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domingo, 15 de enero de 2012

HAITI: Un país amputado

Uno de los beneficiarios de la Fundación de la misionera Isa Solá. | María Eugenia Díaz (Manos Unidas)

HAITI: Un país amputado

Ahora, con 25 años, su mayor deseo es volver a la universidad. Sin embargo, las dificultades que implica moverse con silla de ruedas por una ciudad como Puerto Príncipe, donde la accesibilidad es el menor de los problemas, se lo impiden. La misionera española Isa Solá trabaja en su taller de prótesis para amputados para lograr lo que la organización Handicap International no ha podido darle a Sadrak: unas piernas nuevas.
"El problema es que una de las piernas la perdió muy arriba y no se puede encajar la prótesis y la otra se la amputaron justo debajo de la rodilla y con una prótesis perdería la movilidad", asegura Solá para explicar la negativa, o imposibilidad, de Handicap Internacional a resolver la situación del joven haitiano.
'Aquí un amputado no vale nada. Se le rechaza en todos los sitios'
Misionera Isa Solá.
Por el taller de esta misionera catalana han pasado ya 93 personas, 72 amputadas por el terremoto de enero de 2010. Más de la mitad han conseguido una nueva oportunidad para seguir sobreviviendo en un país en el que un discapacitado está condenado a no poder salir de casa, a trabajar... a vivir. Bien lo explica Isa Solá: "Aquí un amputado no vale nada, se le rechaza en todos los sitios. Lo que supone que, además de haber quedado dañado de por vida, se le cierran las puertas hasta para poder encontrar un trabajo".
Unas 4.000 personas tuvieron que ser amputadas tras el terremoto, según las primeras informaciones de aquellos días. Algunos haitianos perdieron una extremidad durante el derrumbe de un edificio. Otros sufrieron necrosis tras la operación o después de haber pasado varios días bajo los escombros. Pero lo peor lo sufrieron aquellos que habiendo sido rescatados aguardaron durante días en los patios de los hospitales –los edificios estaban tan dañados que no se podía entrar- a ser atendidos por médicos que no llegaban, por medicinas que no había.
"Los tres o cuatro primeros días trabajé en un hospital sin instrumental, sin medios, sin medicinas... El personal médico había huido y las heridas de los enfermos que llenaban el patio eran tremendas, el olor, los gusanos... Y no podíamos hacer nada", cuenta Solá, que es enfermera y se movía de un lado a otro intentando consolar a los que sufrían a su alrededor.

Una atención personalizada

Los amputados se convirtieron en una de las muchas preocupaciones de Isa desde aquel momento. "Llamé a España y hablé con mi hermano para ver qué necesitábamos", recuerda. Así llegó la ayuda: 300.000 euros para poner en marcha la Fundación Juntos Mejor. Material, máquinas y técnicos han ayudado, y con la colaboración posterior de Manos Unidas, a que 53 de sus 92 pacientes ya tenga sus prótesis y la certeza de poder empezar de nuevo.
Si se comparan las cifras con los miles de pacientes que ha atendido Handicap Internacional en Haití (la organización fabricó más de un millar de prótesis en tres semanas), los números de la fundación de Isa Solá parecen irrisorios. De la ONG internacional ha recibido y sigue recibiendo ayuda el equipo de la misionera, ahora formado por dos técnicos de El Salvador, Alexis Mendoz y Rogelio Alberto Torres. Sin embargo, el trabajo de esta pequeña fundación va mucho más allá de la atención médica. Todos sus pacientes son escuchados y atendidos a nivel psicológico, porque a veces las heridas que van por dentro son las más difíciles de curar.
Actualmente, todas las esperanzas están depositadas en dibujarle un futuro a Sadrak. Porque es un chico que sufre, pero que tiene ganas de empezar de nuevo. Y porque, sin quererlo, este joven haitiano es uno más de los héroes que debieron forjarse tras aquellos segundos eternos que duró el temblor de tierra.
http://www.elmundo.es/america/2012/01/09/noticias/1326067644.html

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