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sábado, 13 de octubre de 2012

Joven, paquistaní y ministra noruega Hadia Tajik, que se salvó de la matanza de Utoya, se convierte a sus 29 años en un símbolo de la integración social al entrar en el Gobierno laborista

Joven, paquistaní y ministra noruega Hadia Tajik, que se salvó de la matanza de Utoya, se convierte a sus 29 años en un símbolo de la integración social al entrar en el Gobierno laborista
“Los noruegos en España de ninguna manera pueden ser comparados con los inmigrantes en Noruega. Aquí somos un activo”, declaró hace unos meses a un diario de su país Erik Flathus, líder de la filial de un partido derechista en L'Alfàs del Pi, la ciudad alicantina donde reside una nutrida colonia nórdica. Una compatriota suya, de nombre Hadia Tajik, le respondió en un tuit que envió a sus miles de seguidores: “¿Qué te parece?” Tres palabras que ilustró con una foto de la cita publicada en el Dagbladet. A ella, parlamentaria laborista de 29 años, aquellas palabras la debieron irritar bastante. Esa misma mujer, la hija pequeña de los señores Tajik, tenderos paquistaníes en un pueblecito noruego donde la cría nació hace 29 años, fue nombrada ministra de Cultura de Noruega hace unas semanas. La primera musulmana. Y la más joven.
 Salta a la vista que no es la típica noruega. Pero el país tampoco es tan blanco y luterano como antaño. Cuando le preguntaron al rey Harald qué opinaba sobre la última incorporación al Consejo de Ministros pronunció tres palabras: “Ya era hora”. Ella es una hija de Utoya. Formada en la cantera laborista, era una entre miles de chavales que crecieron políticamente en reuniones veraniegas en aquella isla que un sujeto de clase media, rubio y de ojos azules, Anders Behring Breivik, convirtió en un cementerio al asesinar a tiros a 69 personas tras poner una bomba que mató a ocho más. Tajik estuvo aquella mañana de julio de 2011 allí. Salvó el pellejo porque se fue antes de que llegara el asesino.
 Para los que han seguido de cerca su trayectoria, el nombramiento se veía venir. Aseguran que, con o sin los ataques del 22 de julio, hubiera llegado así de alto. La duda era cuándo. ¿Sorpresa? “Sí y no”, responde al teléfono Bjarne Hakon Hanssen, que trata con frecuencia a la ministra, demasiado ocupada ahora para atender a la prensa internacional, según su portavoz. “Me sorprendió porque aún es muy joven. Pero no me sorprendió porque ya tiene un buen historial”, explica Hanssen, tres veces ministro y hoy socio de una empresa de comunicación. Él es el hombre que la llevó a Oslo, el que la introdujo en la política con mayúsculas. “Yo era el responsable de la política de integración en Noruega. Y buscaba un asesor político que tuviera un bagaje distinto al típico noruego. Ella era un tres en uno: brillante, joven y tenía ese bagaje”.
 

Ante la pregunta de cuán religiosa es, la respuesta entre quienes la conocen es idéntica: “Eso es algo entre ella y Dios”. Imposible saber si frecuenta alguna mezquita (cosa menos habitual entre las mujeres). Según el exministro Hanssen: “Es creyente y siempre se define como musulmana”. Nada más sobre su fe, que comparte con 106.000 de los casi cinco millones de habitantes del país.
 El terrorista antiinmigrantes e islamófobo, condenado en agosto a 21 años de cárcel prorrogables, debe estar revolviéndose en su celda ahora que una mujer de piel aceitunada y que reza a Alá está en la cúpula política. Una representante de esos a los que Breivik culpa de todos los males contemporáneos. El tribunal que le declaró cuerdo y culpable recalcó que sus crímenes estaban vinculados a un discurso de la extrema derecha que infiltra peligrosamente el discurso político.
 
Cuenta su mentor que sus padres, sobre todo su madre, Safia Qazalbash, le solían insistir en que el viaje a Noruega les había dado muchas oportunidades que ella debía aprovechar trabajando duro. Visto lo visto, queda claro que le tomó la palabra. Aunque los Tajik querían que estudiara para dentista. No fue así, pero el currículo de la nueva responsable de la cultura, incluida la nueva y espectacular Ópera de Oslo, destaca: licenciada en periodismo (ha trabajado en cinco medios) con un máster en derechos humanos en Londres y una segunda licenciatura en Derecho, domina el inglés, el urdu, el dari y chapurrea el alemán. Y algo muy noruego: tiene permiso de caza.
 Sarwar Tajik y su esposa llegaron desde Pakistán en busca de una vida mejor a Noruega cuando el país empezaba a disfrutar de la bonanza del petróleo y necesitaba mano de obra. Se instalaron en Strand, un municipio de 12.000 habitantes donde tenían un ultramarinos. Ahora ambos están jubilados. “La verdad es que no sé por qué se instalaron aquí, no tenemos muchos paquistaníes”, cuenta por teléfono el alcalde del pueblo natal de la ministra y compañero laborista, Helge Steinsvag. Tras muchas campañas juntos, intuía que esto llegaría porque ella “es muy competente y tiene el apoyo de los políticos de Oslo”. Steinvag está convencido de que Tajik “se va a convertir en un importante ejemplo a seguir para la nueva generación”.
 Del mismo modo que Barack Obama seguramente ha convencido a miles de críos negros estadounidenses de que, con oportunidades y esfuerzo, pueden llegar a la NBA y también a la Casa Blanca, Tajik se puede convertir en un modelo. “Ahora Hadia es un ejemplo para que los niños de los inmigrantes asuman responsabilidades y construyan este país”, declaró a la televisión pública, NRK, Saad Farooq Shehzad, que conoce a los Tajik de toda la vida y pertenece a una agrupación musulmana de la región de Rogaland. Noruega es el hogar de 300.000 inmigrantes no europeos (y otros tantos del continente).
 Tajik saltó a la fama en 2009 gracias a unos vídeos en YouTube que fueron la sensación de la campaña digital a la que se ven abocados los políticos ante la prohibición de que las televisiones emitan propaganda electoral. “Supongo que los laboristas la eligieron como conejillo de indias. Sus vídeos, de muy buena factura, no como otros, atrajeron a los periodistas, fue invitada a talk shows y ahí logró la atención de los grandes medios”, detalla por teléfono Oyvind Kalnes, de la Universidad de Lillehammer, que analizó este experimento. “No enfatizaba su bagaje inmigrante, paquistaní, musulmán, sino que se presentó como una candidata para todos los noruegos”. Hubo “críticas racistas y sexistas”, cuenta este experto en ciencias políticas.
 La ministra es una firme defensora de la igualdad de oportunidades, pero no de la discriminación positiva. Y, por supuesto, del esfuerzo. Nada sorprendente en una hija de la meritocracia. Tres días antes de ser nombrada ministra, lo dejaba claro en un artículo en Aftenposten: “Los políticos socialdemócratas deben repartir cartas a todos. Y cada uno decide cómo jugarlas. Si apostar fuerte y asumir el riesgo, o jugar a lo seguro y quedarte como estás”. Ella, como queda patente, apostó fuerte. Más tarde añadía: “[Los socialdemócratas] no están para dar ventajas especiales a individuos o grupos”.

La hija de los tenderos paquistaníes es, según los expertos, una elección estratégica para atraer al creciente colectivo de los inmigrantes no occidentales ante los comicios de otoño de 2013. Las restricciones a la inmigración alejaron a ese grupo de los laboristas pero hay quien sostiene que la matanza de Utoya —con ambos como objetivo— los ha vuelto a unir. La ministra Tajik encarna ese deseo.

http://internacional.elpais.com/internacional/2012/10/13/actualidad/1350143555_139082.html

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