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domingo, 23 de junio de 2013

Manual para besarse (acorde con la antropología)

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Cary Grant y Grace Kelly en una escena de Atrapa a un Ladrón, de Alfred Hitchcock.

Resulta imposible hacer un ranking de películas sobre besos. Probablemente, lo difícil sea encontrar una película en la que los protagonistas no se besen. Mis preferencias quizá suenan demasiado clásicas para los fans de Crepúsculo, pero las escenas que más recuerdo del celuloide –al menos las que más me impresionaron–las ideó el maquiavélico Alfred Hitchcock: aquella en la que Grace Kelly, guapísima, le besa apasionadamente y sin previo aviso a Cary Grant antes de cerrar la puerta de su habitación en Atrapa a un Ladrón (1955), y el coqueteo y posterior besuqueo de ese galan del cine con Eva Marie Saint en Con La muerte en los talones (1959).
Claro que el beso, desde el punto de vista antropológico, es algo bastante extraño. Dista de ser algo universalmente aceptado. En Indonesia, el beso en público está penado por la ley. Si te pillan, la multa puede llegar a ser de hasta 33.000 dólares.
Se han dado casos de extranjeros condenados hasta cinco años de cárcel. En Dubai, una británica llamada Charlotte Lewis, fue sentenciada a un mes de cárcel por besarse con un ejecutivo ...¡en la mejilla! En Delhi, hay una multa de doce dólares por besarse en público. Casi nadie lo hace, a pesar de que ese atrevimiento pueda salir mucho más barato que en Indonesia.
En China el diario Daily llegó a publicar en 1990 que besarse era una practica vulgar rayana en el canibalismo. Los nepaleses no se besan. En Suráfrica hay una ley que impide que los menores de 16 años se besen.
En Oriente Medio, el beso en público es poco menos que un tabú.
En los países occidentales, somos bastante más besucones. Al menos, ahora. Pero la moda cambia. Lana Citrón ha escrito una fascinante obra, A compedium of kissess  (Libros Harlequín). Recuerda que, cuando era niña, en Gran Bretaña no estaba bien visto el beso. En Alemania tampoco goza de simpatía como saludo, especialmente en las oficinas. Se llegó a hablar de prohibirlo. Así que a una ejecutiva alemana, lo mejor es darle la mano. Por si acaso.
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Kristen Stewart y Robert Pattinson en una escena de Luna Nueva. Temple Hill Entertainment
Pero las modas van cambiando. Un breve repaso histórico nos dice que el beso no es lo que parece. Por ejemplo:
-En los siglos XV y XVI, los hombres besaban a las mujeres en la boca en las recepciones reales por pura cortesía y protocolo. Y también era común el beso en la boca entre hombres como una forma de saludo. Fueron quizá los dos siglos de oro del beso libre hasta que la Iglesia se encargó de convertir todo ese asunto en un serio pecado. 
-Claro que en el siglo XV, el beso también tenía un significado diabólico, el osculum infame, el beso de la culpa, asociado a los rituales de canibalismo e infanticidio, o el beso en el recto del diablo, que catalogaba a la mujer como bruja.
-El beso en el catolicismo adquirió una carga ritual fascinante. Se besan los pies de Cristo y los de los antiguos papas, los anillos papales, los objetos sagrados...pero hay besos traidores, como el de Judas para identificar a Cristo ante los soldados.
-Existía también la costumbre de besar a los leprosos, sobre todo en el medievo, entre los siglos XII y XIII. Se dice que en aquella época, los guerreros templarios en Jerusalén interrumpían sus matanzas para besar a los leprosos.
 La antropología del beso nos descubre un sinfín de curiosidades. Un buen beso requiere de la activación de 34 músculos faciales, es decir, todos los que tenemos en la cara. Pero además necesitamos de la ayuda de otros 134 músculos extra para ponernos en la postura adecuada.
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Cary Grant y Eva Marie Saint en Con la Muerte en los talones. Universal Pictures.
Dos terceras partes de las personas giran su cabeza hacia la derecha para dar el beso. Quizá tenga algo que ver el hecho de que el 80 por ciento de las mujeres acunen sus bebés en su costado izquierdo, por lo que los pequeños deben girar sus cabecitas hacia la derecha para encontrar el contacto maternal. Al menos así lo cree el psicólogo alemán Onur Gunturkun.
 Un beso supone un intercambio de saliva y de... bacterias. Muchas bacterias. En un mililitro de saliva anidan cien millones de bacterias. Ya se que la mayoría no pensamos en estos términos cuando nos besamos, pero el intercambio de microbios sucede en las dos direcciones. Claro que la saliva tiene también antibióticos que se encargan de eliminar la mayor parte de esas bacterias. Pero algo queda...
Y resulta bastante intrigante el asunto del beso y nuestros labios carnosos. Son bastante raros en el mundo animal. Y muy inervados. La representación de los mapas en la corteza cerebral de los labios ocupa mucho más espacio que otras cosas. Dedicamos más superficie neuronal a los labios que a nuestros genitales, por ejemplo.
Pese a todo, no se sabe muy bien por qué besamos. Los besos bajan la cantidad de cortisol, lo que aleja el estrés. Quizá por eso nos gusta tanto. El primer beso puede ser un método de exploración para comprobar si existe compatibilidad genética con la pareja. Hay estudios que sugieren que es determinante a la hora de abortar el comienzo de una relación romántica.
Y hay quien dice que el hombre pasa testosterona a la mujer cuando la besa para estimularla y hacerla más receptiva al acto sexual. Y también, que ella tiene un sentido del olfato que es como una herramienta selectiva relacionada con el beso. Los esquimales se olfatean las mejillas como forma de besarse. ¿Por qué será?
http://blogs.elpais.com/planeta-prohibido/2013/06/manual-para-besarse-acorde-con-la-antropolog%C3%ADa.html
 

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