HAITI: Los hijos del terremoto
Poco después de aquel 12 de enero de 2010 que cambió la vida de los haitianos, el padre Fredy, como le llaman todos en el campamento de Carrefour donde trabaja cada día, se encontró con más de 300 niños allí. Alimentarlos era la primera necesidad que hubo que cubrir. Después, tratar de devolverlos a la normalidad con la rutina que impone la escuela.
Al principio todo era un caos y todos ellos necesitados de cuidados, pero también hay pobres entre los más pobres. "Fuimos seleccionando a los que veíamos más sucios en el campo, los más descuidados, los que no se lavaban, ni peinaban...", cuenta el sacerdote para explicar cómo nació el grupo de niños que ahora se encuentra bajo su protección diaria.'Estos niños, dentro de 10 o 20 años, podrán hacer algo por su país y cambiar las cosas'
A Eznel no se lo encontró entre los menos aseados, aunque hubiera podido estarlo. Con él se chocó un día, después de que el pequeño participara con un grupo en un intento de abuso a una niña. "Habían llamado a la policía pero sólo era un niño al que nadie nunca le había dicho lo que estaba bien y lo que estaba mal y eso me pareció peor que el abuso en el que había participado", recuerda el padre Fredy.
'Kiliku', un muñeco de dibujos animado indigente, era el nombre que utilizaban los vecinos del campamento para llamar a Eznel. Sin padre y con una madre siempre ausente, deambulaba por las calles abandonado. Desafortunadamente, el caso de Eznel no es un caso aislado. En Haití, los más pequeños se convierten en uno de los grupos más vulnerable y olvidado. Si antes del terremoto el acceso a los servicios de salud y a la escuela eran un premio que sólo recibían unos pocos, tras la tragedia la situación empeoró.
Manos Unidas ha seguido apostando por las aventuras de este religioso haitiano que parece crecerse ante las adversidades. "La esperanza, el futuro, está en los niños, por eso hay que apostar por ellos", asegura antes de explicar los detalles de su proyecto para dar una oportunidad a los más necesitados del campo de desplazados. "Dentro de 10 ó 20 años, estos niños que pensarán de una forma diferente, y podrán hacer algo por su país para cambiar las cosas", afirma.
Su iglesia en el campamento es un pabellón de madera recubierto con plásticos más grandes que las chabolas que la rodean. No sólo sirve para las misas de los domingos, de lunes a viernes es el colegio de los niños que aun viven en este barrio de lonas. Ocho profesores, tres de ellos voluntarios, acuden cada día a esta escuela viendo cómo se aleja de sus mentes y sus vidas el concepto de temporalidad. ¿Hasta cuándo seguirá este campamento en pie? Mientras llega la respuesta, un grupo de voluntarias ayuda al padre Fredy con la alimentación de los más pequeños y después de las clases, esa casa de Dios también se convierte en comedor.
Eznel está entre estos niños. Ahora, rodeado de cariño, ha aprendido a tocar algún instrumento –el padre Fredy es músico-, saca buenas notas y ha sido premiado por su buen comportamiento en las actividades que se organizan de vez en cuando fuera de ese recinto de casas de plástico a lo que ha quedado reducido su mundo. También está aprendiendo español con las canciones que le enseña a él y al resto del grupo el sacerdote. Sabe que hablamos de él. Sonríe y mira tímido hacia otro lado. Al fin y al cabo, sigue teniendo nueve años aunque sus ojos estén marcados por la experiencia de dos vidas.
http://www.elmundo.es/america/2012/01/09/noticias/1326071614.html
Al principio todo era un caos y todos ellos necesitados de cuidados, pero también hay pobres entre los más pobres. "Fuimos seleccionando a los que veíamos más sucios en el campo, los más descuidados, los que no se lavaban, ni peinaban...", cuenta el sacerdote para explicar cómo nació el grupo de niños que ahora se encuentra bajo su protección diaria.'Estos niños, dentro de 10 o 20 años, podrán hacer algo por su país y cambiar las cosas'
Sacerdote Fredy Elie
'Kiliku', un muñeco de dibujos animado indigente, era el nombre que utilizaban los vecinos del campamento para llamar a Eznel. Sin padre y con una madre siempre ausente, deambulaba por las calles abandonado. Desafortunadamente, el caso de Eznel no es un caso aislado. En Haití, los más pequeños se convierten en uno de los grupos más vulnerable y olvidado. Si antes del terremoto el acceso a los servicios de salud y a la escuela eran un premio que sólo recibían unos pocos, tras la tragedia la situación empeoró.
El futuro del país
No sólo el padre Fredy entendió que la vuelta al cole podría devolver una rutina a los niños, muchas ONG instalaron carpas convertidas en escuela en los campamentos. Pero los proyectos tienen fecha de caducidad que, en este caso, no ha acompañado a los plazos de una reconstrucción prácticamente estancada. Las ONG del campamento de Carrefour desaparecieron, pero los niños seguían ahí.Manos Unidas ha seguido apostando por las aventuras de este religioso haitiano que parece crecerse ante las adversidades. "La esperanza, el futuro, está en los niños, por eso hay que apostar por ellos", asegura antes de explicar los detalles de su proyecto para dar una oportunidad a los más necesitados del campo de desplazados. "Dentro de 10 ó 20 años, estos niños que pensarán de una forma diferente, y podrán hacer algo por su país para cambiar las cosas", afirma.
El padre Fredy con algunos niños.
Eznel está entre estos niños. Ahora, rodeado de cariño, ha aprendido a tocar algún instrumento –el padre Fredy es músico-, saca buenas notas y ha sido premiado por su buen comportamiento en las actividades que se organizan de vez en cuando fuera de ese recinto de casas de plástico a lo que ha quedado reducido su mundo. También está aprendiendo español con las canciones que le enseña a él y al resto del grupo el sacerdote. Sabe que hablamos de él. Sonríe y mira tímido hacia otro lado. Al fin y al cabo, sigue teniendo nueve años aunque sus ojos estén marcados por la experiencia de dos vidas.
http://www.elmundo.es/america/2012/01/09/noticias/1326071614.html
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