. Aquellos que desean romper con su oficio una vez llegado “el merecido descanso”, eligen normalmente actividades de ocio. Pero Martín Pindado alerta: “Si me hubiera pasado los 20 años que llevo jubilado dedicado al ocio, ya me hubiera cansado de mis hobbies”.

Así, el voluntariado, incluso seguir ejerciendo una profesión desde la solidaridad, se alza como una vía cada vez más transitada. Lo ratifica la Plataforma del Voluntariado, que cada vez cuenta más mayores en las ONG. Más de 100.000, según una encuesta realizada por UDP en abril de 2013, realizan labores educativas o de apoyo a la formación a grupos desfavorecidos (menores con problemas, desempleados o inmigrantes). Una cantidad similar facilita apoyo en domicilios, residencias u hospitales, y otro tanto se reparte entre ayudar a minorías en riesgo de exclusión y gestionar sus propias asociaciones.

El tiempo que los nuevos jubilados destinan al voluntariado, está sosteniendo las actividades de algunas ONG y asociaciones. “Aportamos mucho. En las residencias hay jubilados voluntarios que imparten talleres a otros mayores internos”, ejemplifica Angelina Fernández, que coordina un programa de voluntariado social en la tercera edad.

De forma organizada o no, adscritos a una asociación o de manera informal, hay profesores que se quedan enganchados al aula, enfermeras que siguen cuidando de ancianos o exdirectivos y contables que asesoran solidariamente a jóvenes emprendedores. Esta subida de voluntarismo y, en algunos casos, continuismo en sus profesiones de los jubilados, mantiene abierto un debate todavía no resuelto. ¿Quitan, con su labor, puestos de trabajo? Martín Pindado cree que no. “Es solidaridad. Los compañeros que se encuentran bien quieren ayudar allí donde no llegan las familias, los vecinos o la Administración”, dice. Pero reconoce que le preocupan “los alargamientos obligados en la edad de jubilación porque impiden la incorporación de jóvenes”. “Creo que tendría que haber libertad para jubilarse dentro de unos períodos de tiempo, porque también hay personas en un buen momento profesional a los 65, que no se quieren jubilar”, añade.

La edad de jubilación no solo se ha alargado hasta los 67 años, sino que el Gobierno de Mariano Rajoy (PP) ha abierto la puerta en la reforma de las pensiones recientemente aprobada a compatibilizar el cobro de la pensión (el 50%) con un trabajo por cuenta ajena. Una medida controvertida en un momento en el que el paro juvenil supera el 57%, según la última Encuesta de Población Activa. Como Martín Pindado, hay sectores que han mostrado sus reticencias a este tipo de políticas al considerar que cierran la puerta a la incorporación de los jóvenes al mercado laboral.
 

Los viajes a Benidorm y los clubes de dominó son algo obsoleto

Por otra parte, el apoyo económico y familiar, —cuidando de los nietos, por ejemplo— que prestan los mayores les ha convertido, sin embargo, en el colchón de la crisis. Aumentan los hogares en los que el principal sustento es la pensión del abuelo y el gasto medio anual por persona mayor de 65 años (12.391 euros) en 2011, es más elevado que el gasto medio por individuo de entre 16 y 64 años (10.760 euros).

Pero la familia no es el único destino de sus ingresos que, aunque mermados, son más cuantiosos que las generaciones anteriores. El ocio, principalmente cultural —asistir a espectáculos, pero también seguir formándose a través de cursos y la lectura— y viajar, son pilares de la vida del nuevo jubilado. Cerca de dos millones y medio de personas con más de 65 años (31,1%) planean realizar algún viaje vacacional a lo largo del año 2013. Un 5,5% más que en 2012, según apunta el barómetro de las personas mayores de marzo de 2013 que realiza UDP.

La tercera edad se erige, de esta manera, como un dinamizador del turismo. En este sentido, Antonio Trinidad destaca la importancia del nuevo perfil de jubilado desde el punto de vista económico en la sociedad actual, lejos de ser un ciudadano pasivo que solo supone un gasto al erario público. “Tienen más recursos. Normalmente ya han pagado su vivienda y conciben el ahorro como inversión. Siguen moviendo el dinero para mantener su nivel de vida previo”, explica el investigador.

Ni ganchillo, ni dominó, ni mesa camilla y televisión. Y ya tampoco las vacaciones esporádicas en la playa. La sed por hacer cosas de las personas que hoy dejan de trabajar por razón de edad está cambiando el propio concepto de jubilación. Las tres primeras definiciones de la Real Academia de la Lengua contienen las palabras “cese”, “dispensar” y “desechar”, así como “decrepitud” e “inútil”. Una connotación negativa que también se le ha dado desde el ámbito académico a esta etapa de la vida, como reconoce Lourdes Pérez. La actitud activa de los mayores, sin embargo, ha roto los moldes de su estereotipo.

Los jubilados del siglo XXI tendrán muchos retos que afrontar. La política y la investigación también. Tendrán que dar repuesta a las necesidades y las aportaciones de una tercera edad muy distinta a la que define el diccionario. Como dice el informe Un perfil de las personas mayores en España (2012), realizado por CSIC, “las generaciones jóvenes actuales son las más formadas de la historia. En el futuro, las cohortes que alcancen la vejez serán más instruidas y tendrán más recursos para afrontar situaciones nuevas problemáticas”.

http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/05/02/actualidad/1367517121_361933.html

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