La orgía interminable de Miley Cyrus
Cuando uno contempla impávido a los acólitos de la buena de Miley Cyrus estallando de euforia, mientras su heroína se restriega por el escenario del O2 Arena de Londres,
o cuando se arremolinan en torno a ella para que les escupa el agua que
lascivamente ingiere de una botella, realmente comprende por qué se ha
convertido en un objeto de estudio y análisis en algunas universidades.
Niñas que no superan los 15, mascan chicle irreverentemente
y se contonean sobre sus zapatillas de plataforma en las inmediaciones
del metro de North Greenwich
donde aguardan el gran momento de reencontrarse con su diva.
Fotografían cada cartel de Miley, cada artículo de merchandising que
vende en las puertas y de vez en cuando, cae algún selfie.
Después de diez días hospitalizada por una reacción alérgica a los antibióticos, la muñeca rota Disney
arrancó ayer su gira europea Bangerz deslizándose por un tobogán rosa
en forma de lengua. Enfundada en un maillot de brillantes con unos
labios adosados a su pecho saluda a la masa alienada que jalea en las
gradas, anunciando que se encuentra «mejor que nunca, feliz de estar en
una ciudad como Londres».
La reina de la provocación
ha vuelto. Camina de forma arrogante por el escenario, azota el
prominente trasero de una de las bailarinas y pasa más tiempo con su
lengua fuera que dentro. El caos se apodera del escenario y nada parece
tener sentido. Unos osos de colores saltan de acá para allá, el equipo
de baile se agita convulsamente en los laterales y de repente, se la
traga el escenario.
«Estoy dejando de fumar. Tabaco. La maría no hace daño a nadie»
El punto de mayor interacción con la grada comienza cuando espeta al publico que bese a la persona de al lado, independientemente de si es chica o chico. Pide a los homosexuales que se morreen
ardientemente. A cambio, salen en la gran pantalla con sus caras
rodeadas por un gran anillo. Continúan las referencias explícitas a las
drogas. «Espero que estéis borrachos y hayáis tomado pastillas».
No decepciona. Interpreta su «4x4», «Fu» o «My Darlin», entregándose en cada uno de sus movimientos. La reciente muerte de su amada mascota Floyd es conmemorada con un perro inflable de 30 metros que desciende sobre el escenario. Dispara rayos láser de sus ojos.
«Espero que estéis borrachos y hayáis tomado pastillas»
Deja los dos temas fuertes, «We Can’t Stop» y «Wreckin
Balls», para cerrar las casi tres horas de orgía musical. Nadie puede
decir que no haya sido entretenido. La cantante de 21 años es tan exuberante e hiperactiva
que vagamente a uno le da tiempo a asimilar todo lo que ocurre en el
escenario. Igual se retoza en una cama entre peluches enormes, que
sobrevuela el cielo a bordo de un perrito caliente después de que un
bote de mostaza la haya abrochado el cinturón.
http://www.abc.es/cultura/musica/20140507/abci-miley-cyrus-londres-201405071634.html?utm_source=abc.es&utm_medium=modulo-sugerido&utm_content=noticia-AB&utm_campaign=outbrain=obnetwork
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