Se pegó un tiro a los 18 años pero los médicos le salvaron la vida y le dieron un nuevo rostro
Quince meses después del trasplante, muestra su nuevo aspecto para disuadir a otros jóvenes del suicidio
Pero su hermano, que la encontró envuelta en sangre y sin la mayor parte de su cara, la llevó al hospital a tiempo para que los médicos pudieran salvarla.
Cuatro años y una decena de operaciones después -entre ellas un complejo trasplante completo de cara-, esta joven estadounidense a la que su familia define como "intrépida, divertida, perfeccionista y muy exigente consigo misma", se ha atrevido a mostrar su nuevo rostro al mundo con un objetivo: disuadir a otros jóvenes del suicidio.
Katie sobrevivió pero durante muchos meses no sólo tuvo que hacer frente al impacto psicológico de tener desfigurado el rostro y al intenso dolor. Las acciones más habituales, como comer, eran todo un reto para ella. Para beber, por ejemplo, necesitaba un vaso especial con boquilla porque, al no tener labios, el líquido se salía de la boca.
Un año estuvo Kate en la lista de espera de trasplantes hasta que por fin apareció una donante. Una mujer de 31 años llamada Andrea Schneider fallecida por una sobredosis de cocaína.
Tras más de mil horas de rehabilitación, Katie ha pasado de llamarse a sí misma Shrek, como el famoso ogro, a acceder a salir en la portada de National Geographic, una de las revistas más vendidas del mundo. Lo ha hecho 15 meses después de que le trasplantaran la cara en la Clínica Cleveland de Ohio (EEUU).
'La siesta más larga'
"La siesta más larga" de su vida. Ese es el recuerdo que tiene Katie Stubblefield de la compleja intervención que le devolvió por fin el rostro.Para la joven estadounidense fue un largo sueño, pero la operación, que comenzó el 4 de mayo de 2017 y se prolongó durante 31 horas, requirió el trabajo de 11 cirujanos, entre otros muchos especialistas, que trabajaron hasta la extenuación.
Durante ese tiempo, los médicos trasplantaron el cuero cabelludo, la frente, los párpados superiores e inferiores; su cavidad ocular, nariz, mejillas, mandíbula superior y parte de la inferior, además de sus dientes. Al final de la operación, el 100% de su tejido facial había sido reemplazado por el de la donante.
"El principal desafío era asegurarnos de mantener un riego sanguíneo adecuado y una actividad neuronal en continuidad con la piel, los músculos y la estructuras que dan forma y función a la cara", explica a EL MUNDO Frank Papay, el responsable de dirigir al equipo de cirujanos que la trató en la Clínica Cleveland.
"Cuanto mayor es la extensión de la cara del donante que debe ser trasplantada, mayor es la complejidad", añade el especialista, que no cree que se hayan realizado trasplantes más complejos que éste.
Y es que conseguir una nueva cara para Katie no fue una tarea fácil. Fueron necesarias hasta siete cirugías de preparación previas -entre otras, una reconstrucción de su mandíbula usando parte de uno de sus huesos de la pierna y una prótesis metálica- y el uso de varias técnicas de reconstrucción facial virtual y de tecnología de impresión en 3D.
Según datos facilitados por la Clínica Cleveland, el equipo utilizó, por ejemplo, imágenes obtenidas mediante TAC de la mandíbula de la hermana de Katie, Olivia, para obtener un modelo de reconstrucción.
"La preparación de un trasplante de cara puede llevar meses o años en función de la experiencia del equipo", afirma Papay. "La planificación por ordenador y la realidad virtual ayudan, pero los cirujanos siguen necesitando practicar mucho con cadáveres y sistematizar la estrategia a seguir", añade.
Durante la intervención, los especialistas también tuvieron que tomar decisiones sobre la marcha, para conseguir que el resultado fuera óptimo. De hecho, su plan original preveía usar una cantidad menor de tejidos procedentes de la donante.
Evitar suicidios
Los padres de Kate, Robb y Alesia Stubblefield, son también protagonistas de esta historia. Ellos creen que es fundamental que la gente conozca lo que le ha ocurrido a su hija para evitar que otros jóvenes se quiten la vida o tengan que pasar por un proceso tan duro como el que está viviendo su familia.El suicidio es ya la segunda causa de defunción entre las personas de 15 a 29 años, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Sin embargo, son muchas las personas que intentan suicidarse y no lo logran. Globalmente, de cada 20, sólo una lo consigue. Aún así la cifra de los que ponen fin a su vida es enorme: unas 800.000 personas mueren al año en todo el mundo por esta causa. El uso de plaguicidas, el ahorcamiento y las armas son los métodos más habituales.
Debido a la complejidad y al alto coste del tratamiento, antes de admitir en la lista de trasplantes a un paciente que haya intentado suicidarse hay que evaluar que sea estable psicológicamente y esté preparado para los riesgos y problemas que podrían surgir durante y tras el trasplante, como el rechazo de su cuerpo al nuevo órgano. Y por descontado, comprometerse a seguir todas las indicaciones que le den los médicos y a tomar las medicinas que le receten.
En el caso de Katie, que asegura no recordar nada del día de suicidio, su psiquiatra consideró que su intento de suicidio respondió a un acto impulsivo, según relató la madre a National Geographic.
Un largo camino por delante
Hoy en día, Papay considera que la operación de Katie dio muy buenos resultados, aunque reconoce que la paciente aún tiene un largo camino por recorrer y "siempre se enfrentará al riesgo de un rechazo de los tejidos trasplantados", por lo que deberá tomar medicamentos inmunosupresores de por vida y someterse a revisiones periódicas para comprobar que todo va bien.Además, es probable que también tenga que pasar por el quirófano en más ocasiones. Tras el trasplante, dos intervenciones han mejorado ya la función de su mandíbula y su lengua.
Ella, por su parte, asegura en un comunicado estar preparada para seguir con su "viaje hacia la recuperación y curación" y agradecida a sus médicos y a todo el personal del hospital, a su familia y a su donante por lo que considera "un increíble regalo".
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