«Por cada embarcación que mando al continente gano 73.000 euros»
Madrugada
del 16 de abril. Los traficantes que organizan el último viaje para la
mayoría de los alrededor de 850 inmigrantes que se encuentran ya
hacinados en un viejo pesquero de unos 30 metros de eslora están a punto
de ver partir a la nave. Sólo queda un último trámite: pagarles a los
policías libios que sirven en el grupo armado que controla el puerto de
las afueras de Trípoli, desde donde zarpa la embarcación. Varios de
estos agentes suben a bordo, donde los traficantes les entregan la
correspondiente cantidad de dinero pactada, y luego regresan a tierra
firme.
Este episodio, relatado por algunos de los 28 supervivientes de la travesía tras llegar a Italia el domingo 19, muestra la última fase de uno de los pocos negocios boyantes que quedan hoy en Libia: el tráfico de seres humanos. Los diversos grupos criminales que fletan embarcaciones para que los inmigrantes crucen el mar Mediterráneo y alcancen el sueño europeo, o perezcan en el intento, facturan cifras millonarias. La red desmantelada a principios de esta semana por la Fiscalía de Palermo (Sicilia) habría ingresado más de 100 millones de euros en los últimos dos años con su negocio de «esclavistas del siglo XXI», como los definió el primer ministro italiano, Matteo Renzi.
Las mafias especializadas en la inmigración ilegal han encontrado en el caos imperante en Libia tras la caída de Muamar Gadafi el ambiente ideal para trabajar. Basta pensar que de los 430.000 indocumentados llegados a Italia a través del Mediterráneo en la última década, 170.000 lo hicieron en 2014, cuando el país norteafricano había alcanzado ya una auténtica guerra civil. La situación en 2015 no hecho sino empeorar: han arribado más de 24.000 inmigrantes y el Gobierno de Renzi teme que a final de año podrían ser hasta 250.000 las personas que alcancen las costas italianas.
El precio de entrar en Libia
Otras fuentes como la Fiscalía de Palermo elevan hasta un millón el número de personas que esperan en el norte de Libia su oportunidad para llegar a Europa a través de Italia o de Grecia. Este éxodo va a seguir dejando muertos: según la ONG Save the Children, este año podrían fallecer hasta 2.500 niños en el mar Mediterráneo. En lo que llevamos de 2015, van ya más de 1.600 inmigrantes ahogados tras zarpar desde las costas libias.
Las personas que huyen de la miseria de los países subsaharianos o de la represión y la guerra de Eritrea, Somalia, Siria o Irak no sólo se juegan la vida en este peligrosísimo viaje. También todo su dinero y el de sus familias. La parte más costosa de este periplo es la entrada en Libia, por la que hay que pagar a las mafias y a los clanes que controlan la frontera entre 3.600 y 4.600 euros. Quien no dispone de esta cifra viene recluido durante meses en prisiones en el desierto, donde las palizas y los abusos son habituales. Según cuentan muchos de los supervivientes que han llegado estas últimas semanas, los traficantes pegan a los inmigrantes mientras llaman a sus familias para hacerles entender que sólo pagando podrán sus seres queridos recuperar la libertad.
Cruzar el mar Mediterráneo desde el norte de África sale algo más barato: entre 900 y 1.400 euros, aunque la Fiscalía de Catania, que investiga el último gran naufragio, dice que las tarifas de los pasajeros de aquel pesquero oscilaron entre los 700 y los 7.000 euros. Al parecer, quienes pagaron más evitaron ser encerrados en las cubiertas inferiores de la nave. El coste varía en otras embarcaciones: esta semana llegó a un puerto siciliano un yate proveniente de Turquía con 100 refugiados sirios que habían desembolsado 8.500 euros por el trayecto.
Los traficantes ofrecen multitud de formas de pago, aunque con una condición siempre presente: hay que entregar el dinero por adelantado. Se puede hacer a través de los servicios de envío de divisas utilizados habitualmente por los inmigrantes, por un sistema de intermediarios (el llamado «hawala») o por transferencias a terceros países. «Podemos recibir los pagos en cualquier país: Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Noruega, Israel. Donde quieras», le decía al familiar de un inmigrante en una conversación telefónica interceptada por la Policía italiana a uno de los miembros del grupo de traficantes desmantelado por la Fiscalía de Palermo.
Esta investigación desveló el papel que juegan en este negocio «de sumas impresionantes» los bancos internacionales de Dubái, (en Emiratos Árabes Unidos) a través de los cuales estos grupos mafiosos invierten las ganancias obtenidas de los sueños y de la desesperación de los inmigrantes. «He ganado suficiente dinero para vivir estupendamente los próximos veinte años. Por cada nave que mando con destino al continente gano 80.000 dólares (73.000 euros)», se jactaba otro de los traficantes arrestados.
Este episodio, relatado por algunos de los 28 supervivientes de la travesía tras llegar a Italia el domingo 19, muestra la última fase de uno de los pocos negocios boyantes que quedan hoy en Libia: el tráfico de seres humanos. Los diversos grupos criminales que fletan embarcaciones para que los inmigrantes crucen el mar Mediterráneo y alcancen el sueño europeo, o perezcan en el intento, facturan cifras millonarias. La red desmantelada a principios de esta semana por la Fiscalía de Palermo (Sicilia) habría ingresado más de 100 millones de euros en los últimos dos años con su negocio de «esclavistas del siglo XXI», como los definió el primer ministro italiano, Matteo Renzi.
Las mafias especializadas en la inmigración ilegal han encontrado en el caos imperante en Libia tras la caída de Muamar Gadafi el ambiente ideal para trabajar. Basta pensar que de los 430.000 indocumentados llegados a Italia a través del Mediterráneo en la última década, 170.000 lo hicieron en 2014, cuando el país norteafricano había alcanzado ya una auténtica guerra civil. La situación en 2015 no hecho sino empeorar: han arribado más de 24.000 inmigrantes y el Gobierno de Renzi teme que a final de año podrían ser hasta 250.000 las personas que alcancen las costas italianas.
El precio de entrar en Libia
Otras fuentes como la Fiscalía de Palermo elevan hasta un millón el número de personas que esperan en el norte de Libia su oportunidad para llegar a Europa a través de Italia o de Grecia. Este éxodo va a seguir dejando muertos: según la ONG Save the Children, este año podrían fallecer hasta 2.500 niños en el mar Mediterráneo. En lo que llevamos de 2015, van ya más de 1.600 inmigrantes ahogados tras zarpar desde las costas libias.
Las personas que huyen de la miseria de los países subsaharianos o de la represión y la guerra de Eritrea, Somalia, Siria o Irak no sólo se juegan la vida en este peligrosísimo viaje. También todo su dinero y el de sus familias. La parte más costosa de este periplo es la entrada en Libia, por la que hay que pagar a las mafias y a los clanes que controlan la frontera entre 3.600 y 4.600 euros. Quien no dispone de esta cifra viene recluido durante meses en prisiones en el desierto, donde las palizas y los abusos son habituales. Según cuentan muchos de los supervivientes que han llegado estas últimas semanas, los traficantes pegan a los inmigrantes mientras llaman a sus familias para hacerles entender que sólo pagando podrán sus seres queridos recuperar la libertad.
Cruzar el mar Mediterráneo desde el norte de África sale algo más barato: entre 900 y 1.400 euros, aunque la Fiscalía de Catania, que investiga el último gran naufragio, dice que las tarifas de los pasajeros de aquel pesquero oscilaron entre los 700 y los 7.000 euros. Al parecer, quienes pagaron más evitaron ser encerrados en las cubiertas inferiores de la nave. El coste varía en otras embarcaciones: esta semana llegó a un puerto siciliano un yate proveniente de Turquía con 100 refugiados sirios que habían desembolsado 8.500 euros por el trayecto.
Los traficantes ofrecen multitud de formas de pago, aunque con una condición siempre presente: hay que entregar el dinero por adelantado. Se puede hacer a través de los servicios de envío de divisas utilizados habitualmente por los inmigrantes, por un sistema de intermediarios (el llamado «hawala») o por transferencias a terceros países. «Podemos recibir los pagos en cualquier país: Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Noruega, Israel. Donde quieras», le decía al familiar de un inmigrante en una conversación telefónica interceptada por la Policía italiana a uno de los miembros del grupo de traficantes desmantelado por la Fiscalía de Palermo.
Esta investigación desveló el papel que juegan en este negocio «de sumas impresionantes» los bancos internacionales de Dubái, (en Emiratos Árabes Unidos) a través de los cuales estos grupos mafiosos invierten las ganancias obtenidas de los sueños y de la desesperación de los inmigrantes. «He ganado suficiente dinero para vivir estupendamente los próximos veinte años. Por cada nave que mando con destino al continente gano 80.000 dólares (73.000 euros)», se jactaba otro de los traficantes arrestados.
El capitán, forzado a punta de pistola según su hermano
El
tunecino acusado de ser el capitán de la embarcación que partió de
Libia y se hundió antes de llegar a la costa italiana, donde murieron
más de 850 personas, es el mismo inmigrante que fue forzado a punta de
pistola a ejercer de capitán del barco por su experiencia como pescador.
Ayer lo confesó su hermano a Reuters. Las autoridades italianas
indicaron que Mohamed Ali Malek, de 27 años, estaba encargado del
hacinado pesquero. Sin embargo, su hermano señaló que su verdadero
nombre es Nurredine Mahyub y que ya había viajado a Europa en la
clandestinidad hace cinco años. Pasó tiempo en Italia y Francia antes de
ser deportado.
http://www.larazon.es/internacional/por-cada-embarcacion-que-mando-al-continente-gano-73-000-euros-XH9548550#.Ttt1FCsbHZg33Ji
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