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lunes, 31 de marzo de 2014

Isidro Uzkudun, diez años después

Isidro Uzkudun, diez años después

La Delegación guipuzcoana de Misiones Diocesanas recuerda al pasaitarra asesinado. Amaba el riesgo, a los hombres, a los pobres, a África, a Jesús de Nazareth. Le mataron: era peligroso

Era sábado. 10 de junio de 2000. En la Catedral del Buen Pastor, el obispo Uriarte y mucha más gente preparaban la Vigilia de Pentecostés. Alguien llamó por teléfono y la noticia, la sorpresa y el dolor corrieron como la pólvora: ¡Habían matado a Isidro Uzkudun! En Mugina, Ruanda, allí donde en 1992 había construido el Colegio San Ignacio porque creía a pies juntillas que la cultura haría libres a los hombres y a las mujeres, a los hutus y a los tutsis.
Una bala, unas alubias
Asesinado. Había regresado al atardecer a su casa, un pequeño despacho y una habitación con una cama, una mesa y un lavabo. Janvier Ndayambaje, el muchacho que cobraba a los vecinos la pequeña cantidad que pagaban por el uso de la fuente pública para contribuir a su mantenimiento, le acababa de entregar unos pocos francos ruandeses. Entraron dos hombres. Le exigieron dinero. No se lo dio. 'Te mataremos'. '¿A mí? ¿A un viejo? Janvier, al que habían encerrado en la alcoba, oyó un disparo. Los sicarios quisieron huir en la furgoneta destartalada de Isidro (había pedido a Donostia dinero para cambiarla, pero el hambre era tal en la región que envió después un fax diciendo que prefería gastarlo en alubias). No arrancó. Cogieron una moto. Desaparecieron. Isidro, el pasaitarra que había enseñado a nadar a medio Pasaia, el que iba a la pesca del bonito, el que había tenido que huir a Durango, Santander y Asturias con su madre republicana y sus hermanos, cuando estalló la Guerra, yacía muerto. Una bala le había entrado por la comisura de la boca y se incrustó en su cerebro.
'Ten cuidado, van a por ti'
La hambruna roía Ruanda. Las autoridades tuvieron fácil enmascarar su asesinato como un robo provocado por la miseria con resultado de muerte. Pero todos supieron desde el primer momento que se trataba de un asesinato político. Isidro era un hombre, un sacerdote, un misionero, un pasaitarra, rotundamente, evangélicamente, antisistema, entendiendo 'sistema' por 'poder'. Se posicionó siempre al lado del débil, del que sufría, del oprimido. Había llegado a Ruanda en 1965, conmocionado por la belleza exultante de África y sus gentes y conmovido por un país que amaba pero para el cual no encontraba ni salida ni esperanza. La masacre impensable de 1994, la guerra crudelísima, provocada por extremistas tanto hutus como tutsis y sufrida por gentes normales de todas las etnias, le había desgarrado por dentro. La democracia instaurada a la manera occidental, manejada por imperios con intereses económicos geopolíticos y estratégicos, no le complacía. Sus homilías, extraídas de los evangelios, molestaban a las autoridades, a los poderes ocultos. Misioneros, amigos, viajeros y muchos ruandeses le habían advertido que le buscaban, le rondaban, que era molesto para los poderosos, que iban a por él. Siguió adelante. No tenía madera de mártir. Le gustaba ser feliz. No creía en la inmolación. Pero se crecía ante el peligro. Ni siquiera lo veía. Le mataron. Aquella noche estaba escribiendo el sermón de Pentecostés. España había enviado a un puñado de guardias civiles a investigar la muerte de tres cooperantes de Médicos del Mundo. Nada habían descubierto. No quisieron volver a equivocarse...
El actual obispo emérito de Donostia, Juan Mari Uriarte, amigo y compañero, asumió en complicidad con otros tantos, la responsabilidad de que el Colegio de San Ignacio en Mugina, la obra que él fundó porque sabía que los ruandeses son listos y bellos y, cultivados, podrían ser libres, no se derrumbase. Hoy, gracias a la lucha de muchos, estudian allá, en cuatro pabellones, 400 alumnos. Agronomía, Veterinaria, Ciencias. El 70% son mujeres.
Arresto internacional
La lucha, tal vez imposible, por llevar ante los tribunales a los responsables de su asesinato continúa, impulsada, desde la fundación S´Oliver, por el pacifista mallorquín Joan Carrero Saralegui, propuesto para el Nobel por su lucha por la paz en la región de los Grandes Lagos. El ayuntamiento donostiarra apoya, desde una plataforma que agrupa a otros municipios, la querella criminal presentada en 2001 ante la Audiencia Nacional, competente para litigar en crímenes contra la Humanidad cometidos sobre ciudadanos españoles. El abogado catalán Jordi Palou, también en la lista negra de quienes manejan los hilos y las armas en Ruanda, representa los derechos de Isidro, su familia y las de otras víctimas catalanas, ruandesas y congoleñas. Hoy hay cuarenta personas procesadas como responsables de la muerte de Isidro y otros. La investigación judicial forzó una orden de arresto internacional, dado que muchos de los imputados habían salido de Ruanda... para ocupar cargos representativos en la ONU y en distintas embajadas. Al tiempo, regresaron para protegerse en su país. Sólo uno se mantiene huido en Suráfrica. Le buscan. Más información en la web 'veritasrwandaforum.org/intro.htm'.
Mataron a un hombre de Dios furiosamente humano. Le recuerdan con charlas, cuadros y con un libro. Muchos, en su homenaje, continúan en su misma lucha.
 
 http://www.diariovasco.com/v/20100529/al-dia-local/isidro-uzkudun-diez-anos-20100529.html
 

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