Algodoneros tanzanos, unidos para sobrevivir
El agente de compras afloja el regulador de la báscula mientras el abultado saco de algodón de Raphael Ngurime cuelga del gancho de la balanza. Este campesino de 69 años mira cómo pesan su segunda cosecha del año y no alcanza a entender qué hace el comprador ni por qué razón según la aguja, de repente, se han perdido 50 kilos de su producción. A primera hora de la mañana, cuando Ngurime pesó el algodón en la báscula de la alcaldía, la aguja marcaba 550 kg. Ahora, sólo llega a 500. Eso, dice este granjero tanzano, es habitual. Ser engañado por los agentes de compras – intermediarios que compran el algodón de los campesinos y que lo venden a las hilaturas, donde se procesa y se transforma en hilo para la exportación – es uno de los muchos problemas a los que se enfrentan los cultivadores de algodón de Tanzania. De regreso a su choza de barro y caña, en la aldea de Sanungi, donde vive con su hija y cuatro nietos, Ngurime confiesa que su vida podría ser mejor "si me pagaran realmente por lo que cosecho".
En las aldeas de la llamada Área Agrícola Algodonera del Oeste de Tanzania (WCGA, por sus siglas en inglés), donde se cultiva el 99% del algodón, la palabra "agente" se ha convertido ya en sinónimo de "engaño". "Nos engañan de muchas maneras: en la báscula, pagando la mitad, posponiendo los pagos, manipulando los precios", se lamenta Ngurime. "Cuando venimos a vender nuestro algodón en los centros de las aldeas, los agentes lo pesan y después lo cargan en camiones, entonces nos dicen que ya no tienen efectivo y que ya pagarán más adelante," explica Francis Mangu, un campesino de la aldea de Nyangukolwa, en Bariadi, uno de los ocho distritos de la región de Shinyanga, en la WCGA, junto al Lago Victoria. Denis Kulwa, un campesino del vecino distrito de Meatu, se lamenta de que a veces los agentes les pagan en cuotas irrisorias – 50.000 (21,70 euros) a 100.000 (43,40 euros), lo que significa que apenas puedan ahorrar. "A veces cuando nos dicen que no hay dinero, nos vemos obligados a darles una comisión para que nos paguen", dice.
"Tenemos que enfrentarnos a la realidad de que la gente que se dedica al cultivo de algodón no ha podido reducir su nivel de pobreza," dice la Comisionada Regional de Shinyagana, la Dra. Yohana Balele. Añade que, si bien estos cultivos han hecho una importante contribución a la economía nacional desde la independencia "los niveles de pobreza entre los campesinos siguen siendo todavía del 42%. Nuestra esperanza siempre ha sido que estos cultivos echen la pobreza de los hogares. Pero como muchos otros programas, el reto es cómo alcanzar este objetivo."
Las carencias en la industria del algodón inciden en la pobreza de los campesinos, que no pueden costear ni pesticidas ni fertilizantes – que mejorarían la calidad de su producción – porque no tienen ahorros y porque les pagan en cuotas tan irrisorias como irregulares. El resultado es que el algodón tanzano está considerado de segunda clase en el mercado internacional por su baja calidad, lo que influye en los ingresos del país y en el PNB. Aparte, la liberalización de este sector en los 90 ha hecho caer la productividad hasta los 550 kilos por hectárea, frente a los más de 2.000 kilos que producen en otros países.
Una de las razones que ha impedido el aumento de la productividad es la falta de investigación en variedades de semillas, dice Poulton. "Para que se haga una idea, la UK82 [una variedad de semilla creada en 1982] sigue siendo la que se utiliza aún hoy en día." Además, no hay ningún sistema que facilite préstamos a los campesinos para la compra de fertilizantes. Y "sin crédito – sigue Poulton - los campesinos no pueden pagarlos. En una investigación de 2002, encontramos que el 50% de los campesinos no habían fumigado ni una sola vez. Y eso que fumigar una vez tiene un coste de poco más de dos euros. Realmente es difícil dimensionar un nivel de pobreza así." La baja productividad junto a la caída de los precios del algodón en los últimos quince años realmente ha conspirado para empobrecer aún más a los campesinos.
En efecto, "de 1996 a 2010, el aumento de la productividad mundial ha hecho caer los precios – cuenta Poulton. – Para soportar esta situación, Tanzania debería aumentar su productividad como ha hecho el resto del mundo. Al no haber podido hacerlo, los campesinos están ganando cada vez menos por sus cosechas." Ngurime no entiende de economía, pero siente sus efectos. Y con la fluctuación de los precios y los cada vez menores beneficios, ha optado por hacer crecer otros cultivos, como maíz o cacahuetes, junto a sus acres de algodón. El gobierno confía en que un nuevo enfoque en la agricultura ayudará la industria algodonera, reducirá la pobreza e impulsará la economía al mismo tiempo.
Como parte del contrato, las hilaturas ofrecerán a los campesinos fertilizantes, pesticidas, semillas de algodón y tractores con el objetivo de mejorar tanto la cantidad como la calidad de los cultivos. Cada empresa deberá, por su parte, emplear facilitadores que ofrezcan asesoramiento a los campesinos. A cambio de su inversión, los campesinos se comprometen a vender su producción a la empresa con la que han firmado el contrato. Este modelo de contrato agrícola, fue presentado como un programa piloto en 2008 por la Fundación Gatsby, del Reino Unido, que financia, entre otros, proyectos agrícolas en África. En los últimos tres años, esta práctica permitió aumentar la producción en un 30%, en el año en que hubo sequía, y en un 120% los años de pluviometría normal, según la fundación. "La respuesta simple es: ¡si! El modelo de contrato agrícola es una buena idea," dice Poulton. "Ofrece la posibilidad de mejorar la producción y aumentar los ingresos."
Sin embargo, el reto sigue siendo su implementación. "Los campesinos tienen que organizarse para negociar bien con las empresas transformadoras. Y apoyar a más de 300.000 campesinos a coordinarse en grupos que funcionen es una tarea ingente," explica Poulton. "El proceso de adjudicar qué compañías irán a qué zonas – que es responsabilidad de la Oficina Tanzana para el Algodón – debe ser transparente y justo para que las empresas confíen en el nuevo sistema."
En el otro lado está Dotto Fadhili, de 60 años, jefe de la aldea de Nyangukolwa en Shinyanga, que ganó 800.000 chelines (algo más de 345 euros) este año gracias a los fertilizantes, a unas semillas mejores y al asesoramiento que recibió en el marco del contrato agrícola. Antes, lo máximo que había conseguido eran 300.000 chelines (unos 130 euros). "Esperaba ganar 1,6 millones de chelines (690 euros), pero la sequía redujo mis ganancias. Pero aún así, estos son los mayores ingresos que he hecho en mis 15 años como cultivador de algodón," cuenta. Ahora quiere aumentar de seis a diez los acres cultivados. "También me gustaría comprar una Bajaj [un rickshaw motorizado] con un trailer para cargar el algodón desde la granja al mercado. Y aprovecharé el Bajaj para transportar personas y tener un dinero extra. Creo que estoy en el camino correcto para convertirme en un granjero de éxito."
http://www.elmundo.es/elmundo/2011/10/18/solidaridad/1318926192.html
En las aldeas de la llamada Área Agrícola Algodonera del Oeste de Tanzania (WCGA, por sus siglas en inglés), donde se cultiva el 99% del algodón, la palabra "agente" se ha convertido ya en sinónimo de "engaño". "Nos engañan de muchas maneras: en la báscula, pagando la mitad, posponiendo los pagos, manipulando los precios", se lamenta Ngurime. "Cuando venimos a vender nuestro algodón en los centros de las aldeas, los agentes lo pesan y después lo cargan en camiones, entonces nos dicen que ya no tienen efectivo y que ya pagarán más adelante," explica Francis Mangu, un campesino de la aldea de Nyangukolwa, en Bariadi, uno de los ocho distritos de la región de Shinyanga, en la WCGA, junto al Lago Victoria. Denis Kulwa, un campesino del vecino distrito de Meatu, se lamenta de que a veces los agentes les pagan en cuotas irrisorias – 50.000 (21,70 euros) a 100.000 (43,40 euros), lo que significa que apenas puedan ahorrar. "A veces cuando nos dicen que no hay dinero, nos vemos obligados a darles una comisión para que nos paguen", dice.
Dos millones dependen del algodón
El algodón es uno de los cultivos clave de Tanzania, que permite la subsistencia del 40% de la población del Área Agrícola Algodonera del Oeste (WCGA). En total, unos dos millones, de una población nacional de 42 millones de personas, dependen del algodón, que representa el 13% de las exportaciones. Después del café, es el principal producto de exportación. Y a pesar de ello, los 400.000 pequeños campesinos que se dedican a este cultivo apenas han visto mejorar sus vidas."Tenemos que enfrentarnos a la realidad de que la gente que se dedica al cultivo de algodón no ha podido reducir su nivel de pobreza," dice la Comisionada Regional de Shinyagana, la Dra. Yohana Balele. Añade que, si bien estos cultivos han hecho una importante contribución a la economía nacional desde la independencia "los niveles de pobreza entre los campesinos siguen siendo todavía del 42%. Nuestra esperanza siempre ha sido que estos cultivos echen la pobreza de los hogares. Pero como muchos otros programas, el reto es cómo alcanzar este objetivo."
Las carencias en la industria del algodón inciden en la pobreza de los campesinos, que no pueden costear ni pesticidas ni fertilizantes – que mejorarían la calidad de su producción – porque no tienen ahorros y porque les pagan en cuotas tan irrisorias como irregulares. El resultado es que el algodón tanzano está considerado de segunda clase en el mercado internacional por su baja calidad, lo que influye en los ingresos del país y en el PNB. Aparte, la liberalización de este sector en los 90 ha hecho caer la productividad hasta los 550 kilos por hectárea, frente a los más de 2.000 kilos que producen en otros países.
Cultivo clave contra la pobreza
Colin Poulton, investigador del Centro para el Desarrollo, el Medioambiente y Políticas, de la londinense Escuela de Estudios Orientales y Africanos, dice que el algodón podría reducir la pobreza en Tanzania porque puede cultivarse en amplias áreas de todo el país. Por otra parte, no hay muchas más oportunidades para que la gente mejore sus ingresos. Según Poulton, "las investigaciones que hemos llevado a cabo, muestran que muchos campesinos optan unas veces sí y otras no por cultivar algodón, según les parezca o no conveniente, aunque las opciones no siempre sean óptimas. Esto indica que, aún cuando el algodón no les saque de la pobreza, peor sería si no tuvieran esa opción. Sin embargo – dice el investigador – para realmente marcar la diferencia hay que aumentar la productividad de este cultivo y, en consecuencia, de sus beneficios."Una de las razones que ha impedido el aumento de la productividad es la falta de investigación en variedades de semillas, dice Poulton. "Para que se haga una idea, la UK82 [una variedad de semilla creada en 1982] sigue siendo la que se utiliza aún hoy en día." Además, no hay ningún sistema que facilite préstamos a los campesinos para la compra de fertilizantes. Y "sin crédito – sigue Poulton - los campesinos no pueden pagarlos. En una investigación de 2002, encontramos que el 50% de los campesinos no habían fumigado ni una sola vez. Y eso que fumigar una vez tiene un coste de poco más de dos euros. Realmente es difícil dimensionar un nivel de pobreza así." La baja productividad junto a la caída de los precios del algodón en los últimos quince años realmente ha conspirado para empobrecer aún más a los campesinos.
En efecto, "de 1996 a 2010, el aumento de la productividad mundial ha hecho caer los precios – cuenta Poulton. – Para soportar esta situación, Tanzania debería aumentar su productividad como ha hecho el resto del mundo. Al no haber podido hacerlo, los campesinos están ganando cada vez menos por sus cosechas." Ngurime no entiende de economía, pero siente sus efectos. Y con la fluctuación de los precios y los cada vez menores beneficios, ha optado por hacer crecer otros cultivos, como maíz o cacahuetes, junto a sus acres de algodón. El gobierno confía en que un nuevo enfoque en la agricultura ayudará la industria algodonera, reducirá la pobreza e impulsará la economía al mismo tiempo.
Un modelo de contrato agrícola
A partir de diciembre, cuando los campesinos vuelvan a plantar el algodón, la Oficina del Algodón de Tanzania ha anunciado que se pondrá en práctica un nuevo tipo de contrato agrícola en todo el WCGA. El "contrato agrícola" permitirá una nueva relación directa entre los campesinos y las empresas transformadoras, eliminando así a los agentes intermediarios. Serán los denominados Grupos de Negocios de Campesinos, formados por los propios agricultores, los que sustituirán a los agentes.Como parte del contrato, las hilaturas ofrecerán a los campesinos fertilizantes, pesticidas, semillas de algodón y tractores con el objetivo de mejorar tanto la cantidad como la calidad de los cultivos. Cada empresa deberá, por su parte, emplear facilitadores que ofrezcan asesoramiento a los campesinos. A cambio de su inversión, los campesinos se comprometen a vender su producción a la empresa con la que han firmado el contrato. Este modelo de contrato agrícola, fue presentado como un programa piloto en 2008 por la Fundación Gatsby, del Reino Unido, que financia, entre otros, proyectos agrícolas en África. En los últimos tres años, esta práctica permitió aumentar la producción en un 30%, en el año en que hubo sequía, y en un 120% los años de pluviometría normal, según la fundación. "La respuesta simple es: ¡si! El modelo de contrato agrícola es una buena idea," dice Poulton. "Ofrece la posibilidad de mejorar la producción y aumentar los ingresos."
Sin embargo, el reto sigue siendo su implementación. "Los campesinos tienen que organizarse para negociar bien con las empresas transformadoras. Y apoyar a más de 300.000 campesinos a coordinarse en grupos que funcionen es una tarea ingente," explica Poulton. "El proceso de adjudicar qué compañías irán a qué zonas – que es responsabilidad de la Oficina Tanzana para el Algodón – debe ser transparente y justo para que las empresas confíen en el nuevo sistema."
Desilusión y esperanza
Los campesinos de las aldeas de Shinyanga cuentan historias parecidas: agentes que los han engañado, cultivos perdidos por la sequía, la fluctuación de los precios mundiales del algodón y la falta de acceso a fertilizantes y pesticidas. La familia de Masingia Madoho ha dependido del cultivo del algodón durante generaciones. Sin embargo, este hombre de 39 años dice que cada vez es más difícil apoyar a su familia extensa formada por 37 personas, repartidas en nueve hogares. El pasado año, tras varios años de bajos ingresos, dos de sus hermanos decidieron abandonar el cultivo del algodón y trabajar como sirvientes en la ciudad de Bariadi. Para ellos, eso significa un techo sobre sus cabezas, comer cada día y 15.000 chelines (6,50 euros) que enviar a sus familias cada mes. "Tenemos la tierra – dice encogiéndose de hombros – por eso es decepcionante cuando una familia, que antaño se sintiera orgullosa de cultivar algodón, opta por trabajar en el servicio doméstico." La gente joven en el campo, explica el señor Madoho, está desilusionada y prefiere ir a la ciudad a encontrar trabajos para ir tirando.En el otro lado está Dotto Fadhili, de 60 años, jefe de la aldea de Nyangukolwa en Shinyanga, que ganó 800.000 chelines (algo más de 345 euros) este año gracias a los fertilizantes, a unas semillas mejores y al asesoramiento que recibió en el marco del contrato agrícola. Antes, lo máximo que había conseguido eran 300.000 chelines (unos 130 euros). "Esperaba ganar 1,6 millones de chelines (690 euros), pero la sequía redujo mis ganancias. Pero aún así, estos son los mayores ingresos que he hecho en mis 15 años como cultivador de algodón," cuenta. Ahora quiere aumentar de seis a diez los acres cultivados. "También me gustaría comprar una Bajaj [un rickshaw motorizado] con un trailer para cargar el algodón desde la granja al mercado. Y aprovecharé el Bajaj para transportar personas y tener un dinero extra. Creo que estoy en el camino correcto para convertirme en un granjero de éxito."
http://www.elmundo.es/elmundo/2011/10/18/solidaridad/1318926192.html
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