Párkinson, más que un temblor
Los especialistas en la enfermedad de Párkinson coinciden en destacar la importancia del diagnóstico de la enfermedad en sus fases iniciales. Así, según Juan Carlos Martínez Castrillo, del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, «que el diagnóstico se produzca en ese momento supone un doble beneficio para el paciente. En primer lugar, acaba con la incertidumbre de no saber qué le sucede, sabiendo a qué tiene que enfrentarse. Además, se ha demostrado que los pacientes que reciben antes un tratamiento tienen mejor calidad de vida que los que no lo reciben». Es en este momento de la enfermedad cuando se obtiene la mejor respuesta de los fármacos existentes en la actualidad, por lo que a este periodo se le conoce como luna de miel. «Cuando la enfermedad está más evolucionada la respuesta puede ser peor», matiza.
Sin embargo, el diagnóstico de la enfermedad de Párkinson, después del inicio de los síntomas, se sitúa en la actualidad «como media en unos 18 meses, pero puede llegar a ser de varios años», explica Martínez Castrillo, para quien es posible diferenciar dos tipos de pacientes. «Cuando la enfermedad se manifiesta por temblor, la consulta con el neurólogo suele ser más temprana que cuando la enfermedad se manifiesta por torpeza motora o dolor. Además, hay una situación especial. Alrededor del 20-40% de los enfermos parkinsonianos tienen síntomas de depresión desde el inicio de los síntomas, y con frecuencia se pueden asociar los síntomas de enlentecimiento y torpeza como secundarios a la depresión, lo que conlleva un retraso en el diagnóstico».
Diagnóstico precoz
Para mejorar el diagnóstico precoz es necesario dedicar esfuerzos a la educación en salud, tanto hacia los profesionales sanitarios como hacia la población general. Como ponen de manifiesto diversos estudios, más de la mitad de los europeos no sabe identificar correctamente la enfermedad de Párkinson como una patología neurológica, un 77% no reconoce la incapacidad de movimiento como uno de los síntomas principales de la enfermedad y el 91% no cree que el párkinson sea una enfermedad invalidante y aislante socialmente.
Según el neurólogo del Hospital Ramón y Cajal, «párkinson no es sinónimo de temblor, y a veces los síntomas motores pueden estar enmascarados por otros más relevantes como son la depresión o el dolor en un hombro. Por otro lado, la población en general debe conocer los síntomas para solicitar atención médica, síntomas como temblor, torpeza al manipular objetos, arrastrar los pies al caminar, dificultad para girarse en la cama o para salir de un coche, depresión y torpeza, dolor y rigidez articulares, pérdida de la expresividad facial, del braceo al caminar, entre otros».
El 60% de los enfermos presentan temblor de inicio, pero en términos generales «de los síntomas que presentan los enfermos con Párkinson los más incapacitantes son aquellos que responden mal al tratamiento: depresión, apatía, desequilibro y caídas, deterioro cognitivo, congelación de la marcha, cansancio, dolor, insomnio».
Individualizado e integral
El tratamiento se debe personalizar en función de la situación clínica del paciente, su edad, desempeño físico y antecedentes. El tratamiento debería hacerse desde un equipo multidisciplinar liderado por un neurólogo, en el que habría también enfermeras especializadas, neuropsicólogos, fisioterapeutas, logopedas, rehabilitadores y, de forma más puntual, neurorradiólogos, gastroenterólogos, psiquiatras, neurofisiólogos, neurocirujanos y unidad del dolor. En este sentido, «las asociaciones de pacientes están jugando un papel muy destacado en la promoción del conocimiento y lucha contra esta enfermedad» asegura.
«La pérdida de memoria, el déficit de atención y los síntomas emocionales como ansiedad, depresión y apatía, son los principales síntomas neuropsicológicos que preocupan a los pacientes con enfermedad de Párkinson», explica Almudena Alonso, neuropsicóloga de la Asociación Párkinson Segovia, mientras que las «alucinaciones visuales, insomnio, pesadillas o sueños vívidos se encuentran entre las principales preocupaciones de sus familiares».
La asistencia psicológica que se brinda desde las asociaciones de pacientes pretende, en general, «mejorar la calidad de vida del enfermo de párkinson y de su familia, así como reducir los síntomas de ansiedad y depresión tan comunes en la enfermedad. Otro de los beneficios que aporta la terapia es la rehabilitación y el mantenimiento de las funciones cognitivas. Dotar a los pacientes de estrategias de manejo de la enfermedad mediante habilidades sociales o resolución de problemas», señaña Alonso.
En cuanto a la terapia de rehabilitación, como explica Beatriz González, responsable de Rehabilitación de la Asociación Párkinson Madrid, «se basa en cuatro pilares: fisioterapia, logopedia, terapia ocupacional y musicoterapia». Explica que los beneficios del tratamiento rehabilitador para el paciente se pueden resumir en «su mantenimiento físico y cognitivo, aprendizaje de estrategias para mejorar su calidad de vida y prevención de disfunciones o alteraciones físicas asociadas a la evolución de los síntomas».
De este modo, «se trabaja en cada una de las cuatro áreas para conseguir, por ejemplo, que el paciente consiga abotonarse la camisa, superar una situación de bloqueo de la marcha, levantarse mejor de la silla o mejorar la deglución y prevenir, por tanto, los atragantamientos», detalla Beatriz González.
“Dios es amor mejor con humor” trata de acercar El Antiguo Testamento a todos. La dosis de humor intenta facilitar la comprensión del Libro Santo. Siempre con respeto y con matices didácticos nunca pierde la parte espiritual y sensible de un conjunto de textos tan antiguos como actuales. Para traernos a un Dios que sigue con nosotros. Que nos perdona a pesar de las torpezas y debilidad del hombre. Que sigue con el pueblo elegido. Porque los elegidos somos los que nos dejamos elegir.
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