Hace 65 millones de años, un gran meteorito de diez km. de diámetro chocó contra la Tierra causando la extinción de los dinosaurios y, de paso, de más del 70% de todas las especies vivas del planeta. Ahora, un grupo de científicos holandeses cree que fue precisamente ese meteorito el responsable del color rojo de los tomates actuales.
La idea surgió de los análisis genéticos llevados a cabo para la secuenciación del genoma del tomate, que fue publicada por la revista Nature el pasado 30 de mayo. El mapa genético del tomate indica, en efecto, que el genoma original de esta planta era mucho más pequeño que el actual, y que éste triplicó súbitamente su tamaño, precisamente, entre hace 60 y 70 millones de años.
"Una expansión tan grande del genoma -asegura René Klein Lankhorst, que coordinó los trabajos de secuenciación del genoma del tomate en la Universidad holandesa de Wageningen UR- apunta directamente a unas condiciones extremadamente estresantes. Sospechamos que el impacto del meteorito y la posterior reducción de la luz solar (a causa del polvo), creó unas condiciones de supervivencia muy difíciles para las plantas. Y un lejano antepasado de la del tomate reaccionó, para aumentar sus posibilidades de sobrevivir, expandiendo su genoma".
Muchos años más tarde, cuando las condiciones empezaron a mejorar, este antepasado de nuestra planta del tomate se encontró con una gran cantidad de "lastre" genético a sus espaldas y lo utilizó para sentar las bases (genéticas) para la mejora de sus frutos. Los tomates adquirieron así su característica coloración roja y sus plantas se empezaron a diferenciar así de otro miembro de su misma familia, la patata, que no es capaz de producir frutos comestibles.
Klein Lankhorst ha participado, desde 2004, en el consorcio internacional para la secuenciación del genoma del tomate. Y a pesar de que los primeros resultados se acaban de publicar en Nature (el pasado 30 de mayo), la información genética de esta planta lleva ya dos años a disposición de los investigadores. A través de los datos genéticos, los científicos pueden bucear en el tiempo y rastrear, en la práctica, el origen de cualquiera de sus características. Con sus 35.000 genes, el "mapa" del tomate permite profundizar, de hecho, incluso en las más pequeñas variaciones sucedidas durante su larga evolución.
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