Los ritos y las costumbres locales frenan el combate del ébola más mortífero
La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha pedido ayuda a los
líderes locales y religiosos de los países de África Occidental para
frenar la propagación el ébola en la región. De momento, el virus ha causado ya más de 450 muertes
en Guinea, Sierra Leona y Liberia, lo que ha convertido este brote en
el más mortífero desde que se describió la enfermedad en 1976. El goteo
de casos desde marzo, más el riesgo de que el virus se extienda a otros
países de la zona, llevó a la OMS a organizar una reunión en Accra
(Ghana) que se cerró el jueves con una conclusión: las iniciativas
médicas no bastan. “Los gobiernos han de movilizar a los sectores
relevantes y los líderes comunitarios, religiosos y políticos para
mejorar el conocimiento, el apoyo psicosocial y la comprensión de la
situación provocada por el ébola”, dijo el director para prevención y
control de enfermedades de la OMS en África, Francis Kasolo.
El virus no tiene tratamiento ni vacuna, por lo que la única solución para acabar con él es que no se propague. Para ello, adaptar las costumbres son fundamentales. El encargado de Operaciones en África Occidental de Médicos sin Fronteras (MSF), Luis Encinas, lo explica: “Hay que evitar el extremismo y la culpabilización, pero hay que llegar a un equilibrio entre los rituales y lo eficaz “. El tratamiento de los cadáveres es clave. “En el fondo, sus costumbres no son tan diferentes. Por ejemplo, los muertos se exponen en sus casas para que los visiten los vecinos”, y ese es una situación de gran riesgo. “En el momento perimortem, justo antes y después de la muerte, es cuando la persona tiene más virus”, explica Encinas. Por eso es fundamental que quienes asean el cadáver y los que lo visitan se protejan. Lo ideal, dice, “sería que el cuerpo fuera retirado e incinerado”, pero eso es muy difícil. “Entre los musulmanes, por ejemplo, la primera oración se hace en la casa, y la cara debe estar mirando a La Meca”, dice. Para asegurar que todo se disponía adecuadamente, los familiares del fallecido lo movían. “Ahora, en las bolsas herméticas que les damos, se marca la cara con una cruz para que sepan cómo colocarlo”, expone.
Otro problema es el de los enseres de los infectados. “El protocolo ideal sería retirarlos y desinfectarlos. Por suerte, el virus es muy sensible a la radiación solar, al cloro y al alcohol”, añade Encinas. Pero eso supone entrar en las casas con el traje de aislamiento y rociarlo todo con un aspersor. “Hay que aclararlo muy bien. A veces, desinfectar una casa dura media hora, pero se tarda hora y media en explicarlo”, dice el experto. Otra opción que se usa, en algunos casos, es llevarse los enseres y ofrecer otros limpios.
Y, para asegurarse que la gente acude al médico, hay que combatir el estigma. “Los familiares de un muerto quedan marcados; puede pasar que incluso se nieguen a venderles comida, y tenemos que facilitársela un tiempo”.
El rechazo afecta también a los propios sanitarios. “Llegamos, les decimos que tienen que cambiar sus costumbres, nos llevamos a los enfermos, y no podemos asegurarles que les vayamos a curar”, expone Encinas. “Es comprensible su rechazo”, que ha llevado a que en algunas aldeas incluso ataquen a los enviados por MSF o la Cruz Roja. “Entonces esperamos a que los ánimos se calmen y volvemos”, dice el médico.
Propagación. Solo entre el 25 y el 30 de junio se informó de 22 casos, con 14 muertes.
Ciudades. El virus ha llegado a Conakry (Guinea) y Monrovia (Liberia), lo que aumenta la dificultad de tratarlo porque se trata de grandes ciudades.
Viajeros. El virus se incuba hasta 21 días, durante los cuales no es infectivo. Ello puede suponer que un afectado viaje y lo lleve a cualquier destino. A España llegó un caso sospechoso a Valencia, que se descartó hace una semana. 11 países de la zona participaron en la última reunión: los tres afectados y ocho vecinos, que temen que la movilidad y permeabilidad de las fronteras les lleven la enferemdad.
El virus no tiene tratamiento ni vacuna, por lo que la única solución para acabar con él es que no se propague. Para ello, adaptar las costumbres son fundamentales. El encargado de Operaciones en África Occidental de Médicos sin Fronteras (MSF), Luis Encinas, lo explica: “Hay que evitar el extremismo y la culpabilización, pero hay que llegar a un equilibrio entre los rituales y lo eficaz “. El tratamiento de los cadáveres es clave. “En el fondo, sus costumbres no son tan diferentes. Por ejemplo, los muertos se exponen en sus casas para que los visiten los vecinos”, y ese es una situación de gran riesgo. “En el momento perimortem, justo antes y después de la muerte, es cuando la persona tiene más virus”, explica Encinas. Por eso es fundamental que quienes asean el cadáver y los que lo visitan se protejan. Lo ideal, dice, “sería que el cuerpo fuera retirado e incinerado”, pero eso es muy difícil. “Entre los musulmanes, por ejemplo, la primera oración se hace en la casa, y la cara debe estar mirando a La Meca”, dice. Para asegurar que todo se disponía adecuadamente, los familiares del fallecido lo movían. “Ahora, en las bolsas herméticas que les damos, se marca la cara con una cruz para que sepan cómo colocarlo”, expone.
Otro problema es el de los enseres de los infectados. “El protocolo ideal sería retirarlos y desinfectarlos. Por suerte, el virus es muy sensible a la radiación solar, al cloro y al alcohol”, añade Encinas. Pero eso supone entrar en las casas con el traje de aislamiento y rociarlo todo con un aspersor. “Hay que aclararlo muy bien. A veces, desinfectar una casa dura media hora, pero se tarda hora y media en explicarlo”, dice el experto. Otra opción que se usa, en algunos casos, es llevarse los enseres y ofrecer otros limpios.
Y, para asegurarse que la gente acude al médico, hay que combatir el estigma. “Los familiares de un muerto quedan marcados; puede pasar que incluso se nieguen a venderles comida, y tenemos que facilitársela un tiempo”.
El rechazo afecta también a los propios sanitarios. “Llegamos, les decimos que tienen que cambiar sus costumbres, nos llevamos a los enfermos, y no podemos asegurarles que les vayamos a curar”, expone Encinas. “Es comprensible su rechazo”, que ha llevado a que en algunas aldeas incluso ataquen a los enviados por MSF o la Cruz Roja. “Entonces esperamos a que los ánimos se calmen y volvemos”, dice el médico.
La peor epidemia
Casos. Desde marzo de este año, cuando Guinea declaró el primer caso de ébola, se han registrado 759 infectados entre Guinea, Sierra Leona y Liberia. De ellos, el 61,5% (467) ha fallecido, según el último recuento de la Organización Mundial de la Salud (OMS).Propagación. Solo entre el 25 y el 30 de junio se informó de 22 casos, con 14 muertes.
Ciudades. El virus ha llegado a Conakry (Guinea) y Monrovia (Liberia), lo que aumenta la dificultad de tratarlo porque se trata de grandes ciudades.
Viajeros. El virus se incuba hasta 21 días, durante los cuales no es infectivo. Ello puede suponer que un afectado viaje y lo lleve a cualquier destino. A España llegó un caso sospechoso a Valencia, que se descartó hace una semana. 11 países de la zona participaron en la última reunión: los tres afectados y ocho vecinos, que temen que la movilidad y permeabilidad de las fronteras les lleven la enferemdad.
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2014/07/04/actualidad/1404462011_033246.html
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