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domingo, 11 de mayo de 2014

La orgía interminable de Miley Cyrus

La orgía interminable de Miley CyrusLa orgía interminable de Miley Cyrus

Cuando uno contempla impávido a los acólitos de la buena de Miley Cyrus estallando de euforia, mientras su heroína se restriega por el escenario del O2 Arena de Londres, o cuando se arremolinan en torno a ella para que les escupa el agua que lascivamente ingiere de una botella, realmente comprende por qué se ha convertido en un objeto de estudio y análisis en algunas universidades.
Niñas que no superan los 15, mascan chicle irreverentemente y se contonean sobre sus zapatillas de plataforma en las inmediaciones del metro de North Greenwich donde aguardan el gran momento de reencontrarse con su diva. Fotografían cada cartel de Miley, cada artículo de merchandising que vende en las puertas y de vez en cuando, cae algún selfie.
Después de diez días hospitalizada por una reacción alérgica a los antibióticos, la muñeca rota Disney arrancó ayer su gira europea Bangerz deslizándose por un tobogán rosa en forma de lengua. Enfundada en un maillot de brillantes con unos labios adosados a su pecho saluda a la masa alienada que jalea en las gradas, anunciando que se encuentra «mejor que nunca, feliz de estar en una ciudad como Londres».
La reina de la provocación ha vuelto. Camina de forma arrogante por el escenario, azota el prominente trasero de una de las bailarinas y pasa más tiempo con su lengua fuera que dentro. El caos se apodera del escenario y nada parece tener sentido. Unos osos de colores saltan de acá para allá, el equipo de baile se agita convulsamente en los laterales y de repente, se la traga el escenario.
La gran pantalla anuncia «Parental advisory explicit content», como si en la media hora anterior no hubiera regalado ya una retahíla de improperios varios o se hubiera acariciado vulgarmente todo su cuerpo. Vuelve a aparecer, esta vez encima de un coche dorado con una capa de billetes de dólares adosados a su cuerpo y unas gafas verdes con dos hojas de marihuana, mientras interpreta su tema «Love Money Party». Incongruente, orgiástico y desconcertante, pero perfectamente coreografiado, el twerking se apodera del escenario. Se agacha hasta que su mentón acaricia el suelo. Se levanta, se relame, se agita obscenamente y confiesa: «estoy dejando de fumar. Tabaco. La maría no hace daño a nadie».
El punto de mayor interacción con la grada comienza cuando espeta al publico que bese a la persona de al lado, independientemente de si es chica o chico. Pide a los homosexuales que se morreen ardientemente. A cambio, salen en la gran pantalla con sus caras rodeadas por un gran anillo. Continúan las referencias explícitas a las drogas. «Espero que estéis borrachos y hayáis tomado pastillas».
No decepciona. Interpreta su «4x4», «Fu» o «My Darlin», entregándose en cada uno de sus movimientos. La reciente muerte de su amada mascota Floyd es conmemorada con un perro inflable de 30 metros que desciende sobre el escenario. Dispara rayos láser de sus ojos.
Su gran voz puede cambiar del hip-hop hasta el rock, pero realmente brilla en baladas. En honor a los británicos, interpreta el «Why do you only call me when you are high», de los Arctic Monkey, luego canta una de Dylan y el O2 Arena estalla en júbilo con el «Jolene» de Dolly Parton alterando la letra e incluyendo unos cuantos palabros malsonantes que hacen rugir a la audiencia.
Deja los dos temas fuertes, «We Can’t Stop» y «Wreckin Balls», para cerrar las casi tres horas de orgía musical. Nadie puede decir que no haya sido entretenido. La cantante de 21 años es tan exuberante e hiperactiva que vagamente a uno le da tiempo a asimilar todo lo que ocurre en el escenario. Igual se retoza en una cama entre peluches enormes, que sobrevuela el cielo a bordo de un perrito caliente después de que un bote de mostaza la haya abrochado el cinturón.
 
 http://www.abc.es/cultura/musica/20140507/abci-miley-cyrus-londres-201405071634.html?utm_source=abc.es&utm_medium=modulo-sugerido&utm_content=noticia-AB&utm_campaign=outbrain=obnetwork

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