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jueves, 1 de noviembre de 2012

Estrechar el cerco a los egipcios que no aman a las mujeres

Estrechar el cerco a los egipcios que no aman a las mujeres
 

Tienen entre ocho y 20 años y son los nuevos acosadores de El Cairo. En fiestas como la del Sacrificio, que termina este lunes tras cuatro días de ocio, niños y adolescentes campan a su anchas por el centro de la capital egipcia enganchados al salvaje juego de practicar el acoso verbal o físico con las mujeres que encuentran en su recorrido.
 "El acoso sexual se ha vuelto normal en Egipto. Incluso los niños han empezado a imitar a los adultos", denuncia a ELMUNDO.es Abdelfatah Ahmed. El joven lidera un movimiento que, en las fechas más señaladas del calendario musulmán, sale a la calle y organiza una suerte de retén para capturar a los agresores.
 El ejército "anti acoso", integrado por medio centenar de hombres, se despliega cada tarde por los aledaños de la céntrica plaza Tahrir pertrechados de chalecos fluorescentes.
 Según la organización 'Yo fui testigo de acoso', el pasado viernes el 60% de las mujeres que pasaron por el centro fue objeto de algún tipo de acoso. Durante esa jornada la policía arrestó a 93 personas, una cifra minúscula para una geografía inundada por cientos de menores ruidosos y desatados ante la pasividad de los uniformados. "El segundo problema es que la policía es incapaz de afrontar esta fenómeno", apunta Abdelfatah.
 "Y, tercero, la mayoría de las chicas no acude a comisaría para denunciar el acoso. Prefieren no armar escándalo", añade el promotor del grupo de centinelas que patrullan en busca de los insultos, los tocamientos o el hostigamiento. Una vez cazado, el verdugo es llevado ante la policía o sometido al escarnio público al escribir en su espalda la confesión: "soy un violador".
 "Lo que hacemos no es suficiente. Se necesita un plan que reconozca que hay un problema, sensibilice al pueblo y a los agentes y anime a denunciar estos abusos", sugiere Abdelfatah. Romper el silencio que ahoga a las víctimas es precisamente el objetivo de Harrasmap, una página que publica mensajes de egipcias y extranjeras –en su mayoría anónimos- precisando el lugar en el que sucedieron los hechos. "El cambio empieza por dejar de ignorar que existe acoso", subraya a este diario una de las creadoras del sitio, Rebecca Chiao.
 El acoso sexual se ha convertido en un juego. La gente sale a la calle a cazar mujeres porque lo consideran divertido", relata Chiao. El perfil del agresor es tan amplio que da pistas sobre la extensión de una lacra que protagonizan "todas las clases y edades". "Es una forma de violencia que no se ataja solo con una ley", apostilla.
 Escondido durante años como se ocultan las vergüenzas propias, el fenómeno ha alcanzado proporciones desconocidas. Varios periódicos locales han dedicado este fin de semana su portada a documentar fotográficamente la persecución de niñas por el centro de El Cairo y el Centro Nacional de la Mujer mantiene operativa una línea telefónica durante la Fiesta del Sacrifico para denunciar los casos. Los islamistas, como la vieja guardia del régimen derrocado, no habían considerado seriamente la cuestión o la achacaban a las dificultades económicas de los jóvenes para contraer matrimonio o a los vicios de quienes se habían alejado de la moral religiosa. "No tenemos ese problema", aseguraba a este diario hace unos meses la ex diputada de los Hermanos Musulmanes Azza el Garf.
Ahora, sin embargo, la alarma de la calle ha llegado hasta el primer ministro Hisham Qandil. Su gabinete preparara un proyecto de ley que prevé castigos más severos y campañas de educación organizadas por el ministerio de Educación y la Universidad de Al Azhar (la institución más prestigiosa del islam suní). "Tenemos que abordar el fenómeno como una catástrofe que amenaza a la sociedad y una señal del declive de valores", declaró Qandil la pasada semana.
Las autoridades estudian incluso la instalación de cámaras de vigilancia en los puntos negro de esta ruta del acoso. Un paquete de medidas repleto de retos porque, como reconoce la investigadora del centro de estudios feministas Nazra Masa Amir, durante años ha sido el propio Estado el que ha ejercido la violencia hacia las mujeres. "Que la mujer debe permanecer en casa y si está en la calle que no se queje no es un comentario exclusivo de los islamistas", advierte Amir.
Ella, como otras cientos de activistas, recuerda aún los fotogramas de una transición política "en la que el Estado ha practicado la amenaza de violación o el acoso sexual para aterrorizar a las manifestantes". Y no olvida, por ejemplo, a los soldados que sometieron a una veintena de mujeres a infames pruebas de virginidad o a los antidisturbios que arrastraron y patearon a una joven hasta arrancarle la ropa y dejar al descubierto un sujetador azul. "Ningún militar ni agente ha sido juzgado por estos abusos. Demostrar que nadie puede quedar impune si acosa a las mujeres sería un mensaje poderoso", concluye.

http://www.elmundo.es/elmundo/2012/10/28/internacional/1351457150.html

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