Muere Aitor Mazo, un actor que estaba en todas las salsas
El intérprete, que trabajó en más de 30 películas, ha fallecido hoy en su casa de Bilbao
Aitor Mazo tenía un
físico imponente (con 12 años ya medía 1,80), tan rotundo como poderosa
era su capacidad de interpretación, ya fuese en el teatro, el cine o en
la televisión. Se atrevía y brillaba en todo, porque era, afirma el
guionista y cineasta Borja Cobeaga, un “tipo total”. El actor bilbaíno
falleció este jueves a los 53 años de edad. Fue encontrado sin vida en
su domicilio, al parecer víctima de una insuficiencia coronaria. El
gremio de la actuación vuelve a quedarse huérfano con la pérdida de otro
todoterreno de la escena. “El teatro es mi oficio”, contaba en una entrevista a este diario,
pero le gustaba estar siempre “metido en bastantes salsas”. Por eso, su
rostro se fue desplegando por las series televisivas más exitosas y
encarnó a un sinfín de personajes secundarios.
La semana pasada estaba en el estreno madrileño de la película A esmorga y hoy tenía que subirse al escenario del Teatro Gayarre de Pamplona en una función de la obra La calma mágica, que ha quedado suspendida. Hasta hace unas semanas hacía de monologuista caracterizado como Antton Abbadia, impulsor de la cultura vasca. Sus compañeros le recuerdan como el “hombretón divertido e incombustible”
Vistió los guantes de portero de pequeño y coqueteó después con la radio, hasta que se introdujo de lleno en el mundo del teatro. Su mejor escuela fue la compañía Maskarada, con la que salía a unas 90 funciones anuales. “Desde pequeño he tenido vocación de bufón. Se me ocurrían muchas tonterías que me quemaban dentro y tenía que sacarlas, las tenía que decir. Siempre he hecho bastante el payasete. Cuando pusieron [en Bilbao] el cine Albéniz como teatro estable, venía lo mejor de toda España y creo que eso fue lo que me enganchó. Sentía una gran envidia de la gente que estaba encima del escenario”.
El escenario: pasión y profesión para Mazo. El cine le llegó más tarde, primero con “papelitos de poca monta”, decía, hasta adentrarse de lleno en la gran pantalla, casi siempre como “un maravilloso secundario”, dice Cobeaga. Arrancó como actor de reparto en Lauaxeta, a los cuatro vientos (1987), de José Antonio Zorrilla, y después fue un soldado en Vacas (1990), de Julio Medem. Ha trabajado a las órdenes de los directores españoles, como Gonzalo Suárez, Luis García Berlanga, Álex de la Iglesia o Emilio Martínez Lázaro, entre otros muchos.
En su dilatada carrera cinematográfica, destacó en el papel de Pintinho en Airbag (1997) junto a Karra Elejalde, con quien muchos años después coincidió en el éxito de taquilla Ocho apellidos vascos, con Mazo en el papel del peculiar cura Inaxio. Él siempre recordaba con cariño su interpretación en Cachito (1995), de Enrique Urbizu, en la que hacía de un defiente mental vestido con la camiseta del Betis.
“Gran actor, estupendo director y mejor compañero, diste mucho y nos dejas con ganas de más”, fue el mensaje que lanzó por las redes sociales el actor Unax Ugalde al conocer que Mazo había fallecido. Ambos coincidieron en el rodaje de Bypass, aquel en el reparto y este como codirector junto a Patxo Telleria. Con él completó su faceta como cineasta con La máquina de pintar nubes.
En series de televisión participó en Querido maestro, Petra Delicado, Policías, Manolito Gafotas, El comisario, Amar es para siempre y en El ministerio del tiempo, en el capítulo dedicado al inquisidor Torquemada.
“Lo que realmente me gusta es que la gente salga con la boca abierta”, solía decir Mazo.
La semana pasada estaba en el estreno madrileño de la película A esmorga y hoy tenía que subirse al escenario del Teatro Gayarre de Pamplona en una función de la obra La calma mágica, que ha quedado suspendida. Hasta hace unas semanas hacía de monologuista caracterizado como Antton Abbadia, impulsor de la cultura vasca. Sus compañeros le recuerdan como el “hombretón divertido e incombustible”
Vistió los guantes de portero de pequeño y coqueteó después con la radio, hasta que se introdujo de lleno en el mundo del teatro. Su mejor escuela fue la compañía Maskarada, con la que salía a unas 90 funciones anuales. “Desde pequeño he tenido vocación de bufón. Se me ocurrían muchas tonterías que me quemaban dentro y tenía que sacarlas, las tenía que decir. Siempre he hecho bastante el payasete. Cuando pusieron [en Bilbao] el cine Albéniz como teatro estable, venía lo mejor de toda España y creo que eso fue lo que me enganchó. Sentía una gran envidia de la gente que estaba encima del escenario”.
El escenario: pasión y profesión para Mazo. El cine le llegó más tarde, primero con “papelitos de poca monta”, decía, hasta adentrarse de lleno en la gran pantalla, casi siempre como “un maravilloso secundario”, dice Cobeaga. Arrancó como actor de reparto en Lauaxeta, a los cuatro vientos (1987), de José Antonio Zorrilla, y después fue un soldado en Vacas (1990), de Julio Medem. Ha trabajado a las órdenes de los directores españoles, como Gonzalo Suárez, Luis García Berlanga, Álex de la Iglesia o Emilio Martínez Lázaro, entre otros muchos.
En su dilatada carrera cinematográfica, destacó en el papel de Pintinho en Airbag (1997) junto a Karra Elejalde, con quien muchos años después coincidió en el éxito de taquilla Ocho apellidos vascos, con Mazo en el papel del peculiar cura Inaxio. Él siempre recordaba con cariño su interpretación en Cachito (1995), de Enrique Urbizu, en la que hacía de un defiente mental vestido con la camiseta del Betis.
“Gran actor, estupendo director y mejor compañero, diste mucho y nos dejas con ganas de más”, fue el mensaje que lanzó por las redes sociales el actor Unax Ugalde al conocer que Mazo había fallecido. Ambos coincidieron en el rodaje de Bypass, aquel en el reparto y este como codirector junto a Patxo Telleria. Con él completó su faceta como cineasta con La máquina de pintar nubes.
En series de televisión participó en Querido maestro, Petra Delicado, Policías, Manolito Gafotas, El comisario, Amar es para siempre y en El ministerio del tiempo, en el capítulo dedicado al inquisidor Torquemada.
“Lo que realmente me gusta es que la gente salga con la boca abierta”, solía decir Mazo.
http://cultura.elpais.com/cultura/2015/05/07/actualidad/1430996739_144770.html
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