La verdad sobre la dieta que alarga la vida
Dos estudios confirman que comer menos da longevidad y salud a los primates, y probablemente también a los humanos
En 1935, Clive McCay y otros dos científicos en EE
UU publicaron un estudio que cambió la historia de la investigación
sobre el envejecimiento. Si les reducían las raciones de comida a sus
ratones de laboratorio, la vida se les alargaba casi un 50%. Desde
entonces, esa dieta, bautizada como restricción calórica,
también ha demostrado prolongar la existencia de muchos otros seres,
desde levaduras a gusanos, y se ha convertido en el Santo Grial de los
científicos que buscan retrasar el envejecimiento humano.
Los
dos grandes estudios sobre restricción calórica que se han hecho en
macacos arrancaron a mediados de los ochenta y habían arrojado hasta
ahora resultados contradictorios. En 2009, el ensayo de la Universidad
de Wisconsin en Madison apuntó que los simios que comen el 30% menos de calorías viven más años.
Pero el único análisis similar, realizado en el Instituto Nacional de
Envejecimiento de EE UU (NIA), no observó ningún avance en la
longevidad.
Ahora, los dos equipos han cruzado y revisado sus
datos. Estos confirman que la restricción calórica sí alarga la vida de
los macacos, con los que compartimos el 93% del ADN, aunque de forma más
modesta que lo que se venía observando desde los tiempos de McCay. Los
monos con dietas reducidas ganaron unos tres años de vida, en torno a un
10% más que los animales a los que se dejaba comer cuanto querían. En
humanos, el equivalente sería alargar la vida nueve años. Los simios con
la dieta limitada mostraban además una salud mucho mejor.
Las hembras son menos vulnerables a los efectos negativos de la grasa y la diabetes
“Los efectos para la salud son indudables, la
restricción calórica protege contra los problemas cardiovasculares, la
neurodegeneración, la diabetes y el cáncer, incluso la diferencia en el
aspecto físico es alucinante”, explica el biólogo español Rafael de
Cabo, investigador del NIA y uno de los autores principales del estudio,
publicado en Nature Communications.
“Lo que comes y cuánto comes influye mucho en cómo
envejeces”, resume Rozalyn Anderson, del equipo de la Universidad de
Wisconsin. “Aquí tenemos una intervención que retrasa el envejecimiento
en primates y, dado lo emparentados que estamos evolutivamente con
ellos, probablemente lo mismo es cierto para los humanos”, añade.
Mejor empezar de mayor
La razón por la que se ha tardado tanto en
demostrar los efectos de la restricción calórica en macacos es porque
cada estudio tenía un diseño ligeramente diferente. La comparación de
ambos desvela ahora que limitar las calorías solo alarga la vida a los
adultos y los ancianos, pero no a los jóvenes, algo que no pasaba con
ratones. Los monos del estudio del NIA comían solo alimentos no
procesados, mientras que los de Wisconsin comían procesados y más azúcar
purificada. A pesar de tomar las mismas calorías, los monos de
Wisconsin estaban más gordos, lo que demuestra la importancia de la
calidad de los alimentos en la salud y la longevidad. Al igual que los
humanos, los macacos viejos tienden a comer menos de forma voluntaria,
con lo que incluso los monos del NIA a los que no se les escatimaban
calorías tuvieron mejoras de salud comparados con los de Wisconsin y sus
dietas procesadas. También se desvela una interesante diferencia entre
sexos, pues las hembras son menos vulnerables que los machos a los
efectos negativos de la grasa y la diabetes. “Quizás estar un poco más
gordo es menos malo para las hembras que para los machos”, razona
Anderson.
Los autores del estudio son escépticos de que se
pueda trasladar esta dieta a las personas de forma generalizada, pues
requiere una disciplina férrea que muy pocos podrán o querrán mantener
durante años. El objetivo más realista, señalan, es comprender mejor los
mecanismos moleculares que hay detrás de la restricción calórica y
desarrollar moléculas que los imiten. Ya existen compuestos de este tipo
cuya efectividad se está probando, como el resveratrol y la rapamicina,
explica De Cabo, y es posible que lleguen otros. “Mientras en el 2000
la restricción calórica era la única intervención conocida que alargaba
la vida, ahora conocemos muchos más métodos que parecen tener efectos
similares”, reconoce.
“Este trabajo representa un avance importante en
la idea de que es posible intervenir sobre el envejecimiento humano y
aspirar a vivir un poco más y, sobre todo, un poco mejor”, opina Carlos López-Otín,
investigador de la Universidad de Oviedo especializado en
envejecimiento. “En estos estudios científicos esperamos encontrar
claves que permitan que la especie humana, siendo consciente de su
vulnerabilidad, aprenda al menos a retrasar las enfermedades asociadas
al paso del tiempo”, de forma que “aunque no logremos vivir más, al
menos tal vez podamos lograr que la vida de todos, y no solo la de unos
pocos, sea de mayor calidad”, añadehttp://elpais.com/elpais/2017/01/19/ciencia/1484837952_795604.html
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