“Dios es amor mejor con humor” trata de acercar El Antiguo Testamento a todos. La dosis de humor intenta facilitar la comprensión del Libro Santo. Siempre con respeto y con matices didácticos nunca pierde la parte espiritual y sensible de un conjunto de textos tan antiguos como actuales. Para traernos a un Dios que sigue con nosotros. Que nos perdona a pesar de las torpezas y debilidad del hombre. Que sigue con el pueblo elegido. Porque los elegidos somos los que nos dejamos elegir.
DIOS ES AMOR, MEJOR CON HUMOR
domingo, 5 de febrero de 2017
Premios Goya La gente no puede dejar de hablar de estas ocho cosas de la gala de los Goya
Premios Goya La gente no puede dejar de hablar de estas ocho cosas de la gala de los Goya
Una
orquesta haciendo toc-toc, una misteriosa señora de azul, la radiante
Ana Belén, los problemas de los españoles con el inglés...
"Pero qué película más bien hecha". Esa valoración tan de madres
parece la conclusión que la Academia de Cine quiso transmitir en la gala de los Goya 2017 sobre Un monstruo viene a verme.
Nueve premios técnicos y artísticos, incluido un reconocimiento al
director Juan Antonio Bayona, quien por tercera vez se acuesta con un
Goya, pero no con el de mejor película.Tarde para la ira
le remontó en el tiempo de descuento, dejando a la película de Bayona
con un cruel récord: es la mayor ganadora de la historia sin el premio
gordo. El presentador, Dani Rovira, no dejaba de informarnos de que "ahí
fuera las redes ardían". Seguro que su pestaña de notificaciones también
estaba en llamas. En Twitter, en Facebook o en el sofá, millones de
españoles comentaron un año más a (sí, se avecina un tópico) la gran
fiesta del cine español. Grande, grande, no fue. Fiesta, regular. Pero
cine español, mucho, muy bueno y muy visto: 18 millones de espectadores.
A una gala tan nostálgica (hasta Emma Suárez
ganó dos veces) le habría sentado fenomenal la irrupción de Las
Tacañonas tocando la campana para echar al personal
Y lo sabemos porque el vicepresidente de la Academia, Mariano
Barroso, tuvo el detalle de contárnoslo. Aquel fue uno de los múltiples
datos que descubrimos: que el gobierno ha recibido 28 millones de euros
más (en concepto de IVA) de lo que ha invertido en el cine, que solo el 8
% de los actores españoles viven de ello y que Alexandra Jiménez, Belén
Cuesta y Luis Callejo han hecho cinco películas cada uno en 2016,
quitándole el trabajo a ese otro 92 %. Solo hubo algo que superó en
cantidad a los datos: los miembros de la orquesta sobre el escenario. Estos son los temas que la gente más está comentando el día después...
La orquesta: gran idea, resultado estrafalario
Atestar el escenario con una orquesta en directo (conducida por un señor vestido como Neo en Matrix)
daba la impresión de que constantemente estaban pasando cosas.
Muchísimas cosas. No había plano que no estuviese rellenado de fondo con
algún trozo de cuerpo humano. Los planos generales del escenario
parecían ese concierto de tu colega al que asistes entusiasmado, pero en
el que al final te toca quedarte a ayudar a recoger los bártulos. Ni un solo músico se levantó en toda la noche, y se mantuvieron
fieles a su cometido de indicar a los ganadores que tenían que desalojar
mediante un simpático tic-toc. La alarma recordaba al Un, dos, tres.
A una gala tan nostálgica (hasta Emma Suárez ganó dos veces) le habría
sentado fenomenal la irrupción de Las Tacañonas tocando la campana para
echar al personal. La orquesta tuvo tanto protagonismo que hasta en el homenaje a los
fallecidos (introducido, Dios sabe por qué, por Antonio De La Torre
gritando "arriba España" con un megáfono) la cámara se recreó en ella en
vez de en las imágenes de los homenajeados. El único error de cálculo
que cometió la orquesta fue preparar introducciones musicales demasiado
cortas: todos los presentadores caminaban hacia el atril en silencio,
rellenado en un par de ocasiones por los tacones de las chicas, que
conseguían que el Madrid Marriot Auditorium Hotel sonase como un
hipódromo. Otra decepción fue que la aparición de Emilio Aragón no
quedase aderezada por unos compases de Cuidado con Paloma que me han dicho que es de goma. Pero claro, la Film Symphony Orchestra no se la sabe.
Todos los ganadores posan con su Goya. Cordon
La buena pronunciación, y (especialmente) la mala
El estereotipo, asumido con socarronería cada año, de que los
españoles no sabemos hablar inglés daría para una comedia de enredo que
no ganaría ningún Goya (porque las comedias nunca ganan). Ana Belén
mencionó a "Espencer Traci", Emma Suárez a "Sigurni Huever", y Dani
Rovira hizo un chiste a costa de uno de los cuatro idiomas oficiales de
España (incapaz de enunciar La propera pell, cuando el catalán alberga palabras bastante más difíciles como "esgarrifança"). Los extranjeros nos dieron un repaso, con la presidenta de la
Academia Ivonne Blake (¿oficialmente ningún español quiere meterse en
ese marrón?) exclamando en casi perfecto castellano "enséñame tu
paquete" a un Rovira vestido de Supermán que se parecía más a
Ruiz-Mateos; y Peter Glossop (ganador al mejor sonido) recitando su
discurso de forma aceptable. Pero la mayor víctima de la pronunciación
distraída fue "monstruo". Paradójicamente, también fue la palabra más
pronunciada de la noche. Ninguna de ellas correctamente.
Ana Belén redefine el concepto del amor verdadero
En un país con pocas estrellas de verdad, Ana Belén brilla más que ninguna.
Su discurso, un repaso a su vida que también podemos encontrar en su
página de Wikipedia, nos recordó que la vida del actor nunca es fácil, y
que necesita la colaboración de muchas personas. Su dedicatoria a
Víctor Manuel, "sin él mi vida habría sido distinta, e infinitamente
peor", redefinió el concepto del amor verdadero.
Quien no lloró, ni sonrió, ni nada fue
Almodóvar, parapetado tras unas gafas de sol que le permitirían echar
una cabezada si le apetecía. Coronado debió de envidiar esta idea
Y en la voz de Ana Belén todo suena más bonito. Anoche solo la superó
Silvia Pérez Cruz, arrancándose con una canción por los desahuciados al
recoger su premio, y sin duda un dueto entre ellas dos habría sido más
mágico que el de Adrián Lastra y Manuela Vellés (compuesto por Víctor
Manuel), que cantaron la misma canción pero en dos realidades
alternativas distintas. Ninguna de las dos la nuestra.
Bayona llora, Almodóvar ni sonríe
Tres horas llorando son muchas horas, pero no es para menos. Un monstruo viene a verme
no ha sido fácil de hacer, y tanto la Academia como los 4,6 millones de
espectadores que han ido al cine se han dado cuenta. El director se
emocionó con cada uno de los reconocimientos a su equipo, incluso con
frases tan incómodas como la de David Martí: "Este rodaje fue tan
complicado como el proceso del cáncer". Rovira le llevó una tila a Bayona para que dejase de llorar, y por
asombroso que resultase no hizo ningún chascarrillo sobre tsunamis.
Quien no lloró, ni sonrió, ni nada fue Pedro Almodóvar, parapetado tras
unas gafas de sol que le permitirían echar una cabezada si le apetecía.
José Coronado debió de envidiar esta idea. Lo más triste para nosotros
fue que Bayona no dirigiese también la gala, a la que le sobraron tantos
tembleques de cámara como le faltó ritmo.
Quién rayos es la señora de azul
Empieza a resultar tradición que en un evento televisado haya una
señora, captada a traición entre el público, cuya cara de aburrimiento
represente a los espectadores como la libertad guiando al pueblo. Y si
la señora de azul supiera dónde estaba la salida, habría guiado al libro
que hojeaba sin parar al primer taxi que se le cruzase.
Manuela Vallés posa en la alfombra roja antes de empezar la gala. Cordon
En este caso, su desdén tiene excusa: la simpar señora de azul es
Lesley, la esposa de Ken Loach, quien evidentemente no se estaba
enterando de nada. Si le sirve de consuelo, alguien debería aclararle
que de haber entendido algo se habría aburrido igual. Ken Loach cubrió
la tradicional cuota de guiri al que traemos para no darle nada.
Sigourney Weaver pasó de venir, probablemente advertida por Tim Robbins
mediante un WhatsApp que solo rezaba "DON'T". Tampoco asistió Adriana
Ugarte, como Leonardo DiCaprio cuando no le nominaron por Titanic. En aquella época se decía que él y el iceberg habían sido los únicos ignorados, y en este caso toda la gente de Julieta fue nominada excepto Ugarte, Rossy De Palma y la toalla.
Una de las 'Españas' apagó la tele
Los guionistas de la gala claramente habían hecho una apuesta:
cuántos juegos de palabras con los títulos de las películas nominadas se
pueden llegar a hacer en tres horas. Y esa apuesta la perdimos
nosotros. "No ha venido Romeo, pero sí Julieta" (guiño-guiño) acabó con
la paciencia de los espectadores, y solo llevábamos cuatro minutos.
Roberto Álamo en el discurso después de ganar como mejor actor por 'Que Dios nos perdone'. Cordon
"No encontramos a Roldán ni a Paesa, pero pa esa me voy yo",
bramó Dani Rovira mientras se acercaba a Belén Cuesta y todos temimos
un chiste de suecas en homenaje a Alfredo Landa. Como nadie comparó los
Goya con los Oscar, aquí va un contraste: es altamente improbable que
Jimmy Kimmel haga un chiste sobre 100 millones de espectadores y 300
millones de ojos. Y por encima de todos los chascarrillos estuvo este de
"a Bayona le han dado las felicitijones", que una vez más separó a las dos Españas: las que se rieron y las que apagaron la tele.
Pero qué macizos están todos
Ana Belén, feliz con su Goya de Honor. Cordon
Si algo quedó claro anoche es que ese 8 % de actores en activo lo es,
entre otras cosas, porque está muy macizo. Alexandra Jiménez y Alejo
Sauras derritieron el corazón a todos aquellos para quienes África y
Raúl, de Los Serrano, moldearon sus expectativas en torno a las relaciones sentimentales. Alex García entró en el escenario con Cristina Castaño y Silvia
Alonso flanqueándole a cada brazo y con actitud de "aquí esta noche
manda esta". Las piernas de Penélope Cruz (sin duda, lo más valioso que
había en ese edificio) se asomaron sin pudor, pidiendo a gritos que Dani
Rovira no le cantase La bienpagá, sino Por la raja de tu falda
de Estopa (no, mejor no). Álvaro Cervantes nos recordó que los
pelirrojos son mejores que nosotros en todo. La sonrisa de Bárbara
Lennie podría iluminar ciudades enteras, y tal y como está la factura de
la luz ojalá esto no fuera una metáfora. Y luego estaba Manuela Vellés.
Si pides un deseo con todas tus fuerzas al cometa Haley, el resultado
no sería ni la mitad de hermoso que ella.
Y Arévalo, el humorista, aclaró que Raúl Arévalo no es su hijo
¿Pero a qué temperatura estaba ese salón de actos? Ivonne Blake
interrumpió su discurso para pedir una botella de agua. Ana Belén
también estaba deshidratada. Lo asombroso de estos dos episodios de
sequía es que ambas señoras sabían que iban a salir al escenario. Sabían
exactamente cuándo. Y sabían lo que iban a decir. ¿A ninguna se le
ocurrió beber antes? Ana Belén miró al director de orquesta, quizá
esperando que él tuviera un trago o quizá admirando su sotana de cuello
mao, y él permaneció inmóvil. No ha venido aquí a reponer botellas de
agua. Las cosas del directo causan estragos en una gala de tres horas
sin pausa. Quién nos iba a decir que echaríamos de menos los cortes
publicitarios. Aunque para agua, la que empapó Coruña, donde mientras Emma Suárez
cargaba con 6 kilos de prestigio cayó un rayo que dejó sin luz a La
Torre Hércules. Arévalo, el humorista, el mito, el tuitero, aclaró en
las ardientes redes sociales que Raúl Arévalo
no es su hijo, pero que se alegra mucho y que enhorabuena. Ni siquiera
él pudo hacer juegos de palabras: se los habían quitado todos.
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