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jueves, 6 de diciembre de 2012

Un motín en Sanidad

Un motín en Sanidad
 

Un barco en medio de una tormenta, con los motores faltos de combustible o con sus velas dañadas, el palo mayor medio partido o una vía de agua en el casco no puede sin más cambiar de rumbo para obviar el desastre sin contar con la tripulación.
 Por mucho que quiera el capitán con un golpe severo de timón salvar la situación y evitar que la nave naufrague, como no eche mano de todos sus oficiales y la marinería, la embarcación no saldrá del embrollo. Y lo más probable es que se hunda.
 En la sanidad de Madrid la tormenta es muy fuerte, las olas zarandean el barco y su capitán insiste en que tiene la solución para evitar acabar en las profundidades. El problema es que una gran mayoría de su tripulación no está de acuerdo y -sobre todo- desconfían de aquél que ni siquiera les ha consultado para ver cómo habría que enfrentarse a un problema de esa envergadura. Por eso hay rebelión.
 En el barco llamado Sanidad, la tripulación, sus profesionales, es algo imprescindible. Aunque eso disguste al armador, al dueño. Y más en momentos de apuro como los que vivimos.Por eso no se entiende la actitud de la consejería sanitaria madrileña frente a una crisis financiera que sabe que iba suceder hace ya muchos meses.
 Si a la nave no le quedaba demasiado gasoil para seguir incluso en travesía tranquila, ¿por qué no se habló con médicos y enfermeras sobre las posibles salidas en el caso de que los acontecimientos hicieran necesario un plan B? ¿Lo había acaso?

Sin consultar a la tripulación

Quizá el mayor error de nuestros dirigentes no es el de tratar de salir de la borrasca apelando a gestiones privadas para hospitales públicos. Ahí puede haber razones convincentes incluso. La equivocación que seguro los tiene maldurmiendo desde hace muchos días es el no haber consultado con la tripulación cuáles serían las acciones que habría que tomar para no irse a pique.
 Jamás en la historia de la medicina española había existido una protesta médica tan generalizada como la que hay ahora. Mal que les pese, la palabra privado es aún algo peyorativa para una ciudadanía acostumbrada a una asistencia sanitaria pública y gratuita y de muy buena calidad para lo que se paga por ella con impuestos. Explicar el porqué de tanta reticencia que en ocasiones tiene el vocablo entre la sociedad (algunas veces con sesgo sin sentido) requiere más espacio del que ahora tenemos. Por eso, cualquier asesor de comunicación con algo de olfato sociológico tendría que haber anticipado qué es lo que pasaría si se planteaban cambios sanitarios de calado en los que lo privado estuviera rondando.
 Si al uso partidista que del conflicto hace cualquier oposición política que se precie de serlo se le une el rechazo absoluto por parte de los grandes actores del sistema al cambio que se pretende hacer, la tormenta quizá sea perfecta. Y de ahí que el motín -no se puede denominar de otra manera a las huelgas y manifestaciones que vivimos- se haya desatado. Mala cosa.

http://www.elmundo.es/elmundosalud/2012/12/05/codigosalud/1354735179.html

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