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viernes, 1 de marzo de 2013

Elizabeth Arden y helena Rubinstein

Aristócratas de la industria


El pasado domingo, publiqué en El País Semanal un breve resumen de la biografía de Elizabeth Arden (nacida Florence Nightintale Graham en un año por determinar entre 1878 y 1886). Resulta curioso que una de las grandes damas americanas de la cosmética de la primera mitad del siglo XX fuera, en realidad, canadiense. No menos anecdótico es el hecho de que su principal rival en el país de las oportunidades, Helena Rubinstein, fuese francesa.
De ambas emperatrices de la industria se dice que nunca llegaron a saludarse en persona, a pesar de que tuvieron millones de oportunidades: frecuentaban los mismos círculos, iban a los mismos eventos, tenían las tiendas en la misma zona de Nueva York y, en algún determinado momento de sus trayectorias, incluso se robaron empleados y fórmulas.

Al parecer en el primer viaje de Arden a París en 1914, recaló en el salón de Helena Rubinstein (antes de que esta emigrara a Estados Unidos en 1915 por la llegada de la Gran Guerra) e hizo acopio de las fórmulas de sus cremas ("Con su packaging y mis productos, hubiéramos podido conquistar el mundo", diría años después Rubinstein de Arden).
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El viaje vital de Rubinstein (nacida Chaya Rubinstein, en Cracovia, en la década de 1870), quizá un poco inflado y edulcorado por eso de encender la mecha de la magia de la cosmética, la había llevado a Australia, Londres y París, donde abrió su primera tienda el 1912, diez años después de presentar su primera crema. En su periplo, definió una tipología de pieles que todavía se usa: grasa, seca y mixta.

Arden y Rubinstein tuvieron vidas paralelas. Se casaron y se divorciaron, para volverse a casar con sendos príncipes (uno ruso, el otro georgiano) que acabaron por ser una estafa. Ambas eran fuertes, con carácter, obsesionadas con su trabajo y con pocas aficiones (los caballos en el caso de Arden, la pintura en el de Rubinstein). A pesar de no conocerse en persona, no se perdían de vista y coincidían en el apelativo (despectivo) que dedicaban a la otra: "Esa mujer", "Esa horrible mujer" o "La otra" según el momento y la intensidad de la conversación.

Arden falleció en 1966, Rubinstein 18 meses antes. Se dice que dos editoras de moda de la época estaban en el funeral de Arden diciendo: "Es probablemente la única vez que a Miss arden no le importa que Madame Rubinstein se le haya adelantado". Las dos, a pesar de ser mayores (una vez más, la edad es difícil de establecer), permanecían en activo y frente a sus ya enormes empresas. ¿Y qué fue del legado? Las dos decidieron ceder la dirección de sus negocios a sus sobrinas: Pat Young y Mala Rubinstein, que acabarían por coincidir en que sus tías quizá se hubiesen llevado bien si se hubieran permitido conocerse. O no, eran muy parecidas.
 "Estaban en la industria cosmética, pero fueron mucho más que eso. Fueron gigantes de la industria. Ellas crearon una industria", dijo Shirley Lord, colaboradora de la edición estadounidense de Vogue, sobre ambas con motivo del estreno del documental The powder & the glory (2009), que narraba la rivalidad de las pioneras estadounidenses. Hay quien dice que todo lo que se inventó en la industria procede, de alguna manera, de Rubinstein o Arden.  La piel, la literatura cosmética, el marketing, el trato directo con el cliente, las texturas aromatizadas, el maquillaje... 

El día del funeral de Elizabeth Arden se produjo, de forma simbólica, el relevo generacional cuando Estée Lauder (nacida Josephine Esther Mentzer) se acercó a dar el pésame. Ella capitaneó el barco de la industria en la segunda mitad del siglo XX, y es la única de las tres cuya familia sigue al frente de la corporación que fundó (en 1935, 25 años más tarde que sus predecesoras). Pero, claro, eso ya es otra historia
http://blogs.elpais.com/plan-b/2013/02/aristocratas-de-la-industria.html

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