Natascha Kampusch, la exposición de un secuestro
La niña austríaca secuestrada en 1998 es hoy una joven millonaria gracias al libro de su cautiverio que ha sido llevado al cine
Al contrario que la inmensa mayoría de los niños que han sobrevivido a un secuestro, Natascha Kampusch
no se ha refugiado en el anonimato para rehacer su vida. Pese a los
iniciales escrúpulos, y a la protección de asistentes sociales y
psicólogos, Kampusch, que acaba de cumplir 25 años, terminó abriéndose a los medios de comunicación y aireando, en decenas de entrevistas concedidas a periódicos, radios y televisiones de todo el mundo, algunos detalles de su cautiverio, que duró ocho años.
Secuestrada por un antiguo técnico de la Siemens, Wolfgang Priklopil, de 36 años, el 2 de marzo de 1998, cuando Natascha, entonces una niña de 10 años, se dirigía a la escuela, vivió con su captor hasta el 23 de agosto de 2006, cuando logró fugarse de la casa unifamiliar de Priklopil, en Strasshof, un suburbio de Viena. Nada menos que ocho años. O más exactamente, 3096 días, una cifra aterradora que sirvió de título a la novela del secuestro que publicó Kampusch en 2010. Un relato bien escrito, pudoroso y repleto de omisiones que se ha convertido en un film recién estrenado en Austria y Alemania.
El libro, traducido a decenas de idiomas, ha sido un éxito, y la película lleva camino de despertar el mismo interés. Natascha Kampusch, que ya tenía una posición económica desahogada tras sus primeras experiencias como presentadora de televisión, se ha convertido en una joven rica. Vive en Viena, en un amplio apartamento, y mantiene una buena relación con su madre, Brigitta Sirny-Kampusch, autora de otro libro sobre los años de angustiosa búsqueda de su hija. También su padre, Ludwig Koch, ha dado su versión del drama en un libro publicado por un periodista británico. Koch pone en duda que su hija pasara gran parte de su cautiverio en un zulo diminuto excavado bajo el garaje de la casa de Priklopil. Una actitud que ha herido profundamente a Natascha, ya atormentada por la intensa controversia que su narración del secuestro ha provocado en Austria.
El caso Kampusch, ha estado coleando durante los últimos seis años, porque la rápida investigación policial, que se cerró en 2007, fue apresurada y dejó no pocas lagunas, que dieron pábulo a toda clase de teorías conspirativas. Las dudas fundamentales eran dos: ¿fue Priklopil el único secuestrador de Natascha o contó con un cómplice? ¿Actuó por propia iniciativa o formaba parte de una red dedicada a la pornografía infantil? Natascha Kampusch siempre defendió que Priklopil actuó en solitario, pero una niña de doce años que caminaba detrás de ella el día del secuestro declaró a la policía que eran dos hombres los que la raptaron.
Desde entonces, el caso ha sido objeto de una media docena de investigaciones y revisiones. La última, abierta en julio pasado a petición de una comisión del Parlamento austriaco, se cerró hace unas semanas y supone un espaldarazo definitivo al relato inicial de Kampusch, por su carácter internacional, ya que ha sido conducida por la policía federal alemana, en colaboración con el FBI. “La investigación ha demostrado que Wolfgang Priklopil, con casi total seguridad, perpetró el secuestro solo”, afirmó el presidente de la alemana Oficina Federal de Investigación Criminal (BKA), Joerg Ziercke, en una rueda de prensa celebrada a mediados de abril, en Viena. Y en cuanto a las hipótesis de redes de explotación sexual detrás del secuestro, Ziercke lo rechazó con rotundidad. “No se han podido establecer vínculos entre Wolfgang P. y escenarios pedófilos o sadomasoquistas, a pesar de las amplias investigaciones desarrolladas”. El informe final consta de 156 páginas destinadas a acallar, quizás, todas las teorías conspiratorias.
El relato de Natascha Kampusch, que se ha negado siempre a responder a las preguntas sobre la verdadera naturaleza de sus relaciones con Priklopil, no convenció tampoco a dos destacados exjueces austriacos: Ludwig Adamovich, expresidente del Tribunal Constitucional, y Johann Rzezut, expresidente del Tribunal Supremo austriaco. El primero, dirigió en 2009 una comisión parlamentaria que reclamó la reapertura del caso, convencido de que había algunas cosas que esclarecer. “Natascha Kampusch no contó todo lo que sabe. Y la policía, quizás porque era una víctima, por temor a su estado mental, no la interrogó adecuadamente, ni le puso delante las contradicciones de su relato”, declaró Adamovich a EL PAÍS, en septiembre de 2009. La fiscalía de Graz, a las órdenes de Thomas Muehlbacher, inició entonces una revisión del caso que concluyó reafirmando la versión del suceso ofrecida por su principal testigo, Natascha Kampusch.
Pero el informe no logró acallar todas las dudas. El caso sufrió dos nuevas revisiones, esta vez a instancias del exjuez Johann Rzezut. La primera se saldó sin cambios. La segunda, dio paso a una comisión parlamentaria que encargó una nueva investigación, esta vez con la ayuda de la policía alemana y de agentes del FBI. El informe final da por bueno el trabajo de la policía austriaca, aunque reconoce que se cometieron errores. Pero no hay comisión capaz de disolver el misterio que ha generado la propia Kampusch con su conducta. ¿Por qué lloró al enterarse, ya en la comisaría de policía, de que su raptor se había suicidado a las pocas horas de fugarse ella? ¿Por qué se quedó con el coche de Priklopil, con el que la llevó de excursión a los Alpes, de paseo por Viena? ¿Por qué compró la casa donde vivió encerrada parte de su infancia y de su adolescencia? Kampusch ha declarado que pese a la perversidad de su acción, “Priklopil fue parte de mi vida”. Una parte tormentosa pero importante al fin, de la que no ha querido desprenderse.
Secuestrada por un antiguo técnico de la Siemens, Wolfgang Priklopil, de 36 años, el 2 de marzo de 1998, cuando Natascha, entonces una niña de 10 años, se dirigía a la escuela, vivió con su captor hasta el 23 de agosto de 2006, cuando logró fugarse de la casa unifamiliar de Priklopil, en Strasshof, un suburbio de Viena. Nada menos que ocho años. O más exactamente, 3096 días, una cifra aterradora que sirvió de título a la novela del secuestro que publicó Kampusch en 2010. Un relato bien escrito, pudoroso y repleto de omisiones que se ha convertido en un film recién estrenado en Austria y Alemania.
El libro, traducido a decenas de idiomas, ha sido un éxito, y la película lleva camino de despertar el mismo interés. Natascha Kampusch, que ya tenía una posición económica desahogada tras sus primeras experiencias como presentadora de televisión, se ha convertido en una joven rica. Vive en Viena, en un amplio apartamento, y mantiene una buena relación con su madre, Brigitta Sirny-Kampusch, autora de otro libro sobre los años de angustiosa búsqueda de su hija. También su padre, Ludwig Koch, ha dado su versión del drama en un libro publicado por un periodista británico. Koch pone en duda que su hija pasara gran parte de su cautiverio en un zulo diminuto excavado bajo el garaje de la casa de Priklopil. Una actitud que ha herido profundamente a Natascha, ya atormentada por la intensa controversia que su narración del secuestro ha provocado en Austria.
El caso Kampusch, ha estado coleando durante los últimos seis años, porque la rápida investigación policial, que se cerró en 2007, fue apresurada y dejó no pocas lagunas, que dieron pábulo a toda clase de teorías conspirativas. Las dudas fundamentales eran dos: ¿fue Priklopil el único secuestrador de Natascha o contó con un cómplice? ¿Actuó por propia iniciativa o formaba parte de una red dedicada a la pornografía infantil? Natascha Kampusch siempre defendió que Priklopil actuó en solitario, pero una niña de doce años que caminaba detrás de ella el día del secuestro declaró a la policía que eran dos hombres los que la raptaron.
Desde entonces, el caso ha sido objeto de una media docena de investigaciones y revisiones. La última, abierta en julio pasado a petición de una comisión del Parlamento austriaco, se cerró hace unas semanas y supone un espaldarazo definitivo al relato inicial de Kampusch, por su carácter internacional, ya que ha sido conducida por la policía federal alemana, en colaboración con el FBI. “La investigación ha demostrado que Wolfgang Priklopil, con casi total seguridad, perpetró el secuestro solo”, afirmó el presidente de la alemana Oficina Federal de Investigación Criminal (BKA), Joerg Ziercke, en una rueda de prensa celebrada a mediados de abril, en Viena. Y en cuanto a las hipótesis de redes de explotación sexual detrás del secuestro, Ziercke lo rechazó con rotundidad. “No se han podido establecer vínculos entre Wolfgang P. y escenarios pedófilos o sadomasoquistas, a pesar de las amplias investigaciones desarrolladas”. El informe final consta de 156 páginas destinadas a acallar, quizás, todas las teorías conspiratorias.
El relato de Natascha Kampusch, que se ha negado siempre a responder a las preguntas sobre la verdadera naturaleza de sus relaciones con Priklopil, no convenció tampoco a dos destacados exjueces austriacos: Ludwig Adamovich, expresidente del Tribunal Constitucional, y Johann Rzezut, expresidente del Tribunal Supremo austriaco. El primero, dirigió en 2009 una comisión parlamentaria que reclamó la reapertura del caso, convencido de que había algunas cosas que esclarecer. “Natascha Kampusch no contó todo lo que sabe. Y la policía, quizás porque era una víctima, por temor a su estado mental, no la interrogó adecuadamente, ni le puso delante las contradicciones de su relato”, declaró Adamovich a EL PAÍS, en septiembre de 2009. La fiscalía de Graz, a las órdenes de Thomas Muehlbacher, inició entonces una revisión del caso que concluyó reafirmando la versión del suceso ofrecida por su principal testigo, Natascha Kampusch.
Pero el informe no logró acallar todas las dudas. El caso sufrió dos nuevas revisiones, esta vez a instancias del exjuez Johann Rzezut. La primera se saldó sin cambios. La segunda, dio paso a una comisión parlamentaria que encargó una nueva investigación, esta vez con la ayuda de la policía alemana y de agentes del FBI. El informe final da por bueno el trabajo de la policía austriaca, aunque reconoce que se cometieron errores. Pero no hay comisión capaz de disolver el misterio que ha generado la propia Kampusch con su conducta. ¿Por qué lloró al enterarse, ya en la comisaría de policía, de que su raptor se había suicidado a las pocas horas de fugarse ella? ¿Por qué se quedó con el coche de Priklopil, con el que la llevó de excursión a los Alpes, de paseo por Viena? ¿Por qué compró la casa donde vivió encerrada parte de su infancia y de su adolescencia? Kampusch ha declarado que pese a la perversidad de su acción, “Priklopil fue parte de mi vida”. Una parte tormentosa pero importante al fin, de la que no ha querido desprenderse.
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/05/08/actualidad/1368035425_967904.html