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viernes, 4 de marzo de 2011

María Jesús Pinazo 'El Chagas es un mal olvidado de pacientes olvidados'

'El Chagas es un mal olvidado de pacientes olvidados'

María Jesús Pinazo salió de su Almería natal cuando tenía 17 años y desde entonces no ha parado. Primero para estudiar Medicina en Granada, después para hacer la residencia en Barcelona y finalmente para dar sus primeros pasos como especialista en enfermedades tropicales a las órdenes de Pedro Alonso en Mozambique. Desde hace meses se dedica a tratar e investigar el mal de Chagas en la localidad boliviana de Cochabamba.
La suya podía haber sido una carrera de médico internista mucho más convencional, aunque pronto le picó "el bichito del tropicalismo", como confiesa desde Bolivia: "No me veo en una consulta de 8 a 3", bromea, quizás porque, como ella misma reconoce, está enganchada por ese "componente social y hasta antropológico" que tienen patologías como el VIH, la tuberculosis, la malaria o el Chagas.
Después de pasar unos meses en el centro que el Hospital Clínic de Barcelona tiene en la localidad de Manhiça (Mozambique) a las órdenes del investigador Pedro Alonso, Mª Jesús regresó a la Ciudad Condal a ocuparse de una consulta específica para atender todos los casos de mal de Chagas que se veían en pacientes procedentes de América Latina (de hecho se calcula que en España hay entre 50.000-70.000 afectados por la enfermedad de Chagas).
"Es una enfermedad olvidada de pacientes olvidados", denuncia Pinazo, "fuertemente asociada a la pobreza". El mal de Chagas está causado por un parásito ('Trypanosoma cruzi') que se transmite por las heces de un chinche que suele habitar en zonas rurales, en estrecho contacto con animales. Los dos únicos tratamientos actualmente disponibles datan nada menos que de los años ochenta (fueron desarrollados por la industria veterinaria) y suelen ser muy mal tolerados por los pacientes.
"Si se administran antes del primer año de edad, la terapia es cien por cien efectiva", señala la investigadora del Centro de Investigación en Salud Internacional (Cresib), "pero el problema es que la enfermedad no suele dar síntomas hasta que pasan 20 ó 30 años y en ese escenario sólo alrededor de un 20% de los pacientes puede curarse". Se calcula que cada año se registran 42.000 casos nuevos de Chagas, una patología que afecta ya a ocho millones de individuos en el mundo.

Formación, investigación y tratamiento

De la mano de uno de los popes mundiales en el estudio del Chagas, el doctor boliviano Faustino Torrico, Pinazo dio pronto el salto a Bolivia para tratar de poner allí en marcha un proyecto bidireccional entre Barcelona y Cochabamba. Primero con un único centro en esta localidad, y después ampliando la idea a varios departamentos del país, integrados y coordinados con el propio servicio boliviano de salud.
Desde noviembre de 2010, esta almeriense de 34 años coordina una ambiciosa iniciativa que combina la atención clínica a los pacientes, la formación de personal sanitario local y la investigación del mal, "que sigue teniendo muchas lagunas desde el punto de vista básico". Por eso, una parte importante de su labor allí consiste en tratar de determinar mejoras diagnósticas y una descripción más detallada de los síntomas (que pueden ir desde problemas cardiovasculares, respiratorios o neurológicos), "sin utilizar modernas tecnologías, sino tratando de aprovechar los medios disponibles aquí".
Los martes, eso sí, siguen siendo sagrados para ella y los dedica en exclusiva a atender pacientes; "porque no quiero perder el contacto con la realidad, y creo que si te dedicas a la investigación es fácil aislarte en tu laboratorio". De esta experiencia es probable que salga también en el futuro un nuevo tratamiento más eficaz contra el Chagas, un fármaco que pronto empezarán a probar en un ensayo clínico gracias a la colaboración de la organización DNDi, dedicada a la investigación de tratamientos para enfermedades olvidadas. Su estancia en Bolivia se prolongará durante dos años más, en los que seguramente le tocará seguir lidiando con las dificultades de acceso a fondos, que en estas enfermedades se nota aún más si cabe que en otros territorios científicos. "Siempre estamos bajo mínimos, pasamos gran parte del tiempo pidiendo subvenciones, presentando solicitudes... Nos cuesta sangre, sudor y lágrimas". A cambio, confiesa, no echa nada de menos esa hipotética y cómoda consulta con horario fijo: "Aquí notas que cada cosa que haces tiene sentido. Tu trabajo se nota, se queda aquí".
http://www.elmundo.es/elmundosalud/2011/03/03/biociencia/1299150621.html

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