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domingo, 21 de octubre de 2012

Un paréntesis laboral marcado por el cáncer

Un paréntesis laboral marcado por el cáncer
 


Madrugar por las mañanas, coger el coche, ir al trabajo, fichar, desayunar con los compañeros, tener una reunión... La 'aburrida' rutina puede suponer la vuelta a la normalidad para muchas mujeres que han tenido cáncer de mama. No todas lo tienen fácil, no todas pueden o quieren volver a hacer lo mismo de antes, no hay recetas únicas; cada una de ellas tiene su propia historia. Fisioterapeutas, empleadas de la limpieza, reponedoras en supermercados, peluqueras, vigilantes de seguridad... Hay cientos de profesiones que requieren un cierto esfuerzo físico que no siempre es posible después de los tratamientos oncológicos. A ellas se suman las que son sutilmente despedidas de su empleo cuando se reincorporan de la baja.
 Ni la Federación Española de Cáncer de Mama (FECMA), ni el sindicato UGT tienen constancia de despidos causados por esta enfermedad (que en este 19 de octubre celebra su día mundial); pero Begoña de Cevallos, responsable del departamento de Trabajo Social de la Asociación Española contra el Cáncer (AECC) en Madrid, ha visto más de un caso en su consulta. "Es difícil de demostrar, y muchas de ellas no quieren hablar; pero suele coincidir al reincorporarse". Con las circunstancias actuales, admite, esto ocurre "con relativa frecuencia".
 Coincide con su percepción Laura García Estévez, especialista en cáncer de mama del Hospital de Sanchinarro en la capital. "Hay jefes fantásticos, que permiten a las mujeres incluso compatibilizar las terapias con su jornada laboral. Pero también veo mucho estrés, gente a la que han despedido o no le han renovado el contrato".
 Ambas coinciden también en todo lo que significa el trabajo de normalidad; de antídoto contra la enfermedad ("para no estar todo en día en casa pensando en ello"). "A quienes les apasiona su trabajo encuentran incluso un bálsamo en seguir en activo, y hacen todo lo posible por seguir, aunque tengan que ausentarse el día de la 'quimio'", explica la doctora García Estévez; "y eso es admirable, porque las terapias afectan mucho, y no estás al cien por cien".
 En algunos casos, seguir al pie del cañón no es posible. Es el caso de Teresa Torres, azafata, y Manuela Soler, controladora aérea; cuyas profesiones les obligaron a coger la baja 'por imperativo legal'. "Nuestro ritmo y horarios son muy estrictos", reconoce Teresa; cuya empresa no le permite volar con peluca, por ejemplo. "Además, estás muy cansada, yo no podría abrir una puerta de emergencia en caso necesario", explica.
 Ahora que está con la radioterapia, mucho más benevolente con su organismo, admite que está deseando volver a volar. "Todo lo que sea volver a la normalidad significa que estás bien". Su compañera en la sala de control ya ha pasado ese hormigueo del primer día, esa inquietud de recién llegada; "después de dos años de inactividad, de no estar pendiente de la agenda, de los turnos...".
 En otros casos, el cáncer marca un antes y un después en la actividad profesional. Es el caso de Ángela Moreno, que ha tenido que dejar su propia peluquería porque las secuelas de la mastectomía no le permiten seguir ejerciendo su profesión. "Yo estoy muy preparada para esto, pero no para otras cosas. ¿Qué hago a mis 51 años?", se pregunta.

Bajar el ritmo

Patricia M. y Cristina Mohedano, abogada y directiva, respectivamente, han mantenido sus profesiones, aunque bajando el ritmo después del diagnóstico. "Yo no me cogí la baja durante los tratamientos, porque para mí, trabajar formaba parte de la lucha. Sin embargo, al final forcé mucho la máquina y pagué el agotamiento. Después de ocho años luchando contra el cáncer he tenido que bajar el ritmo. No tengo la misma energía que antes".
 Las repercusiones de la enfermedad pueden ser también mucho más sutiles. Trinidad López (enfermera sevillana) y Encarnación Martín, pintora; lo han notado directamente en sus profesiones. "Poder vivir en primera persona del lado del paciente me ha permitido cambiar mi forma de trabajar; estar más pendiente de ellos, de acompañarles; y tratar de no repetir algunos errores, como hacer comentarios inadecuados delante de ellos", explica.
 Nana Martín, psicóloga además de pintora, reconoce que mantener una actividad profesional durante los tratamientos es positivo. Aunque añade un matiz: "Es importante adaptar ese trabajo a la nueva situación, hacerlo ergonómicamente, adaptándolo al cansancio y a los descansos que necesitamos los pacientes", explica.
 A su juicio, a veces es fácil desde fuera minimizar las secuelas de las terapias; pero es necesario que el entorno, tanto familiar como laboral, sea consciente de esas necesidades emocionales, de esas alteraciones del ánimo. "Trabajar es muy útil para la autoestima, para sentirse útil, pero supone un doble esfuerzo. Si quieren que sigas rindiendo es fundamental tener apoyo psicológico en los momentos más duros".

http://www.elmundo.es/elmundosalud/2012/10/18/oncologia/1350574299.html

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