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domingo, 7 de octubre de 2012

Degeneración macular, el centro desenfocado

Degeneración macular, el centro desenfocado
MADRID.- La degeneración macular es la segunda causa de ceguera en las personas mayores de 65 años, por detrás de la diabetes. El daño que sufre la mácula afecta a la visión fina, e impide actividades como la conducción, la costura o la lectura.

¿Qué es?

La degeneración macular es una enfermedad degenerativa que afecta al centro de la retina, una zona del ojo llamada mácula. Se trata de la segunda causa de ceguera en las personas mayores de 65 años, por detrás de la diabetes.

La retina es la parte del ojo sensible a la luz. Está situada en la parte posterior del ojo y convierte la luz que éste recibe en estímulos nerviosos que se transmiten al cerebro. El centro de este sensible tejido se llama mácula y es responsable de la visión 'fina', de la que capta los detalles y permite actividades como la lectura, la costura, conducir e incluso reconocer rostros. Se trata de la región más afectada por esta patología.

Cuando la mácula empieza a degenerarse, el centro de la visión comienza a perder nitidez hasta desaparecer completamente. La visión periférica, por el contrario, suele permanecer normal, por lo que rara vez la enfermedad conduce a la ceguera total. Esa pérdida de la visión central suele interferir con ciertas actividades de la vida diaria, como la conducción o la lectura.

¿Qué lo provoca?

Por el momento se desconocen las causas de la degeneración macular, aunque se sospecha que las personas de edad avanzada, los fumadores, los sujetos de raza blanca o con antecedentes familiares de la enfermedad tienen más riesgo de desarrollarla. Otras teorías 'culpan' de este problema a las radiaciones ultravioleta o a ciertos factores nutricionales. De momento, y debido a este desconocimiento, no existe ninguna medida que sea efectiva en la prevención de la degeneración macular. Evitar el tabaco, una buena alimentación y el uso de los suplementos vitamínicos recomendados son las únicas recetas que podrían reducir el riesgo.

Tipos
 ■Degeneración macular húmeda: Su aparición se produce de forma más rápida y supone aproximadamente el 15% de todos los casos. En esta variedad, los vasos sanguíneos que hay detrás de la retina empiezan a presentar fugas de sangre y líquido que levantan la mácula de su lugar normal en el fondo del ojo y ocasionan la distorsión de la visión. Como ocurre con las heridas que se producen en otras partes del cuerpo, estas fugas de sangre dejan en el ojo ciertas cicatrices que interfieren en la visión.

Uno de los primeros síntomas que permiten sospechar de su aparición es que las líneas rectas se vean onduladas. Se trata de una variedad que avanza rápidamente y se considera más grave que la forma seca. Generalmente se asocia su aparición con el envejecimiento (a partir de los 70 años, sobre todo), aunque una miopía muy desarrollada o ciertas infecciones oculares (como la histoplasmosis) también pueden provocarla.
■Degeneración macular seca: En este caso, la pérdida de visión central es más lenta y progresiva; de hecho, su síntoma más común es una visión central borrosa que empeora lentamente (el paciente puede tener problemas para reconocer los rostros, o es posible que necesite más luz de lo habitual para leer). Es la forma más común de la enfermedad y se asocia con pequeños depósitos en la mácula llamados drusas. Se trata de acúmulos de color amarillo debajo de la retina que el oculista puede detectar durante un examen completo de los ojos con dilatación de las pupilas.

Esta variedad de degeneración macular se produce cuando las células de la mácula que son sensibles a la luz se deterioran, haciendo que la vista se nuble gradualmente. A medida que el problema empeora es posible notar un punto borroso en el centro de la visión, aunque cuando afecta a un solo ojo es posible que el paciente no note ningún cambio en su visión general, y que vea incluso los detalles pequeños y sea capaz de conducir.
Cómo se diagnostica
 La degeneración macular puede tardar años en desarrollarse, por lo que es importante que acuda al oftalmólogo ante la aparición de cualquier signo sospechoso. Líneas rectas que se ven curvas, dificultades para ver de lejos o distinguir los colores... A partir de alguno de estos síntomas sospechosos, el oculista puede llevar a cabo un completo examen del ojo que permita diagnosticar la enfermedad. Los especialistas recomiendan que todas las personas mayores de 40 años acudan al menos una vez al año al oculista para realizarse una revisión que incluya una inspección detallada de la retina.


Entre las pruebas que se utilizan para detectar la degeneración macular se incluye un análisis del fondo del ojo (con las pupilas dilatadas para que el especialista pueda mirar través de una lente de aumento) para observar cualquier cambio sospechoso en los vasos sanguíneos, así como una angiografía con fluresceína que permite observar con mayor claridad la vascularización del ojo.
 Para ello se inyecta en el brazo del paciente un colorante (la fluoresceína) que a través del torrente sanguíneo llega hasta los vasos sanguíneos de la retina. Una vez allí, y aprovechando que están 'teñidos', se hacen varias fotografías secuenciales de la retina para detectar si existe algún vaso sanguíneo que está 'goteando'.
 Cómo se trata
Las terapias actualmente disponibles son poco efectivas y tratan más bien de frenar la progresión de la lesión y la pérdida de visión. Los pacientes suelen tomar una combinación de suplementos nutricionales a base de antioxidantes (vitaminas E, C y betacarotenos) y zinc.
 Si los vasos afectados no están en la mácula se puede realizar una coagulación mediante láser para evitar que los vasos alterados se acumulen y produzcan nuevas hemorragias. Para ello se emplea un láser térmico que cauteriza los vasos sanguíneos que presentan fugas e impide su propagación. El láser, sin embargo, no está exento de riesgos y sólo puede tratarse con esta técnica a un pequeño porcentaje de pacientes con la forma húmeda de la enfermedad. Además, las recaídas después de esta intervención son bastante frecuentes.
 Una opción más novedosa consiste en la aplicación de terapia fotodinámica. Para ello, se inyecta un medicamento sensible a la luz (verteporfin) a través de una vena del brazo, que llega hasta el ojo siguiendo el torrente sanguíneo. Cuando el especialista enfoca dentro de los ojos con un láser no térmico, el fármaco produce una reacción química capaz de destruir los vasos sanguíneos anómalos. Al contrario que el láser, esta terapia no destruye el tejido sano que rodea a la lesión.

http://www.elmundo.es/elmundosalud/2007/01/25/medicina/1169733276.html

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