LAS PISCINAS TIENEN CLARINETE QUE TOCAN EL CLARINETE.
Encima de una nube había una piscina. Se llamaba Creusa. Sí, como la hija de Creonte, el rey de Corinto. De la que se enamoró Jasón. Creusa era una piscina ciclotímica. Cambiaba según su humor.
Los lunes, se llenaba de mousse de chocolate. Los lunes estaba depre. Por eso del síndrome posTvacacional. Y necesitaba el chocolate. Así que se llenaba de ese líqido.
Los martes, ya la semana estaba organizada así que la piscina se volvía más sensual y en consecuencia sociable. Invitaba a sus amigos los piscinómanos. Estos eran un pueblo extraterrestre que vivía en una supernova. Algunos dirán que no se puede vivir en una supernova. Pero sí que se puede. Tenían una zona residencial con portero automático y con un pequeño centro comercial. Vivían bien. Vivían en piscinas. En fin, los martes se iban a bañar a la piscina de la nube. Lo bueno es que se abrían sus músculos de hidromasajes. Los piscinómanos se sentían verdaderamente bien con aquello. Se sumergían en agua de colores tibia.
-Es ideal para que se te abran los poros y hacerte luego una buena limpieza.
-Pues sí…-Todos se sentaban apoyados en las paredes de la piscina sintiendo las burbujas. Eliminaban toxinas y las toxinas de los piscinómanos se transformaban en pastelitos de crema. pequeños y esponjosos. Salían despedidos y al contacto con el vapor se juntaban todos y se convertían en un gran pastel. Flotaba por el espacio. Y esparcía calorías a diestro y siniestro.
Los miércoles normalmente Creúsa se hacía la manicura y se ocupaba de mantenerse en forma. Se echaba antialgas pasaba el limpia fondos. Éste era un elefante de bizcocho con una trompa aspiradora. En el fondo siempre encontraba cosas que le gustaban como trozos de presentimientos, añicos de sugerencias, polvo de sensaciones. Aquello le molaba mazo. Así que el elefante estaba muy contento después del trabajo. Y creúsa se sentía limpita y exfoliada.
Los jueves y viernes salía con los amigos. Los piscinómanos. Se iban de marcha. A bares de tapas. Se encontraban con tapas de todo tipo. Tapas de ollas, de sartenes, de carpetas…esas tapas no se comían. Sólo se miraban. Pero se divertían. Cantaban y se volatilizaban. Luego se volvían de vapor. Luego líquidas. Y luego sólidas. Era muy divertido.
Los fines de semana Creúsa iba al colegio. Aprendía a hacer clarinetes. Los profesores eran bemoles. O tenían bemoles. O ambas cosas. Pero el colegio era muy elitista. No aceptaban a cualquier alumno. Creúsa había conseguido una beca. Por eso podía ir. A ella le encantaba tocar el clarinete, fabricar clarinetes, chupar clarinetes y todo lo tenia clarinete. En esa escuela a la hora del recreo los alumnos sólo comían y bebían clarinetes. Con sabor a zumo de limón, a patatas fritas, a pollo congelado, a helado de fresa. Dormían sobre clarinetes especiales blanditos y acogedores. En realidad la escuela era un gran clarinete. Los agujeros eran las ventanas. La boquilla era la puerta. O sea todos entraban y salían por la boquilla.
Con el tiempo, Creúsa se graduó. Consiguió el diploma de constructora de clarinetes. Y así se acabó todo.
(sara)
que bonito
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