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sábado, 18 de mayo de 2013

Por qué clonar embriones humanos No hay nada en la Biblia que sustente la idea de que un embrión sea equivalente a una persona

Por qué clonar embriones humanos No hay nada en la Biblia que sustente la idea de que un embrión sea equivalente a una persona

Encuesta - ¿Estarías a favor de la clonación de embriones humanos?

La investigación que ha conseguido derivar células madre de embriones humanos obtenidos por clonación ha reavivado dos viejos debates bioéticos. ¿Es correcto utilizar embriones humanos para desarrollar tratamientos médicos? ¿Y hay que prohibir la clonación de embriones por el riesgo de que nazcan seres humanos clónicos?
Para dar respuesta a la primera pregunta, permitan que les proponga un pequeño ejercicio de ficción. Imaginen por un momento que se encuentran ante un edificio en llamas y que dentro hay un niño de cuatro años y un tanque de nitrógeno líquido con cien embriones. Ustedes pueden entrar y salvarlos, pero no pueden coger el niño en brazos y el tanque con los embriones al mismo tiempo, de modo que se ven obligados a elegir. O el niño o los embriones.
¿Qué harían en una situación así? ¿Se detendrían a pensar qué es más correcto? ¿Tendrían un dilema moral? Yo, la verdad, no tendría ningún dilema. Por el niño podría sufrir quemaduras y arriesgar la vida. Por los embriones no. Ni sé de nadie que pueda defender que la opción moralmente correcta sea salvar los embriones y dejar morir al niño.
Si trasladamos este ejercicio de ficción -ideado por la bióloga Anne McLaren- a la vida real, el equivalente del incendio puede ser una leucemia, una insuficiencia cardiaca, una diabetes o un parkinson. Enfermedades que posiblemente en el futuro se podrán tratar, y tal vez curar, con células madre derivadas de embriones. Si es moralmente correcto anteponer la vida del niño a la de los embriones en el incendio, también lo será en la leucemia.

Se podrá decir que un embrión es una persona desde el momento de la concepción y que merece una protección especial. Esta idea ha sido defendida desde influyentes sectores del cristianismo. Pero no es una idea que se derive de la fe ni de la moral, sino de la ideología. Conviene recordar que no hay nada en la Biblia que sustente la idea de que un embrión sea equivalente a una persona.
Que san Agustín pensaba que el alma entra en el cuerpo a los 40 días de gestación, momento a partir del cual el feto podría ser bautizado. Y que santo Tomás de Aquino argumentó que el embrión o el feto no pueden considerarse una persona antes de tener un alma racional.
Dado que la racionalidad es un producto del cerebro, y que el cerebro aún no ha empezado a formarse en el embrión, según santo Tomás de Aquino un embrión no sería una persona. Y según lo que se sabe hoy día sobre el desarrollo embrionario, tampoco, ya que un embrión puede dividirse y dar lugar a gemelos dos semanas después de la concepción.
Todo esto para aclarar que no son peores cristianos quienes están a favor de investigar con células embrionarias para curar enfermedades que quienes están en contra.

En cuanto al segundo debate -si habría que prohibir la clonación de embriones por el riesgo de que nazcan personas clónicas-, no se puede negar que la técnica que se ha desarrollado ahora con fines terapéuticos podría utilizarse en el futuro para clonar personas. Sin embargo, que algo sea técnicamente posible no significa necesariamente que vaya a hacerse.
Los seres humanos estamos acostumbrados a abstenernos de hacer cosas que son técnicamente posibles pero socialmente indeseables, desde torturar al vecino poniendo la música a todo trapo hasta disparar a quien nos molesta. Para poder vivir en sociedad de manera pacífica, nuestro cerebro ha desarrollado mecanismos de inhibición formidables. Estos mecanismos fallan ocasionalmente en alguna persona en algún lugar del mundo, como ocurrió en el maratón de Boston y como podría ocurrir algún día con la clonación humana. Pero para conseguir que la clonación de embriones sea beneficiosa para la humanidad, y no perjudicial, la mejor estrategia no será la prohibición. Será la educación

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