El cambio de hora y la idiosincrasia española
La madrugada de este domingo los relojes se atrasarán una hora, en cumplimiento de la Directiva Europea. A las 03.00 horas serán las 02.00 y se dará inicio en ese momento al horario de invierno. "Un cambio que los ciudadanos ven con mejores ojos que el que se hace en marzo, por el simple hecho de que se gana una hora más de sueño", reconoce la psicóloga Helena Thomas que, sin embargo, indica "que adaptarse del todo al nuevo horario lleva unos cinco días". Pero ¿tiene sentido hacer este cambio? Y otra cuestión: ¿sería más conveniente que España fuera acorde con el Meridiano de Greenwich?Ambas preguntas, que llevan mucho tiempo debatiéndose, no ofrecen una respuesta única. Para Javier Cantera, psicólogo, empresario y uno de los ponentes en la Jornada sobre las Consecuencias del Cambio al Meridiano de Greenwich, celebrada esta semana en Madrid, "lo que justificaba en origen estos cambios de hora era el ahorro energético", pero según él "hoy día esto es poco apreciable y no repercute casi". A pesar de que las estimaciones del Instituto para la Diversificación y el Ahorro Energético (IDAE) indican que el potencial de ahorro en iluminación podría suponer un 5%, lo que equivaldría a 300 millones de euros, Cantera, como empresario, "cree que no es tal porque lo que no se consume de luz en la oficina se gasta en casa, pues el modelo presencialista del trabajo ya no es tan importante y los empleados trabajan muchas veces desde sus hogares y a horas intempestivas".
Los miembros de ARHOE (Asociación para la racionalización de los horarios españoles) -organizadores de la jornada- afirman que "España está en un huso horario equivocado", el que adoptó en 1942 para alinearse con Alemania y que corresponde a la hora europea central, cuando geográficamente nuestro país está mucho más al oeste y debería "regirse por la hora europea occidental", la misma que tienen en Reino Unido y Portugal. Es tan sólo una hora menos, "pero implica muchísimo más que un simple movimiento de manecillas del reloj", indica Ángel Largo, socio director de Mutare y moderador del debate sobre los horarios. El cambiar de hora debe ser "una palanca para otros cambios mucho más importantes", añade. En el mundo, recuerda el astrónomo Pere Planesas,"hay 39 zonas horarias".
"Madrugamos demasiado y nos acostamos demasiado tarde. Dedicamos dos horas para comer cuando bastaría con 40 minutos. Y tenemos una cultura de presentismo laboral tercermundista", dice Nuria Chinchilla, catedrática y directora del Centro Internacional Trabajo y Familia del IESE, que grita sin dudar: '¡A por Greenwich!' y ¡a por el almuerzo breve! Chinchilla dice que "hace 60 años se comía a las 13.00 horas y se cenaba a las 20.00 horas. Tenemos que volver a nuestra realidad", indica esta experta en conciliación.
'Spain is different'... o no tanto
Lo que alaban y sorprende tanto a los extranjeros cuando visitan España, que son los horarios tardíos, que se cene tan tarde, que siempre haya gente en la calle hasta altas horas de la madrugada, "es lo que deberíamos cambiar por nuestro bien", explica Chinchilla, que insiste en que Bélgica, Holanda y Francia, por ejemplo, "tienen nuestra misma hora pero comen, cenan y se acuestan antes".Coincide con ella el presidente de ARHOE, José Luis Casero, para quien lo importante es "volver a hacernos amigos de nuestra naturaleza y tener horarios más humanos, por la vía que sea". Critica Casero que "somos líderes en fracaso escolar y en obesidad infantil y se nos llena la boca con lo de Spain is different, pero hay diferencias que sería mejor no tener y una de ellas es el horario, que a la larga nos pasa factura".
El experto en sueño, Gonzalo Prim, admite que "nuestros ritmos circadianos se están descompasando y a largo plazo lo pagaremos, porque va contra las leyes de la naturaleza". Indica que "antes cuando caía la noche, bajaba la temperatura y ya no comías, el cerebro se ponía automáticamente en modo descanso y daba la orden de dormir, porque sabía que era lo que tocaba. Pero ahora hemos introducido la luz por la noche, la de las pantallas de los móviles y el cerebro no distingue si es de día o artificial. Además, picamos algo de la nevera hasta la madrugada y todo eso trastoca nuestros ritmos".
"Si un bebé pasa la mayor parte de su primer año durmiendo, por algo será, porque la naturaleza no desperdicia", advierte Prim, que coincide en que en España "no estamos en el huso adecuado ni tenemos horarios adecuados".
Sin embargo no está de acuerdo con ellos el físico José María Martín Olalla, que tras estudiar los elementos geográficos de longitud y latitud de los países concluye que, en realidad, "los horarios españoles no son tan diferentes a los del resto y amanecemos, comemos y dormimos a horas que corresponden y que son acordes a las de Reino Unido o Italia". Tras analizar Encuestas de Uso de Tiempo en los tres países, Olalla afirma que "británicos, italianos y españoles hacemos las mismas cosas a las mismas horas medidas respecto del Sol. Porque es el sol, y no el reloj o el huso, el que marca los horarios".
Por eso este físico defiende, en declaraciones a EL MUNDO, que "el huso horario es algo que no se debe tocar ni alterar, porque estamos adaptados a él, desde la IIGM". Y recalca que "no hay ningún dato que indique que los españoles están haciendo las cosas a unas horas irracionales. Cenamos a una hora normal, aunque sea más tarde según el reloj, pero es acorde al sol".
Según sus trabajos, la clave está en que el sol en España no llega a lo más alto a las 12 h., sino entre 50 y 90 minutos después -en el horario de invierno-, a diferencia de lo que ocurre en el centro de Europa, donde su huso horario sí coincide con el solar.
El miedo al cambio
Casero explica que el cambio al horario de Greenwich compete al Gobierno español. Y que las rebeliones particulares de Baleares o Valencia , que han pedido no retrasar la hora, no sirven si no lo adopta todo el país. "Son falsos Greenwich", bromea. Y ¿por qué no se da el paso de adaptarnos a Greenwich? Pues, según explica el presidente de ARHOE "porque los políticos tienen miedo a todo y, sobre todo al cambio. Hace falta liderazgo para llevarlo a cabo y para adoptar las medidas de conciliación necesarias. Lo que no se puede es decir que luchan por ello y luego poner ruedas de prensa a las ocho de la tarde".Javier Cantera, por su parte, explica que las empresas también tienen miedo a un cambio horario. " "Están preocupadas porque saben que se tiende a otro modelo. Que el trabajo presencial es cada vez menor. El horario sólo es una forma de controlar el contrato laboral, pero hay que pasar al contrato por objetivos. No se trata de recursos humanos, sino de humanos con recursos".
Para conciliar, explica este empresario, es necesario equilibrar por igual cuatro aspectos: el mundo laboral, el personal, el familiar y el descanso. "Si uno falla, no hay conciliación".
María Jiménez, socia directora del Grupo 17 Corporación Preventiva, señala que "las empresas estamos sufriendo absentismo, estrés y depresión en los trabajadores y eso genera muchas pérdidas. Pero lo que hay que pensar es que muchas veces esos trastornos vienen motivados por la dificultad para conciliar".
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