Ángel Raya
(Ciudad Real, 1966) no titubea al confesar que para combinar la gestión y
investigación a tiempo completo solo hace falta «echarle ganas». Raya estudia,
entre otros, el mecanismo de regeneración de los peces cebra para reparar
células infartadas. En la Fundación Ramón Areces ha explicado algunos de sus
trabajos con células madre pluripotentes inducidas.
La medicina
regenerativa tiene muchas aplicaciones potenciales, pero ¿cuáles son las
realidades de este campo de estudio?
Los retos
son muchos. El objetivo es desarrollar herramientas utilizables en la clínica a
partir de todo lo que se ha desarrollado en investigación fundamental. En
nuestro caso concreto –células madre con pluripotencia inducida (iPS),
parecidas a las células madre embrionarias–, el gran reto es conseguir que
funcione en el paciente lo que nos funciona en el laboratorio.
Ya se han
logrado crear miniórganos como hígado, cerebro o riñón. ¿Podrán implantarse en
humanos?
Los
miniórganos son muy útiles para investigar en el laboratorio cómo se forma un
órgano, ya que aportan información que no es accesible en un embrión humano.
Puedes generar pequeños rudimentos de órganos y ver cómo se empiezan a formar.
Eso complementa lo que puedes ver en animales y la información seguramente será
utilizada en el futuro para generar órganos mejores. Pero en este momento no se
habla de crear órganos que puedan ser implantados.
Se trata de
herramientas de investigación...
Ahora mismo
estamos en fases muy iniciales. Para implantárselo a un paciente habría que
crear un macroórgano, y no vamos por ahí. Pero existe otro tipo de uso que sí
genera células para la clínica. Como nuestra capacidad de crear tejidos en el
laboratorio es limitada, utilizamos el propio órgano del paciente, implantamos
mezclas de células con biomateriales y dejamos que sea el propio órgano el que
las integre.
¿Eso tiene
que ver con sus estudios sobre la regeneración del corazón del pez cebra?
Es una línea
relacionada, pero distinta, con una aplicabilidad quizá mayor, pero también a
más largo plazo. Se trata de entender por qué algunos organismos son capaces de
regenerarse y los nuestros no. Aún no lo sabemos. Cuando lo sepamos, veremos si
nosotros tenemos algo que los otros organismos no poseen, o nos falta algo que
ellos sí tienen. Y veremos si eso se puede remediar.
Para
enfermedades tan prevalentes como el alzhéimer, ¿se podrá hacer una
reprogramación y reparar neuronas?
Es uno de
los escenarios menos probables en enfermedades degenerativas difusas, que afectan
a una gran cantidad de neuronas en un territorio muy extendido del cerebro. Es
difícil generar nuevas neuronas y que estas establezcan conexiones funcionales.
Hay otro tipo de estrategias que no intentan generar nuevas neuronas, sino
conseguir que no se mueran las que todavía existen. No obstante, en
enfermedades neurodegenerativas más enfocadas –que se producen en una sola zona
del cerebro–, como el párkinson, sí hay equipos científicos que están pensando
en cómo reponer esas neuronas perdidas. Aunque todavía queda mucho y los
experimentos en animales no son de los que mejor funcionan.
En
diciembre, la Agencia Europea del Medicamento recomendó la aprobación de un
autotrasplante que regenera el ojo tras una lesión. ¿La legislación va de la
mano de los logros en medicina regenerativa?
Depende del
país, hay legislaciones más o menos permisivas. España es un país que no
permite, pero no prohíbe. Cada caso se estudia y se aprueba o no en función de
las ventajas y posibles beneficios y riesgos. En medicina regenerativa se
regeneran células somáticas, no se toca la línea germinal, como ocurre con la
polémica surgida con el embrión de tres padres. Ahí la ley es muy clara: no se
puede modificar la línea germinal, no se puede crear un individuo transgénico.
En eso tendrá que ponerse de acuerdo la sociedad.
En 2014 fue
nombrado director del CMRB tras la dimisión de Juan Carlos Izpisúa. ¿Cómo se
concilia la labor de gestión con la de la investigación?
Echándole
más horas. Yo sigo teniendo mi laboratorio y mi grupo en el Instituto de
Bioingeniería de Cataluña (IBEC). Con muchas ganas y durmiendo menos, claro. Y
luego, con un equipo muy bueno, tanto en un sitio como en otro, que son capaces
de ayudar y de llevar muchas cosas.
¿Cómo se
gestiona la financiación en momentos de crisis?
Son tiempos
difíciles para todos. En el caso de la medicina regenerativa hay una voluntad
política porque los gestores se han dado cuenta de que es un tren que está
llegando y que cuanto antes cojan, más ahorros va a suponer para la sanidad pública.
Pero, efectivamente, hay restricciones presupuestarias y austeridad en todos
los niveles, también en el de la investigación. Lo malo es que ahí, si cortas
los niveles de financiación o no pones a disposición todos los fondos
necesarios, todo se ralentiza. Se llegará, pero más despacio.
¿Podemos
imaginar un futuro en el que todo se curará gracias a la medicina regenerativa?
No. Se
podrán curar enfermedades degenerativas, pero no todas, probablemente. Lo que
pasa es que estas patologías son ahora mismo las más prevalentes en la sociedad
que tenemos. No solo alzhéimer o párkinson; también la insuficiencia cardiaca,
que es la principal causa de enfermedad y muerte en nuestro país. Cualquier
aportación en estos campos supone beneficios en el sistema sanitario, y también
mejoras en la calidad de vida de los pacientes. Creo que lo más importante no
es alargar la vida, sino que los últimos cinco o seis años con estas patologías
se vivan con una calida razonable. De hecho, las estrategias en medicina regenerativa
no buscan curar, son un parche.
Si tuviera
que apostar por el próximo hallazgo en medicina regenerativa, ¿cuál sería?
Desde el
punto de vista práctico, el primer ensayo clínico puesto en marcha en Japón
sobre si es segura o no la utilización de las iPS en la retina. Es algo que
sabemos que se va a producir.
http://www.larazon.es/salud/el-gran-reto-de-la-medicina-regenerativa-es-que-funcione-en-los-pacientes-yk8783346#.Ttt1Ux3GbMRM5B1
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