Modelo de Ortega y Chávez jamás podrá funcionar, afirma Ramírez
Sergio Ramírez, ex Presidente de Nicaragua, llegó a Colombia para hablar en el Foro del diario El Tiempo sobre el futuro de la democracia en América Latina.
¿Cuál es su diagnóstico?
Soy optimista porque existe un modelo que está teniendo éxito gracias a que la izquierda ha estado involucrada. A (Luiz Inácio) Lula (da Silva) se le tuvo mucho miedo de que llegara a la Presidencia, porque era un obrero metalúrgico radical que iba a aplicar su radicalismo en su política de Estado, que iba a dividir al Brasil y a confrontar a la gente. Sin embargo, Lula resultó un verdadero estadista, que les dio continuidad a las políticas iniciadas por el presidente Fernando Henrique Cardoso y entre ambos le dieron a Brasil 16 años de estabilidad democrática y, por tanto, 16 años de oportunidad de crecimiento económico. En Chile, nació el experimento de la alianza socialista demócrata-cristiana, hubo un presidente socialista, uno demócrata-cristiano, y hay ahora un gobierno de derecha y no ha habido ninguna conmoción: la política económica, la política de desarrollo social sigue adelante. Ése es el modelo que parece que va a resultar en América Latina.
El otro modelo, que persigue el mantenimiento de la misma persona en el poder, que se cree imprescindible y que mientras no esté allí el país no va a salir adelante —lo que está ocurriendo en Venezuela y en Nicaragua— no va a funcionar. Mientras más continuidad de una persona en el poder, más debilitamiento hay de las instituciones, más atropello de las leyes y de la Constitución, y mayor corrupción: es un modelo que no es viable.
¿La izquierda se reblandeció o terminó entendiendo que había que hacer las cosas paso a paso?
Yo una vez escuché a Lula, cuando no era Presidente, en los noventa. Clausuraba el primer congreso del Frente Sandinista, como partido, cuando ya habíamos perdido el poder, años 91-92, y a mí se me quedó una frase. Dijo que el gran error de la izquierda había sido dividir la democracia en democracia burguesa y democracia proletaria y que no había más que una sola democracia. Es una frase clave que ayuda a iluminar lo que es la democracia. Si en algún momento la izquierda pierde una elección, vendrán otras fuerzas políticas de otros signos y el país no tiene por qué desestabilizarse ni alterar el camino que haya escogido. Y la izquierda tendrá la oportunidad de desarrollar su sensibilidad social, como lo ha hecho Lula en el Brasil con la reducción de la pobreza. En El Salvador, por ejemplo, ha ocurrido algo similar con el presidente Mauricio Funes, del FMLN, que es un grupo guerrillero, y mucha gente tenía miedo de que, al llegar al poder, el país se iba a dividir e iba a haber grandes contradicciones hasta llegar a una guerra civil. Funes ha tenido la sabiduría de conducir a El Salvador por un camino de consolidación de la democracia, de que la izquierda se vea como una alternativa real, que no divide, que no confronta. Es lo que llamo la sabiduría de la izquierda. Muchos izquierdistas trasnochados dirán: “Funes se volvió imperialista porque de los tres países que el presidente Barack Obama visitará en América Latina, uno es El Salvador”.
En América Latina hay dos estilos de democracia: uno que representaría países como Chile y Colombia, y el de Venezuela. ¿Cómo ve esa dicotomía de la democracia?
Diría que la tentación de quedarse en el poder no tiene una frontera ideológica. Hay personas como el presidente (Álvaro) Uribe que quería quedarse. Él quería un tercer período porque pensaba que su proyecto no estaba cumplido y que la única manera de hacerlo era estando él al frente. El presidente Chávez lo ha hecho. Pero, ¿qué pasa? Las instituciones colombianas probaron que funcionan. La Corte Suprema de Justicia le dijo: “No se puede”. Lo que dijo la Corte fue acatado por el Presidente.
¿Cuál es la diferencia con Nicaragua?
Que a la Corte la confronta Daniel Ortega y la Corte le dice sí; usted puede competir por una nueva candidatura porque la Constitución es inconstitucional. ¡Un absurdo! Por eso valoro las instituciones fuertes, que pueden levantarse como barreras contra la voluntad de la persona de turno. Otra cosa es controlar las instituciones al servicio personal, lo que ocurre en Venezuela y en Nicaragua.
¿Ve a Venezuela como una democracia?
Una democracia sui géneris, porque hasta ahora no puedo decir que el presidente Chávez se ha robado una elección. Ha ganado legítimamente todos los plebiscitos, todos los referendos, todas sus elecciones presidenciales, y ahora va a someterse a una nueva elección presidencial. Tiene de sui géneris que las leyes en Venezuela están siendo acomodadas de acuerdo con los intereses del partido de gobierno, con los intereses del presidente Chávez, porque la Ley electoral que se aplicó en las últimas elecciones para elegir la Asamblea tiene la peculiaridad de que la oposición gana en términos absolutos la mayoría de los votos y saca la minoría de los asientos. Es una Ley electoral cortada a la medida de los intereses del partido de gobierno en el poder: yo saco más votos pero tengo menos asientos. Es el tipo de democracia que el presidente Chávez prefiere.
¿Qué circunstancias lo llevaron a distanciarse del sandinismo y del gobierno de su país?
Yo participé de un experimento muy hermoso que estaba destinado a cambiar la vida de Nicaragua y dejé lo que estaba haciendo, que era escribir, para meterme de cabeza en el proyecto de tumbar a la dictadura de Somoza y abrirle al país las puertas de una transformación, no sólo política, sino económica y social, hacer que los pobres se volvieran sujetos de la historia. Vivimos esta primavera en 1979; el proceso se fue deteriorando, vino una gran confrontación, la guerra entre los “contras” y nosotros, los sandinistas, buscamos el camino democrático para la salida de la guerra y también nos encontramos con que perdimos las elecciones. Yo pensé que la manera como el sandinismo tenía que regresar al poder era por la vía democrática, cumpliendo con las reglas que nosotros habíamos creado.
Vinieron confrontaciones dentro del partido y a los que elegimos la vía abierta, la vía de la democracia social, la que ha practicado Lula, que era lo que nosotros queríamos para Nicaragua, nos terminaron echando de este partido autoritario, envejecido, que logró retomar el poder en el 2006, con las ideas totalmente desfasadas de un socialismo que no puede funcionar de ninguna manera. Un socialismo contradictorio, porque el soldado más disciplinado que el Fondo Monetario Internacional tiene en América Latina es el presidente Ortega. Los programas de ajuste son cumplidos “al centavo”, como decimos en Nicaragua. Sin embargo, su discurso tiene una retórica antiimperialista feroz, siendo que el FMI tiene una influencia del Gobierno de los EE.UU., así como la tiene el Banco Mundial. Entonces, esta contradicción a mí no me calza de ninguna manera.
Ortega se quiere reelegir, ¿tendrá alguna dificultad para lograrlo?
Él controla el Consejo Supremo de Elecciones, la gente que está ahí es fiel a él. Los que antes eran el Partido Liberal se han pasado a su lado, controla la Corte Suprema de Justicia, que cuando no ajusta el número de magistrados suficientes para hacer lo que él dice, llaman a los conjueces, también muy fieles a él y a su partido; controla la Contraloría General, que es la que debe vigilar el gasto público, controla ahora la Asamblea Nacional: Daniel Ortega sacó 38 asientos en las elecciones del 2006 y ahora lleva ya 52. Él tiene muchos millones de dólares que vienen de parte del presidente Chávez para financiar su campaña electoral, que ya empezó con gran despliegue y regalos a la gente pobre, cooptando el voto. La oposición está dividida y confrontada.
¿Se define aún como de izquierda?
Yo soy de izquierda, pero soy demócrata. No veo que exista una incompatibilidad entre ser de izquierda y ser un ferviente demócrata.
http://www.laprensa.com.ni/2011/02/16/politica/52290
¿Cuál es su diagnóstico?
Soy optimista porque existe un modelo que está teniendo éxito gracias a que la izquierda ha estado involucrada. A (Luiz Inácio) Lula (da Silva) se le tuvo mucho miedo de que llegara a la Presidencia, porque era un obrero metalúrgico radical que iba a aplicar su radicalismo en su política de Estado, que iba a dividir al Brasil y a confrontar a la gente. Sin embargo, Lula resultó un verdadero estadista, que les dio continuidad a las políticas iniciadas por el presidente Fernando Henrique Cardoso y entre ambos le dieron a Brasil 16 años de estabilidad democrática y, por tanto, 16 años de oportunidad de crecimiento económico. En Chile, nació el experimento de la alianza socialista demócrata-cristiana, hubo un presidente socialista, uno demócrata-cristiano, y hay ahora un gobierno de derecha y no ha habido ninguna conmoción: la política económica, la política de desarrollo social sigue adelante. Ése es el modelo que parece que va a resultar en América Latina.
El otro modelo, que persigue el mantenimiento de la misma persona en el poder, que se cree imprescindible y que mientras no esté allí el país no va a salir adelante —lo que está ocurriendo en Venezuela y en Nicaragua— no va a funcionar. Mientras más continuidad de una persona en el poder, más debilitamiento hay de las instituciones, más atropello de las leyes y de la Constitución, y mayor corrupción: es un modelo que no es viable.
¿La izquierda se reblandeció o terminó entendiendo que había que hacer las cosas paso a paso?
Yo una vez escuché a Lula, cuando no era Presidente, en los noventa. Clausuraba el primer congreso del Frente Sandinista, como partido, cuando ya habíamos perdido el poder, años 91-92, y a mí se me quedó una frase. Dijo que el gran error de la izquierda había sido dividir la democracia en democracia burguesa y democracia proletaria y que no había más que una sola democracia. Es una frase clave que ayuda a iluminar lo que es la democracia. Si en algún momento la izquierda pierde una elección, vendrán otras fuerzas políticas de otros signos y el país no tiene por qué desestabilizarse ni alterar el camino que haya escogido. Y la izquierda tendrá la oportunidad de desarrollar su sensibilidad social, como lo ha hecho Lula en el Brasil con la reducción de la pobreza. En El Salvador, por ejemplo, ha ocurrido algo similar con el presidente Mauricio Funes, del FMLN, que es un grupo guerrillero, y mucha gente tenía miedo de que, al llegar al poder, el país se iba a dividir e iba a haber grandes contradicciones hasta llegar a una guerra civil. Funes ha tenido la sabiduría de conducir a El Salvador por un camino de consolidación de la democracia, de que la izquierda se vea como una alternativa real, que no divide, que no confronta. Es lo que llamo la sabiduría de la izquierda. Muchos izquierdistas trasnochados dirán: “Funes se volvió imperialista porque de los tres países que el presidente Barack Obama visitará en América Latina, uno es El Salvador”.
En América Latina hay dos estilos de democracia: uno que representaría países como Chile y Colombia, y el de Venezuela. ¿Cómo ve esa dicotomía de la democracia?
Diría que la tentación de quedarse en el poder no tiene una frontera ideológica. Hay personas como el presidente (Álvaro) Uribe que quería quedarse. Él quería un tercer período porque pensaba que su proyecto no estaba cumplido y que la única manera de hacerlo era estando él al frente. El presidente Chávez lo ha hecho. Pero, ¿qué pasa? Las instituciones colombianas probaron que funcionan. La Corte Suprema de Justicia le dijo: “No se puede”. Lo que dijo la Corte fue acatado por el Presidente.
¿Cuál es la diferencia con Nicaragua?
Que a la Corte la confronta Daniel Ortega y la Corte le dice sí; usted puede competir por una nueva candidatura porque la Constitución es inconstitucional. ¡Un absurdo! Por eso valoro las instituciones fuertes, que pueden levantarse como barreras contra la voluntad de la persona de turno. Otra cosa es controlar las instituciones al servicio personal, lo que ocurre en Venezuela y en Nicaragua.
¿Ve a Venezuela como una democracia?
Una democracia sui géneris, porque hasta ahora no puedo decir que el presidente Chávez se ha robado una elección. Ha ganado legítimamente todos los plebiscitos, todos los referendos, todas sus elecciones presidenciales, y ahora va a someterse a una nueva elección presidencial. Tiene de sui géneris que las leyes en Venezuela están siendo acomodadas de acuerdo con los intereses del partido de gobierno, con los intereses del presidente Chávez, porque la Ley electoral que se aplicó en las últimas elecciones para elegir la Asamblea tiene la peculiaridad de que la oposición gana en términos absolutos la mayoría de los votos y saca la minoría de los asientos. Es una Ley electoral cortada a la medida de los intereses del partido de gobierno en el poder: yo saco más votos pero tengo menos asientos. Es el tipo de democracia que el presidente Chávez prefiere.
¿Qué circunstancias lo llevaron a distanciarse del sandinismo y del gobierno de su país?
Yo participé de un experimento muy hermoso que estaba destinado a cambiar la vida de Nicaragua y dejé lo que estaba haciendo, que era escribir, para meterme de cabeza en el proyecto de tumbar a la dictadura de Somoza y abrirle al país las puertas de una transformación, no sólo política, sino económica y social, hacer que los pobres se volvieran sujetos de la historia. Vivimos esta primavera en 1979; el proceso se fue deteriorando, vino una gran confrontación, la guerra entre los “contras” y nosotros, los sandinistas, buscamos el camino democrático para la salida de la guerra y también nos encontramos con que perdimos las elecciones. Yo pensé que la manera como el sandinismo tenía que regresar al poder era por la vía democrática, cumpliendo con las reglas que nosotros habíamos creado.
Vinieron confrontaciones dentro del partido y a los que elegimos la vía abierta, la vía de la democracia social, la que ha practicado Lula, que era lo que nosotros queríamos para Nicaragua, nos terminaron echando de este partido autoritario, envejecido, que logró retomar el poder en el 2006, con las ideas totalmente desfasadas de un socialismo que no puede funcionar de ninguna manera. Un socialismo contradictorio, porque el soldado más disciplinado que el Fondo Monetario Internacional tiene en América Latina es el presidente Ortega. Los programas de ajuste son cumplidos “al centavo”, como decimos en Nicaragua. Sin embargo, su discurso tiene una retórica antiimperialista feroz, siendo que el FMI tiene una influencia del Gobierno de los EE.UU., así como la tiene el Banco Mundial. Entonces, esta contradicción a mí no me calza de ninguna manera.
Ortega se quiere reelegir, ¿tendrá alguna dificultad para lograrlo?
Él controla el Consejo Supremo de Elecciones, la gente que está ahí es fiel a él. Los que antes eran el Partido Liberal se han pasado a su lado, controla la Corte Suprema de Justicia, que cuando no ajusta el número de magistrados suficientes para hacer lo que él dice, llaman a los conjueces, también muy fieles a él y a su partido; controla la Contraloría General, que es la que debe vigilar el gasto público, controla ahora la Asamblea Nacional: Daniel Ortega sacó 38 asientos en las elecciones del 2006 y ahora lleva ya 52. Él tiene muchos millones de dólares que vienen de parte del presidente Chávez para financiar su campaña electoral, que ya empezó con gran despliegue y regalos a la gente pobre, cooptando el voto. La oposición está dividida y confrontada.
¿Se define aún como de izquierda?
Yo soy de izquierda, pero soy demócrata. No veo que exista una incompatibilidad entre ser de izquierda y ser un ferviente demócrata.
http://www.laprensa.com.ni/2011/02/16/politica/52290
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