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sábado, 2 de marzo de 2013

¿Es la hora del Príncipe?

¿Es la hora del Príncipe?
 

La operación de hernia discal del rey Juan Carlos I supone un acontecimiento político de primera magnitud. No por la novedad, es la duodécima vez que el monarca sufre una operación quirúrgica (las cuatro últimas en un plazo tan corto de once meses), pero sí por las circunstancias específicas que rodean esta nueva "avería" y por las consecuencias que, en una situación política tan delicada como es hoy la española, inevitablemente produce el aparcamiento en "el taller" del jefe del Estado.
 En primer lugar, esta operación no es como las anteriores. Aunque desde la Casa Real se ha intentado no exagerar respecto a la gravedad de la enfermedad del rey, lo cierto es que la extirpación de un disco en la zona lumbo-sacra acompañada de una "estenosis de canal" (estrechamiento del canal raquídeo que ejerce presión sobre la médula espinal o raíces nerviosas) en una persona de 75 años es una intervención muy delicada.
 Con toda seguridad dejará a don Juan Carlos fuera de juego y con la incógnita de su recuperación durante varios meses. A todo lo anterior hay que unir la situación crítica que está viviendo la propia Monarquía. Una institución cada vez más cuestionada por parte de la opinión pública por la mala gestión del caso Urdangarin, la aparición singular de la princesa Corinna y las dudas, cada vez más extendidas, sobre su verdadera responsabilidad en el fracaso general de nuestro régimen político.

 El príncipe Felipe se encuentra solo y enredado en medio de una telaraña institucional frente a la cual no puede hacer absolutamente nada. Únicamente esperar.
 "Es la hora del príncipe Felipe" afirman muchos analistas, reclamando la necesidad de que la sustitución de facto, que se va a producir en las funciones representativas de jefe del Estado por parte del heredero, venga acompañada de una sustitución plenamente constitucional del actual monarca. Sin embargo, lo anterior no es tan sencillo y tampoco está perfectamente regulado. Nuestra Constitución no recoge la posibilidad de una sustitución en funciones por baja médica del rey.
 El Título II de nuestra norma suprema solamente establece tres posibilidades: la sucesión por causa de muerte, la abdicación y la inhabilitación del monarca. Todas estas circunstancias se tendrían que haber desarrollado mediante una Ley Orgánica: la famosa 'ley del Rey' o 'estatuto de la Corona', normas sobre las que tanto se ha hablado durante los últimos meses, pero que no se han visto plasmadas ni en un mísero borrador de proyecto legislativo.
 Nada de lo anterior, existe a día de hoy. Nuestra clase política tan juancarlista en lo cortesano, ha sido incapaz de regular algo tan fundamental en un régimen monárquico como es la sucesión. El príncipe Felipe se encuentra solo y enredado en medio de una telaraña institucional frente a la cual no puede hacer absolutamente nada. Únicamente esperar. Sería un error que los causantes de esta crisis (los dos principales partidos políticos: PP, PSOE) se creyeran con legitimidad para liderar una tesis lampedusiana de reforma política: "Es necesario que todo cambie para que todo siga igual".
La opinión pública española ha colocado a la corrupción y el descrédito de la clase dirigente como dos de nuestros principales problemas políticos. Pensar que realizando un mero maquillaje, un borrón y cuanta nueva, pasar del juancarlismo al felipismo va a ser suficiente para arreglar todos los embrollos e inconvenientes de nuestra situación política, es desconocer u ocultar la gravedad y agotamiento del régimen político del 78.
http://www.elmundo.es/elmundo/2013/03/01/opinion/1362143688.html

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