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sábado, 24 de septiembre de 2011

Carme Chacón Piqueras (Esplugues de Llobregat, 1971) se pagó la carrera haciendo horas en los grandes almacenes más populares de este país

"Soy una militante del diseño español"
Con la mirada puesta en las elecciones, la ministra repasa sus años en Defensa y confiesa que no piensa estar siempre en política.
Noelia Sastre
Departamento de faldas y blusas, tercera planta de un centro comercial en la Diagonal de Barcelona. Allí trabajó durante cinco años la mujer que hoy manda a los militares españoles. Y allí aprendió una máxima que sigue aplicando: «Que el cliente siempre tiene la razón, como la tiene el ciudadano cuando haces política, obligándote a revisar tus razones si te alejas de lo que opina la gente». Carme Chacón Piqueras (Esplugues de Llobregat, 1971) se pagó la carrera haciendo horas en los grandes almacenes más populares de este país. «Aquello me vino muy bien para saber lo que es la vida». Chacón guarda «muy buen recuerdo» de una época en la que vendía faldas (curiosamente la prenda que menos abunda en su armario), estudiaba Derecho y pedía becas a Reino Unido, Suiza y Canadá, donde cursó estudios de postgrado. 
De no ser por las becas de los gobiernos de Felipe González nunca habría podido hacerlo». Por eso en broma se define como «la niña de Felipe». Por eso y porque creció en una casa «enamorada» del expresidente. Su abuela Severina era una de esas devotas. Fue ella quien la convenció para afiliarse a las Juventudes Socialistas a los 16 años. Y quien crió a Carme y a su hermana. «Mi madre nos levantaba a las seis para irse a trabajar y nos llevaba a casa de mis abuelos hasta las nueve que íbamos al colegio». 
La búsqueda de colegio para Miquel, que nació en mayo de 2008, 35 días después de jurar su cargo al frente de Defensa, ha sido la gran asignatura de la ministra en los últimos meses. Misión cumplida: su hijo irá a un colegio público en el centro de la capital, así que la familia acaba de trasladarse desde el ministerio (por razones de seguridad, los ministros de Defensa e Interior viven en casas oficiales) al piso donde residía hasta hace tres años. «Los boxeadores son una lucha que perdí con mi marido», bromea sobre los cuadros de Mike Tyson que decoran un luminoso salón con vistas al cielo de Madrid. «Me apetecía mudarme. Sobre todo viniendo del ministerio. Y no es porque Defensa esté frente al Bernabéu y yo sea culé. Es que ese barrio está muerto los fines de semana…».

En su vestidor, moda española. Una foto hecha con el móvil del Rey en Líbano, otra con Gabriel García Márquez cuando estaba embarazada y una tercera con su hijo son sus preferidas. En las estanterías, Máximas y reflexiones de Goethe, bolas del mundo «que desde niña me han fascinado» y un dibujo con la leyenda: «ETA S. A. Empresa destructora». En el vestidor, moda española. «He sentido mucho la muerte de Jesús del Pozo. Compro básicamente moda y diseñadores españoles. Soy una militante. Lo hago personalmente y echo de menos no tener más tiempo. Busco piezas que sean como una segunda piel y firmas que me caigan como un guante. Sobre todo trajes y vestidos. Es lo más cómodo para trabajar». Aunque prefiere no dar marcas, reconoce que zapatos y botas altas son su perdición. «En un momento en que las exportaciones tiran de la economía, el Instituto de Comercio Exterior debería tener un departamento para moda. Debemos revisar cómo tratamos a nuestros creadores».

La ministra adoraba a sus abuelos maternos. Ellos alimentaron su vocación política. «Mi abuelo Paco solía decir: “La historia de mi país me ha robado la juventud”. Y eso jamás lo olvidaré. Era anarquista, se fue a la guerra con 15 años, estuvo en un campo de concentración y en la cárcel». Tan clave fue este hombre en su despertar político que uno de sus próximos proyectos será poner en orden los manuscritos, fotos, grabaciones y carteles que la nieta socialista guarda como un tesoro en Barcelona.El abuelo murió en 2001. La abuela, este verano. Y están también sus padres, claro. Otros dos pilares. Ella, abogada catalana. Él, bombero almeriense. «Mi madre hizo Derecho cuando nosotras ya íbamos al colegio.Cuando estudiaba, mi padre no nos dejaba entrar a darle un beso hasta las 10 de la noche. Ahora nos quejamos, pero nuestras madres lo pasaron peor». Chacón ha dejado de culparse por haber escogido un trabajo que le quita horas a su hijo. «Mi hermana es dentista, ve a sus niños tan poco como yo al mío y también sufre. Todas sufrimos. Es un sentimiento que no veo en el padre de mi hijo (Miguel Barroso, exsecretario de Estado de Comunicación con Zapatero), que lo quiere tanto como yo. Nosotras llevamos la culpa ahí incrustada. Somos conscientes del sacrificio, así que al menos intento darle calidad porque ser madre es lo más bonito que he hecho».Escribe, viaja. «Leer me permite evadirme y concentrarme. Escribir me reconcilia conmigo misma. Por las noches me despierto y escribo sobre cosas que me pasan. He llevado siempre un diario porque me obliga a pensar. Procesas a velocidad mucho más lenta», reflexiona. Viajar es otra de sus pasiones. «¿Quién me iba a decir que el lugar del mundo que más visitaría sería Afganistán?», se pregunta tras haber pisado 15 veces ese país. 
Si las encuestas no se equivocan, le quedan pocas semanas en Defensa. Cabeza de lista del PSOE por Barcelona, su futuro pasa por renovar su escaño en el Congreso. ¿Satisfecha con sus años en el Gobierno? «Sí. En la primera legislatura viví momentos muy especiales, como cuando aprobamos el matrimonio homosexual y una mujer me dijo: “Hoy han hecho ustedes a mi hijo un hombre digno”». También se siente realizada en Defensa. «Estos hombres se juegan la vida por nosotros y estoy obligada a cubrirles las espaldas. Su seguridad es mi prioridad. Están en la misión más dura, Afganistán, donde he visitado puestos avanzados que son túneles en la montaña, con 25 soldados viviendo bajo tierra para dar apoyo a las tropas en los caminos, y con el primer punto de agua a 80 kilómetros. En esos momentos piensas: “Algunos entenderían por fin que en Defensa la politiquería no sirve”». Chacón no duda cuando le preguntan por el momento más difícil. «Las muertes de los soldados. Todavía se me encoge el estómago cuando recuerdo a una mujer ecuatoriana que me dijo en el 88 aniversario de la legión: “No tenga solo un hijo, porque si no cuando se va, se quiere ir detrás de él”. Vivo con alegría, pero eso no se me olvidará jamás». La ministra se emociona, baja la voz, le brillan los ojos. Y confiesa que le gustaría volver a ser madre. El 26 de mayo renunció a un proyecto que le ilusionaba. Renunció en favor de Rubalcaba (con quien dice tener una buena relación) a dar la batalla por las primarias de su partido a la presidencia del Gobierno. «Tengo la conciencia muy tranquila sobre ese día. Supe que, aunque llevaba tiempo trabajando mi candidatura y tenía las ideas y las ganas, debía tomar esa decisión por responsabilidad. Es una sensación agridulce porque renuncias a un reto que te ilusiona, pero la parte dulce es la de dormir tranquila». No se arrepiente. Ni quiere darle más vueltas. «¿Que si me veo como la primera presidenta de España? Me hace gracia porque en política las mujeres nunca somos lo suficientemente mayores y de repente ya nos hemos hecho viejas para estar en determinados sitios. Ahora tengo la cabeza en estas elecciones en un momento duro. Además, no voy a pasarme la vida en política. Lo tengo claro. No quiero eso ni para mí ni para los ciudadanos». Su reto más inmediato es el 20-N. Después, insiste, no se ve siempre en lo mismo. «Tengo muchas cosas que hacer. El equilibrio personal y profesional es fundamental». 

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