Fármacos hechos «a medida»
La medicina personalizada se convertirá en la herramienta de futuro para conseguir unos tratamientos más eficaces, a la vez que ahorrarán costes. En la actualidad, en la oncología se encuentra uno de los campos donde más se emplea
En un futuro no muy lejano, cuando estos tiempos de crisis y recortes pasen, todos los recién nacidos contarán con una ficha genética que explique la predisposición a padecer determinadas enfermedades. De momento, queda tan sólo en el ideal de los médicos, pero su utilidad sería clave a la hora de prevenir y abordar determinadas patologías, como las oncológicas o las cardiovasculares.
Éste sería el primer paso hacia una medicina personalizada, en la que el paciente y sus características concretas patológicas marcarán el curso de su tratamiento. Pese a dibujarse así un escenario de ciencia ficción, hoy ya es una realidad en algunas ramas médicas, como la oncología. Así, durante un encuentro informativo sobre medicina personalizada organizado por Pfizer, Fernando López Ríos, director del Laboratorio de Dianas Terapéuticas del Centro Integral Oncológico Clara Campal (Ciocc) de Madrid, explica que «hay muchos tumores que ya tienen un marcador molecualr específico que permite emplear con mayor eficiencia y un ahorro de costes considerable un fármaco». Antes de 2004, apenas se conocían un par de ellos, como el EGFR y el KRAS, y desde 2009 ya hay casi una decena, que marcan las pautas terapéuticas en los tratamientos.
La importancia de estas huellas genéticas reside en el valor predictivo, «ya que gracias al estado de los marcadores –alteración, sobreexpresión...– podremos conocer quién es el mejor candidato a recibir una u otra terapia», expone López Ríos. De hecho, como viene impuesta por las agencias reguladoras, «el análisis de los biomarcadores es imprescindible antes de la administración, la realización de estos estudios, ya que sin ellos no se pueden emplear», subraya.
Pero, ¿y si no hay cura?
Luis Fernando Agüera, psicogeriatra del Hospital 12 de Octubre de Madrid e investigador del alzhéimer, insistió en el dilema «de si sirve de algo conocer si tendré o padeceré una enfermedad si no hay cura, como ocurre en el campo del alzhéimer». Existen marcadores y se conocen los procedimientos de obtención, «pero muchos necesitan PET –tomografía por emisión de positrones– y trazadores caros que distan mucho de los test moleculares que cuestan unos 100 euros».
Para los próximos años, el reto consistirá en diagnosticar a personas que aún no tienen síntomas, pero que desarrollarán la enfermedad cuando envejezcan. «Entre veinte y treinta años antes de que las personas que tendrán alzhéimer empiecen a sufrir pérdidas leves de memoria, ya se ha producido una modificación en su cerebro que esperamos que, en un futuro, nos permita diagnosticar la enfermedad antes de que se manifieste», asegura Agüera.
Además del cáncer, otros campos clínicos como la neurología, las inflamaciones articulares, enfermedades respiratorias y cardiovasculares también cuentan con avances importantes en este área. Por el momento, y en espera de los avances de la ciencia, los doctores han hecho hincapié en la prevención y en los hábitos saludables, como el ejercicio diario o el cuidado de la alimentación.
Éste sería el primer paso hacia una medicina personalizada, en la que el paciente y sus características concretas patológicas marcarán el curso de su tratamiento. Pese a dibujarse así un escenario de ciencia ficción, hoy ya es una realidad en algunas ramas médicas, como la oncología. Así, durante un encuentro informativo sobre medicina personalizada organizado por Pfizer, Fernando López Ríos, director del Laboratorio de Dianas Terapéuticas del Centro Integral Oncológico Clara Campal (Ciocc) de Madrid, explica que «hay muchos tumores que ya tienen un marcador molecualr específico que permite emplear con mayor eficiencia y un ahorro de costes considerable un fármaco». Antes de 2004, apenas se conocían un par de ellos, como el EGFR y el KRAS, y desde 2009 ya hay casi una decena, que marcan las pautas terapéuticas en los tratamientos.
La importancia de estas huellas genéticas reside en el valor predictivo, «ya que gracias al estado de los marcadores –alteración, sobreexpresión...– podremos conocer quién es el mejor candidato a recibir una u otra terapia», expone López Ríos. De hecho, como viene impuesta por las agencias reguladoras, «el análisis de los biomarcadores es imprescindible antes de la administración, la realización de estos estudios, ya que sin ellos no se pueden emplear», subraya.
Pero, ¿y si no hay cura?
Luis Fernando Agüera, psicogeriatra del Hospital 12 de Octubre de Madrid e investigador del alzhéimer, insistió en el dilema «de si sirve de algo conocer si tendré o padeceré una enfermedad si no hay cura, como ocurre en el campo del alzhéimer». Existen marcadores y se conocen los procedimientos de obtención, «pero muchos necesitan PET –tomografía por emisión de positrones– y trazadores caros que distan mucho de los test moleculares que cuestan unos 100 euros».
Para los próximos años, el reto consistirá en diagnosticar a personas que aún no tienen síntomas, pero que desarrollarán la enfermedad cuando envejezcan. «Entre veinte y treinta años antes de que las personas que tendrán alzhéimer empiecen a sufrir pérdidas leves de memoria, ya se ha producido una modificación en su cerebro que esperamos que, en un futuro, nos permita diagnosticar la enfermedad antes de que se manifieste», asegura Agüera.
Además del cáncer, otros campos clínicos como la neurología, las inflamaciones articulares, enfermedades respiratorias y cardiovasculares también cuentan con avances importantes en este área. Por el momento, y en espera de los avances de la ciencia, los doctores han hecho hincapié en la prevención y en los hábitos saludables, como el ejercicio diario o el cuidado de la alimentación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario