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martes, 7 de julio de 2015

Crean en Oslo una autopista para las abejas

Crean en Oslo una autopista para las abejas Crean en Oslo una autopista para las abejas

La capital de Noruega, Oslo, cuenta desde hace unos días con una autopista para abejas y abejorros. La iniciativa la ha tomado la Sociedad de Jardinería de la capital cuya idea era crear una ruta por las calles de la ciudad de manera que los polinizadores tuvieran suficiente alimento durante sus viajes. Lo que han hecho, básicamente es llenar de flores la ciudad, aprovechando cualquier espacio libre en las terrazas de las casas o en los tejados para plantar las especies preferidas de estos animales. Se han plantado campanillas, azafrán, narcisos y otras especies bulbosas, mientras que el recorrido va de este a oeste de la ciudad y ocupa un total de 15 km. Cada 250 metros aproximadamente, estos insectos encuentran un punto de restauración adaptado a sus exigencias. «No es una línea recta y, sin embargo, atraviesa todo el centro de la ciudad. Hay que tener en cuenta que Oslo está rodeada de áreas de bosque, además de tener el fiordo frente al centro. Lo importante es sobre todo proporcionar alimento desde principios de primavera hasta finales de otoño, que es cuando la falta de alimento puede ser un problema para los polinizadores. Los elegantes jardines de hierba de estilo inglés con alguna gardenia dispersa no son la alternativa más apetitosa para las abejas ni les ofrecen muchas opciones para construir sus nidos de cría», explica Tonje Waaktaar Gams, operadora y miembro de la Sociedad municipal, quien ha declarado que proporcionándoles comida se elimina al menos en parte algo del estrés que sufren estas especies por culpa de la manipulación del ambiente a manos del hombre. «En las ciudades en general hay pocas ocasiones para polinizar, por lo que muchos insectos mueren literalmente de hambre. Algo que viene acompañado de graves pérdidas en los cultivos», explica.
No sólo participa la Sociedad de Jardinería, sino que se han sumado a la iniciativa asociaciones de apicultores (como Bybi, la organización para el mantenimiento de las abejas en entornos urbanos de Noruega) y algunos vecinos convencidos de poner una colmena en alguna parte de su casa. «Es muy fácil descubrir cuáles son las partes grises o barreras que se encuentran las abejas sobre el mapa de la ciudad. El proyecto cuenta con estos espacios privados pero también con jardines públicos como el Botánico de Oslo», afirman fuentes de Bybi. Según los datos que ofrece el equipo de la jardineros de Oslo, la situación de las abejas en el país presenta algunas de las características que se están repitiendo en todo el mundo. «Aunque la tasa de desaparición no es tan alta como la de Estados Unidos, aquí, como en muchos países de Europa, más o menos seis de los 35 tipos de abejorros conocidos están en fase de paulatina extinción, mientras que tres tipos de abejas se encuentran en la misma lista», detalla Waaktaar.
El gobierno americano también ha decidido encarar el feo asunto de las abejas. Sólo el año pasado y según datos de los apicultores, se perdieron hasta un 40 por ciento de las colonias. La aportación de las abejas a la economía del país alcanza los 15.000 millones de dólares. De hecho, la iniciativa noruega guarda cierto parecido a una parte del plan americano que pretende restaurar hasta siete millones de acres de hábitat de abejas en el próximo lustro. En este sentido, Jaume Cambra, experto en apicultura del departamento de Biología vegetal de la Universidad de Barcelona opina: «si para salvar a las abejas las hemos de poner en las ciudades, vamos mal porque no son ni de lejos su habitat natural. Salvar a las abejas pasa por salvar el entorno natural, aparte de que no es cierto que todo el campo está contaminado. Esta idea de Oslo hay que entenderla como una forma de hacer divulgación. Incluso podría incluirse en la lista de iniciativas de producción de miel urbana. En Londres hay 3.000 colmenas e incluso en París o Turín o Nueva York son una realidad de éxito». Sobre la aparición de productores de miel urbana o iniciativas similares en España opina. «En España hay que espera a ver porque de momento la legislación, que tiene unas cuantas décadas, no lo permite. Y luego ver quién se encarga; si empresas o asociaciones de vecinos».
El plan americano no concluye con su «particular autopista verde», sino que incluye miles de dólares en investigación para ver entre otras cosas, la influencia real de los pesticidas en la disminución de las colmenas. «Las abejas son todo terreno con capacidad de adaptarse a cualquier zona. Sin embargo, cuando hay monocultivos, agricultura intensiva o mucha densidad de colmenas sufren déficit de comida. EE UU tiene un problema del que muchas veces no hablan y es su sistema productivo, que es muy grande. Por eso tienen tantas pérdidas de abejas. Hay apicultores con cientos de colmenas que van siguiendo las floraciones por el país: la trashumancia incluye primero las zonas de naranjo, luego de frutales, y cuando llega el verano se llevan los panales a las montañas para ayudar a polinizar y evitar las fumigaciones. Con este ir y venir, es normal tantos decesos», opina Cambra.

Un red social apícola

Dispuestos a contribuir en lo que puedan al menos a la concienciación, los noruegos cuentan con alguna iniciativa más para salvar a los polinizadores: «Cada vez hay más preocupación en el público. La Sociedad de Horticultura de Noruega cuenta con otro proyecto para salvar a los abejorros, que está financiado por la Agencia Noruega para el Medio Ambiente. Se llama Summende Hager, (que significa jardines zumbido). El proyecto está en su tercera temporada y tiene cerca de 16 000 seguidores en las redes sociales, personas que cuidan activamente de estos insectos a través de la plantación y la creación de nidos en todo el país. Cuenta con una página en facebook en la que los seguidores añaden sus fotos y vídeos, preguntan y hablan de sus iniciativas para salvar a los abejorros en casa. Se ha convertido en un movimiento de gran éxito», concluye Tonje.
Un dispositivo para controlar el bienestar de los habitantes de las colmenas
Cristian Sánchez, Jordi Peiró y José Ángel Fernández, estudiantes de la Universidad Jaume I, debieron pensar en las dificultades que están creando a las abejas las alteraciones medioambientales, cuando comenzaron a desarrollar la idea del BeeChecker, un dispositivo que ayuda al apicultor a mantener la salud de sus colmenas.
El aparato permite controlar lo que sucede en el interior y visualizar de forma sencilla los factores que la estén afectando, tanto internos como externos. Además cuenta con una aplicación móvil para que el propietario o apicultor sepa en todo momento cómo están sus abejas. Incluso si está siendo víctima de un robo, ya que las colmenas son una fuente de ingresos importante por la producción de miel. «El funcionamiento es muy sencillo. Se colocan dos módulos BeeChecker en la colmena, uno externo y otro interno. Con ellos se controlan variables como el peso de la colmena o las distintas frecuencias que emiten las abejas, a través de las cuales podemos saber si están ayudando a la reina, si alimentan las larvas o si están produciendo miel. También controlamos la humedad, la temperatura, los gases y contaminación que hay alrededor y, por último, la posición de nuestras colmenas con un dispositivo GPS. El módulo interno va conectado al módulo externo mediante el dispositivo XBee, enviando los parámetros internos de cada colmena al módulo exterior y después a un dispositivo móvil. Podemos conectar los módulos internos que queramos y gestionarlos en un solo dispositivo externo. Una vez hemos recolectado todos los datos en nuestro móvil podemos administrarlos de forma eficiente», explica el equipo.
El equipo participa con este dispositivo en el concurso de diseño James Dyson Award 2015, un premio dirigido a estudiantes de diseño o ingeniería industrial. No son los únicos inventos «verdes» participantes; entre la lista figuran otras curiosidades como una lavadora, Drumi, que funciona con tan solo 10 litros de agua y sin consumo eléctrico, sólo con el movimiento de un pie.

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