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sábado, 18 de junio de 2011

Sexo, mentiras y Twitter

Sexo, mentiras y Twitter

Gina Montaner

&quote&quote¿Qué habrían hecho Bill Clinton y Anthony Weiner si sus brillantes e igualmente ambiciosas esposas hubiesen circulado a golpe de Tuit sendas fotos en pelota viva para el consumo de alguna conquista cibernética?

Es el E. Coli genital que se lleva por delante a los machos Alpha, con la vuvuzela erecta y la reputación por los suelos. Toda una vida rugiendo y dándose golpes de pecho en la jungla de la competitividad, y basta una debilidad al sur de la cintura para acabar en la pantomima de la contrición pública. La única variante es la presencia o no de la esposa mancillada y cabizbaja, junto al adúltero célebre que balbucea y pide perdón por los pelillos a la mar que lo llevaron hasta el cadalso de su glotonería sexual.

La última entrega de este culebrón interminable lo ha protagonizado el político demócrata Anthony Weiner. En apenas dos semanas, su fulgurante carrera –se especulaba que tenía grandes posibilidades de aspirar a la alcaldía de Nueva York– se ha acabado abruptamente tras destaparse sus correrías eróticas en Twitter con cuanta mujer hallaba en el patio de vecindad de las redes sociales. A pesar de aparentar ser un tipo con ambiciones y centrado en el power marriage que había sellado con Huma Abedin, asistente nada menos que de Hillary Clinton, a Weiner lo que realmente le gustaba era presumir de pectorales y "paquete" con desconocidas dispuestas a flirtear en la premura de 140 caracteres. Bastó con piropear al congresista con un "You are so hot", para que éste inundara el ciberespacio con fotos dignas de un guión porno.
Haciendo referencia al caso Weinergate, la columnista del New York Times Maureen Dowd, con su habitual ironía, hace mención de "la resignación post feminista" que, años después de la revolución sexual y los avances en la igualdad entre hombres y mujeres, se resume en el sentimiento de impotencia frente a estos individuos que no pueden ni quieren evitar ser unos bad boys. De nada sirve que la flamante esposa de Weiner sea brillante, atractiva y con un futuro político tan estelar como el que prometía su marido. Esta sofisticada señora que en 1996 coincidió con otra becaria en la Casa Blanca, Monica Lewinsky, ha descubierto que lo que verdaderamente enloquece a su pareja es el trasiego sexual en los "cuartos oscuros" de la falsamente anónima internet, con otras que le resultaban más apetecibles en los jadeos silentes del sexting.
Mientras Weiner capea el temporal y el repudio de sus colegas, Abedin acompaña a la secretaria de Estado en un viaje oficial por Oriente Próximo, lejos del escándalo mediático que le espera en Washington. Hay apuestas por saber qué confidencias comparte con su mentora en momentos tan bajos, y qué consejos le proporciona Hillary a la hora de lidiar con un esposo mujeriego. Hasta ahora se cree que Abedin, que es musulmana practicante y pudiera estar embarazada, piensa seguir el camino que en su día tomó su jefa: hacer de tripas corazón y seguir junto al marido travieso que sueña con revolcones en el Despacho Oval. O sea, resignación post feminista y proseguir el pedregoso camino.
Está claro que la reputación de Weiner no se repondrá tras la divulgación de su ridícula pose en calzoncillos y otras instantáneas más picantes que circularán eternamente en el firmamento internáutico. Pero, finalmente, no es asunto de nadie si la exquisita Huma Abedin prefiere solidarizarse con el farsante personaje. Lo que sí se agradece, en cambio, es que no aparezca en la dichosa rueda de prensa con cara de cordero a punto de ser sacrificado. A estas alturas resulta demasiado ridículo y bastante más trillado que las aventuras porno de los chicos malos y poderosos que abundan en la política.
Así, de primeras y sólo teniendo como referencia la evidente vanidad de un tipo irresponsable que exhibe sus atributos en la promiscuidad de las redes sociales, parece incomprensible el deseo de cualquier mujer de permanecer junto al pavo real impenitente. Sin embargo, puede que la discípula de Hillary quiera emularla hasta en el escarnio público. Son los misterios sin resolver de Capitol Hill.
Ahora bien, ¿qué habrían hecho Bill Clinton y Anthony Weiner si sus brillantes e igualmente ambiciosas esposas hubiesen circulado a golpe de Tuit sendas fotos en pelota viva para el consumo de alguna conquista cibernética? Esa es la prueba de fuego y con Letra Escarlata que nos queda por vivir. Se admiten apuestas.
http://www.libertaddigital.com/opinion/gina-montaner/sexo-mentiras-y-twitter-60048/

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