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martes, 26 de junio de 2012

La obsesión coreana por el bisturí Hay estaciones de metro en Seúl que están totalmente empapeladas con imágenes que acosan a los que sufren de baja autoestima corporal

La obsesión coreana por el bisturí Hay estaciones de metro en Seúl que están totalmente empapeladas con imágenes que acosan a los que sufren de baja autoestima corporal

Ahora que llega el verano, el mundo parece haberse sumido en la fiebre cíclica de intentar alcanzar un canon de belleza que, para el común de los mortales, parece más que imposible; una labor para muchos titánica que suele ir asociada a una frustración propia de Sísifo. En este contexto, si ya Corea del Sur está durante el año constantemente bombardeada por publicidad de todo tipo y tamaño sobre operaciones de cirugía estética, ahora que se acerca el verano parece que las clínicas hayan tirado la casa por la ventana. En Seúl, donde se concentra el porcentaje mayoritario de la población, hay estaciones de metro, como la de Sinsa, que están literalmente empapeladas con las típicas imágenes del "antes y el después", y que resultan no tan curiosas para la mirada ingenua del visitante, como acosadoras para quien vive en la capital y sufre la angustia de la baja autoestima corporal (según las estadísticas recogidas en el periódico local 'Chosun Ilbo', un 66% de mujeres coreanas).
 Corea se ha hecho famosa en todo el mundo por la iniciativa gubernamental de convertir el país en el nuevo destino del turismo médico, lo cual viene favorecido por su relación calidad-precio, que la hace destacar por encima de otros destinos menos asequibles al bolsillo medio. De este modo, el visitante, nada más bajar del avión, puede encontrar estands con información relativa tanto a operaciones de estética como a tratamientos médicos de todo tipo. El ministerio de sanidad coreano ha cifrado en 122.000 las personas que visitaron el país en 2011 para someterse a algún tipo de tratamiento médico, lo cual ha representado unos beneficios para el estado de unos 180 billones de wones.
 Y es que las estadísticas hablan por sí solas: Corea del Sur es el país con más operaciones de estética por habitante del mundo (16 cada 1.000 habitantes); por no hablar de los tratamientos no invasivos, como el blanqueamiento de piel o las inyecciones de bótox, que parecen estar a la orden del día. La fijación por la apariencia no solo encuentra una más que amplia aceptación social, sino que la presión mediática, y las más de las veces familiar, han conseguido elevar la fiebre por el bisturí a la categoría de obsesión nacional. Porque la coreana es una sociedad preocupada por el éxito, concepto que indisolublemente asocia al de apariencia, pero una apariencia occidentalizada (ojos redondos, mentón afilado); y ante este fenómeno uno no puede sino preguntarse a qué se debe.


Corea ha evolucionado en pocos años de una retahíla de dictaduras postbélicas hasta la apertura al exterior (y que algunos tacharían más de sumisión directa a EE.UU., que no de una auténtica apertura razonada y crítica a occidente). Y quizá sea esta falta de reflexión profunda sobre lo propio y lo ajeno, en lo que a estética se refiere, lo que ha creado este monstruo que, al menos aquí en Corea, ha tenido históricamente una aceptación constante: que los coreanos llevan toda la vida obsesionados en cambiar su apariencia es una evidencia de la que museos como el de Busán dan buena cuenta; en él, podemos ver restos de cráneos neolíticos que evidencian los procedimientos (forzosamente rudimentarios) que tenían para estilizarse la cabeza y afilarse el mentón ya en la prehistoria.

La búsqueda de un canon estético occidentalizado permite encontrar mejores trabajos, dar más fácilmente con una pareja y ser mejor aceptado en círculos sociales: esa misma apariencia que se sostiene como estandarte de la belleza física es el pasaporte indispensable hacia el éxito en el trabajo y en las relaciones personales.
Las estadísticas indican que una de cada cinco mujeres coreanas (el más alto del mundo) se ha sometido alguna vez a algún tipo de operación de estética, y que casi el 55% piensan seriamente que deberían someterse a algún tipo de intervención. Las más solicitadas son el agrandamiento de ojos, el afilamiento de mentón, la inserción de tabique nasal y el aumento de pecho.


Esta obsesión ganó un eco mediático enorme cuando en el pasado festival internacional de cine de Busán, la actriz Oh In Hye apareció con un vestido de inspiración griega que dejaba al descubierto unos pechos más que evidentemente operados, lo cual despertó escándalo y aplauso casi por igual.Pero lejos de plantear una reflexión crítica, son muchos los medios que apuestan por películas, dramas televisivos y series desde las que predicar la filosofía de la apariencia a través del cambio. Así que poca reflexión existe en este sentido: aunque qué podemos esperar de unos medios en los que todavía existe la censura: ¿se imagina alguien qué puede ser intentar ver CSI con las armas y las heridas pixeladas, o ver una película de época donde aparecen estatuas griegas con los genitales borrosos?
 Pero no son solamente las chicas las que deciden cambiar su físico, sino que también los chicos son habituales del quirófano. Más todavía en un país que, a pesar del machismo y la homofobia todavía palpable en el aire, ha establecido un canon de belleza masculino extremadamente ambiguo, afeminado o, si se quiere, andrógino. Y en un país dominado por el k-pop y las intercambiables estrellas de coreografías masificadas, trajes extravagantes y miradas intensas, recurrir al bisturí para destacar y salirse de la media parece ser una opción más que válida para una inmensa mayoría de personas, chicos y chicas.
 Pero el único recurso para dejar de parecer oriental no es solamente pasar por el quirófano. Otras soluciones para quienes no tienen tantos recursos, o para quienes quieren salvar el tipo en una noche loca de sábado, es hacerse con unas lentillas que provocan un efecto de agrandamiento y coloración del iris (el ojo parece más grande y redondo, y los hay hasta de color azul), las tan socorridas pestañas postizas o el recurso más "creativo" de todos, pegamento para el párpado superior (con paletilla para presionar el ojo incluida).
 Sin embargo, el periódico local 'JoongAng' alertaba a principios de este mismo junio de los peligros de las operaciones de reducción de mandíbula o desplazamiento maxilar, cada vez más frecuentes entre las mujeres jóvenes, y relacionaba dichas intervenciones con varias muertes; la más reciente, la de una chica de tan solo 18 años que falleció en mitad de la operación. Según informaba el rotativo, los efectos secundarios que pueden aparecer son irreversibles y pueden afectar gravemente la vida de los pacientes, y ya se han dado casos de parálisis faciales, dolores intensos e incluso daños cerebrales.
 Y no solo eso: son muchas las voces que empiezan a escucharse de expertos que alertan del sufrimiento que comporta no solo verse abocado al quirófano, sino además no quedar satisfecho con el resultado, lo que les sucede al 80% de las coreanas intervenidas, tal como una encuesta del 'Chosun Ilbo' ha puesto alarmantemente de manifiesto.

Tras lo dicho, a uno le da por pensar que toda esta fiebre por el bisturí está dando como resultado la pérdida de la identidad oriental en favor de un canon occidentalizado que, en uno de los países más encerrados en sí mismos del mundo, resulta paradójico. También es paradójico que los mismos coreanos no suelan reconocer esta pérdida identitaria, aunque ello quizá también se deba a la cerrazón histórica del país. En una sociedad que se mira tanto el ombligo, perder los rasgos asiáticos del rostro deviene la mejor manera de destacar, dado que el porcentaje de extranjeros en Corea es porcentualmente ridículo: un país que todavía no ha experimentado suficientemente la globalización ni ha absorbido la diáspora cultural resultante de ella, todavía cree poder permitirse el lujo de creer positivo perder los rasgos distintivos que les hace únicos y particulares en el mundo, porque todavía para la mayoría de coreanos el mundo empieza en el mar de China oriental y termina en el de Japón. Veremos qué piensan de ello cuando se den cuenta que viven en un mundo donde lo más habitual es tener de nacimiento los rasgos físicos que ellos adquieren con tanto dinero y esfuerzo, y con no menos frustración.

http://www.lavanguardia.com/lectores-corresponsales/20120625/54316487853/corea-del-sur-obsesion-bisturi-cirugia-estetica.html

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