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sábado, 8 de diciembre de 2012

Mejor que no te toque el Gordo: 4 historias en las que el dinero se convierte en la peor pesadilla

Mejor que no te toque el Gordo: 4 historias en las que el dinero se convierte en la peor pesadillaMejor que no te toque el Gordo: 4 historias en las que el dinero se convierte en la peor pesadilla
Queda menos de un mes para el sorteo por excelencia de nuestro país, la lotería de Navidad. Comienzan a formarse colas en las administraciones de la Gran Vía madrileña, las cámaras de los programas de sociedad empiezan a llegar a la leridana localidad de Sort y la prensa publica sus tradicionales historias sobre los números más vendidos. La lotería se vive como un sueño, pero pocos se plantean que puede acabar siendo una pesadilla.
Como apunta el psicólogo Félix Zaragoza, de la clínica Activa Psicología, la adicción a los juegos de azar es más frecuente de lo que pensamos, y cuando detrás de un premio se esconde un trastorno de este tipo los resultados pueden ser imprevisibles: “El dinero pasa a un segundo plano. Se genera un deseo mucho antes siquiera de jugar, sobre el cual la persona no tiene control”. Y al ganar todo va a peor: “La primera inclinación es seguir jugando pues, como se ha ganado, desaparece el sentimiento de culpa”. Esto le puede ocurrir incluso a las personas que no juegan habitualmente, que ven desbordadas sus expectativas de la noche a la mañana y no reflexionan sobre cómo invertir su dinero.
La historia está llena de grandes afortunados que lo perdieron todo por no haber sabido levantar el pie del acelerador a tiempo. Un reto al que se enfrentan estos días dos ciudadanos estadounidenses que se repartirán el segundo premio de lotería más grande de la historia de su país, que acaba de fallarse y tiene una dotación de 587 millones de dólares. Sobre los afortunados, que aún permanecen en el anonimato, solo se sabe que compraron sus boletos en los estados de Misuri y Arizona, pero pronto se harán públicos sus nombres, pues es un requisito necesario para recoger el premio. La propia lotería recomienda que los agraciados cambien de número de teléfono pero, además de esto, los afortunados harían bien en repasar la prensa, tomar apuntes, y evitar que les pase como a los protagonistas de estas historias de fracaso.

(Reuters)
Andrew “Jack” Whittaker
Premio: 315 millones de dólares (recibió 170).
Cayó en desgracia en: 4 años.
Whittaker era un prospero empresario, presidente de una constructora del estado de Virginia Occidental. El 25 de diciembre de 2002 ganó el que era hasta entonces el mayor premio de la historia de la lotería estadounidense: 314,9 millones de dólares. Aunque tenía la opción de recibir el premio completo a plazos, Whittaker quiso recibirlo en efectivo, pese a que la cuantía se reducía a la mitad, y recibió un cheque por valor de 170 millones de dólares.
Al principió todo fueron buenas intenciones. Nada más recibir el dinero dio el 10% a diversas organizaciones benéficas cristianas, creó su propia fundación filantrópica con 14 millones, se compró una nueva casa, valorada en 123.000 dólares, un nuevo coche y le dio 50.000 dólares a la mujer que le había vendido el boleto de lotería en una gasolinera.
Tras este dispendio inicial la desgracia no tardo en llamar a la puerta de Whittaker. En agosto de 2003, solo medio año después de haber ganado la lotería, unos ladrones le robaron 545.000 dólares que guardaba en su coche, que estaba aparcado en un club de striptease. La prensa no tardó en hacerse eco del asunto, y Whittaker fue de mal en peor. Un año después volvieron a robarle 200.000 dólares, que estaban, otra vez, en el interior de su vehículo. La policía logró recuperar ese dinero, pero ese mismo año su nieta y su novio murieron por sobredosis. Al poco tiempo murió su madre y Whittaker, que ya bebía considerablemente, se sumergió de lleno en el alcohol. Actualmente está afrontando una demanda de un casino por una deuda de 1,5 millones de dólares contraída en pérdidas de juego. No es de extrañar que el constructor afirmara ante la prensa que desearía no haber comprado nunca el maldito billete de lotería.
(Corbis)
Charles Riddle
Premio: 1 millón de dólares.
Cayó en desgracia en: 10 años.
Aunque Riddle no ganó tanto dinero como otros su historia deja boquiabierto a cualquiera pues, en sólo 10 años, pasó de ser millonario a acabar en la cárcel. Ganó la lotería en 1975, con sólo 25 años, y se embolsó un millón de dólares (que, inflación mediante, equivaldrían a unos cuatro millones de hoy). No se le ocurrió nada mejor que invertir sus ganancias en el negocio del narcotráfico. Riddle llegó a ganar bastante dinero, y estuvo toda una década viviendo a lo grande gracias al negocio de la droga, pero en 1985 la policía le pilló con 225 gramos de cocaína y acabó en una prisión federal. Años más tarde Riddle declaró a la prensa que la lotería le había arruinado la vida.

(Reuters)
Michael Carroll

Premio: 9,7 millones de libras.
Cayó en desgracia en: 8 años.
¿Qué es lo peor que puedes hacer si te toca la lotería? ¿Quizás gastarlo todo en vicios? Es precisamente lo que hizo Michael Carroll, un inglés de 19 años que trabajaba como basurero y que gastó por completo los 9,7 millones de libras que ganó en la lotería en drogas, apuestas en casinos y miles de prostitutas (según aseguró en su día, se acostaba con cuatro al día). Tal como contó el tabloide inglés Daily Mail –que como el resto de la prensa británica siguió con atención toda la historia de Carroll– llegó a consumir más de 2.000 libras en crack al día, invitando a sus amigos a toda clase de fiestas desenfrenadas que montaba en su nueva casa valorada en 325.000 libras. Harta de su vida de excesos su mujer le dejó en la estacada, pero lejos de plantearse cambiar Carroll siguió en sus trece, acostándose con todas las prostitutas que podía sin apenas pegar ojo a causa de las drogas.Teniendo en cuenta el ritmo de vida que llevaba no es de extrañar que en ocho años Carroll dilapidara su fortuna por completo. No pareció importarle. Empezó a vivir entonces de la prestación por desempleo, 42 libras a la semana, que tenía derecho a cobrar por sus pasados trabajos. “La fiesta ha terminado y hay que volver a la realidad”, explicó al News of the World. “No tengo ni dos céntimos y es lo que me gusta. Me parece más sencillo vivir con una limosna de 42 libras que con un millón”. En 2010 recuperó su antiguo trabajo.
(Houston Press)
Billie Bob Harrell, Jr.
Premio: 31 millones de dólares.
Cayó en desgracia en: 20 meses.
Harrell era una persona que realmente necesitaba que le tocara la lotería. Uno de esos casos que la prensa pintaba como ideal. Su economía estaba al borde de la bancarrota, sólo encontraba trabajos temporales mal pagados y tenía una mujer y tres hijos que mantener. En 1997 ganó 31 millones de dólares en la lotería del estado de Texas, y por fin pudo deshacerse de todas sus deudas y facturas.

La nueva vida de Harrell parecía afortunada, pero su desmedida filantropía acabó jugando en su contra. Nada más ganar el premio dejó su trabajo en un almacén, llevó a su familia a Hawái, donó más de 10.000 dólares a su parroquia, compró casas y coches a amigos y familiares e, incluso, presumió ante la prensa de haber comprado 480 pavos a los pobres en Navidad. Tamaña generosidad acabó pasándole factura, pues la gente empezó a perseguirle para pedirle todo tipo de donaciones y tuvo que cambiar de teléfono para que no le atosigaran. Su verdadera desgracia empezó, no obstante, cuando una compañía que trabajaba gestionando el dinero de los ganadores de lotería le estafó y perdió gran parte de lo que había ganado. Un año después se separó de su mujer. Harrell no pudo aguantar la presión. Su hijo le encontró muerto, se había pegado un tiro. “Ganar la lotería es lo peor que me ha pasado nunca”, explicó a un asesor financiero poco antes de acabar con su vida.Zaragoza explica que cualquier persona puede caer en desgracia tras ganar la lotería, aunque no sea adicta al juego, ni tenga inclinaciones especialmente egoístas: “Vernos en una situación especialmente boyante nos puede hacer perder el control y hacemos caso muy fácilmente a los embaucadores que nos proponen empresas absurdas o inversiones inútiles”. La mejor manera de reaccionar en estos casos, asegura el psicólogo, es tomarse las cosas con calma y no embarcarse en ningún proyecto hasta que haya pasado un tiempo prudencial desde el cobro del premio.

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